Rectora de la Universitat de València
Mavi Mestre: «La ley de universidades no resuelve nuestros problemas. Causa más»Valora la «estabilidad» que dará el nuevo plan de financiación, pero echa en falta fondos para aspectos concretos como conservar el patrimonio
María Vicenta Mestre Escrivà (Oliva, 1956), dejará de ser rectora de la Universitat de València el año que viene, cuando venza su segundo mandato. Cerrará ... una etapa histórica. La primera mujer en dirigirla ha tenido que afrontar el impacto de una pandemia mundial y de una catástrofe natural local, la aprobación de una nueva ley orgánica, la LOSU, a la que encuentra pocas, muy pocas, ventajas, y la negociación de un plan de financiación plurianual tan esperado como huidizo y que se tenía que firmar hoy. El martes, y con permiso de la alerta roja, acompañará al Rey Felipe VI en el solemne acto de apertura del curso de las universidades españolas, que se celebra en el edificio histórico de La Nau en reconocimiento al 525 aniversario de la institución decana de la Comunitat. Será su último discurso en este escenario, por lo que sonará a despedida. Y tendrá referencias claras, más bien contundentes, a la masacre de Israel en la Franja de Gaza, lo que cobra especial interés después de la sentencia de un juzgado que condena a la Universitat por «discriminar» a las universidades hebreas.
-Vamos a recurrir. Creo que el fallo no interpreta bien la cuestión. Somos una universidad que en nuestros estatutos nos pronunciamos por la paz. E hicimos un pronunciamiento, a través de nuestros órganos de participación y gobierno, contra el Estado de Israel y sus instituciones por el genocidio y la masacre que están cometiendo con el pueblo palestino. No es contra un judío que vive en París, por ejemplo. Sólo adoptamos una medida de presión que es no tener, porque no hemos tenido previamente, convenios con centros de Israel.
-Hagamos balance rectora. ¿Durante estos dos mandatos ha notado el techo de cristal?
-No lo noté cuando fui la primera decana de Psicología, ni cuando saqué la cátedra. Tampoco de vicerrectora. Sí cuando decidí presentarme a rectora, con comentarios como 'no creas que por el hecho de ser mujer te lo vamos a regalar'. Yo siempre replicaba lo mismo: 'lo que quiero es competir en igualdad de condiciones'. Luego, cuando hemos tenido que tomar decisiones complicadas, como denuncias relacionadas con agresiones sexuales, se nos cuestionaba sobre si tomaríamos la medida adecuada. También ha habido frases que te trasladan: '¿Estás cansada?' '¿Cómo compaginas la vida familiar con esto?' ¿A un hombre se le preguntaría? Yo creo que no.
-¿Qué rasgos diría que han definido su etapa de gobierno?
-Creo que no he sido personalista. Siempre he pensado que lo importante es el equipo. Me gusta decir que trabajo con un equipo de dirección ampliado: los vicerrectores y vicerrectoras, la directora de escuela de doctorado, el director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería, el gerente y los decanos. Nos reunimos una vez al mes. Y esa corresponsabilidad en la gestión, con los que están al frente de sus centros y saben lo que se necesita, nos ha dado buenos resultados.
-Hábleme del peor momento en materia de gestión.
-Los dos. Porque fueron dos. Tras la irrupción de la Covid-19 y tras la dana. Esa corresponsabilidad nos vino muy bien con la pandemia. Todo lo consensuábamos. Y creo que ese trabajo dio frutos y fue muy reconocido por la comunidad universitaria. Lo mismo con la dana, como cuando tomamos la decisión de suspender las clases el día 29. Y luego a la hora de gestionar las ayudas para estudiantes, profesorado y afectados. La consigna al equipo era ser flexibles y empáticos.
-¿Y los momentos más bonitos?
-Hay muchos. Incluso estos me generan sentimientos agridulces. Hubo mucha pérdida y dolor. Y aislamiento. Pero al mismo tiempo la comunidad universitaria sacó lo mejor de sí misma: responsabilidad, solidaridad, empatía... En la pandemia hubo mucha responsabilidad en las medidas sanitarias. También con la implicación en las tareas de voluntariado que organizamos tras la dana. De situaciones durísimas sacamos aprendizajes y resultados positivos.
-¿Hay alguna medida aplicada de la que se sienta especialmente orgullosa?
-Considero un logro las políticas de personal. Hemos apostado por las personas, por rejuvenecer plantillas y por la promoción. Fui vicerrectora de Profesorado, sé cómo lo pasamos con las tasas de reposición, la impotencia que suponía perder recursos. Así que hemos priorizado la estabilización, que al joven que entra como ayudante doctor, o tiene un contrato postdoctoral y se acredita a profesor permanente, podamos sacarle la plaza para que pueda optar a ella. También al aspirante a catedrático. Todas las personas que se han esforzado en impartir una buena docencia o impulsar una buena investigación deben poder promocionar en la universidad. Y lo mismo con el personal técnico, de gestión, administración y servicios. Tengo la tranquilidad de que aquellos que se acreditan tienen la oportunidad. Es algo que no están haciendo la mayoría de las universidades.
-¿Y fuera del ámbito del personal de la universidad?
-En cuanto a infraestructuras, con mejor financiación habríamos avanzado más, pero hemos podido terminar el Espai Vives, reuniendo todos los servicios del estudiantado, estamos humanizando los campus de Tarongers y Burjassot con más ajardinamiento, y vamos a construir un nuevo aulario y una Facultad de Ciencias Biológicas. Podría hablar de muchos ámbitos. Quizá por deformación profesional me enorgullece el apoyo que hemos dado a la comunidad universitaria en materia de salud mental. Y también está el aumento de proyectos de investigación en convocatorias competitivas, o de la oferta de dobles grados, con títulos muy demandados como Matemáticas y Física.
-En su agenda más inmediata está la firma del nuevo plan de financiación. ¿Es el que necesita la Universitat de València?
-Estoy muy satisfecha por haber llegado a este consenso entre todas las partes. Tener estabilidad y viabilidad económica que nos permita planificar y programar nuestras actuaciones a cuatro años vista ha sido una reivindicación constante. Nos da una tranquilidad importante. Y todas las universidades mejoramos algo a nivel de presupuesto, aunque tengo algo que reivindicar: no se contempla financiación para necesidades singulares, como la conservación del patrimonio. Y somos la universidad que más tiene con diferencia: edificios como La Nau, que cuesta mucho de mantener, la biblioteca histórica, con incunables que no existen en el resto del mundo, el palacio de Cerveró, la Facultad de Medicina, el Jardín Botánico... No hay un presupuesto específico para ello, ni para acometer infraestructuras concretas. Todo eso debe salir de nuestro presupuesto global. En cualquier caso lo que más echo en falta es la parte patrimonial. Porque aunque sea propiedad de la Universitat es de toda la sociedad.
-¿Qué mejoraría de la nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU)?
-He sido muy crítica con la ley. Sobre todo con que no estuviera acompañada de una memoria económica. Veremos cuánto nos cuesta implantarla. Pongo en valor que ayude a rejuvenecer la plantilla mediante el programa María Goyri, y a tener más recursos en departamentos más deficitarios, pero si hubiera existido memoria económica nos habríamos ahorrado la polémica (entre Gobierno y Generalitat) sobre quién paga esas plazas. Y luego está la promoción de esas personas, que suponen un incremento presupuestario que corresponderá a las universidades. La LOSU no soluciona los problemas que tenemos, pero sí perjudica mucho la gestión. Nos lleva a mucha más gestión, por ejemplo en los concursos de ayudante doctor. Tampoco está bien resuelta la cuestión de los asociados. Pasan a ser indefinidos, pero tienen ya otro trabajo principal. ¿A un magistrado lo vamos a hacer indefinido? ¿No es mejor un plan de estabilización, y que el que quiera hacer carrera universitaria se acredite? Luego están las reducciones horarias de dedicación del personal, que me parece bien, pero eso son déficits que se van acumulando. Cuando se regularice todo esto harán falta más plazas. Esto no está resuelto, y es más dinero. Pero no se calculó cuando se diseñó la LOSU.
-Cuatro académicos se han posicionado para sucederle. ¿Tiene alguna preferencia?
-De momento han trasladado su intención de presentarse. Y no sabemos si habrá más. Creo que es un poco pronto, porque aún no tenemos ni calendario y ya se escuchaban posicionamientos antes de verano, pero me alegra que haya candidaturas que salen de mi equipo, y creo que pueden aportar, y por supuesto me alegra que haya una mujer (se presentarán el vicerrector Carles Padilla, la vicerrectora Ángeles Solanes y los profesores Juan Luis Gandía y Francisco Ródenas). Yo he sido la primera mujer rectora de la Universitat, y que alguien pueda seguir de alguna manera con esta tradición después de lo que costó me gusta. Pero bueno, sé que la comunidad universitaria elegirá la mejor propuesta de programa y de equipo. Como siempre hace.
-¿Qué será de Mavi Mestre tras la toma de posesión de su sucesor o sucesora?
-Lo tengo claro. Fundamentalmente dedicaré más tiempo a mi familia. Tengo a una parte (una de sus hijas) en el otro extremo del planeta, en Australia, aunque he ido cuando he podido. Y a la otra aquí. Quiero dedicarles más tiempo y también a mis nietos, que me llenan de vitalidad e ilusión. Y por supuesto a mi marido, que ha sido muy paciente durante todos estos años, respetando y apoyando mis decisiones. Y aguantando viajes y tiempo sin estar en casa. Yo quiero muchísimo a la universidad y ya le he dado todo lo que he podido. Y no seré profesora emérita porque quiero tener la máxima libertad para la familia. He llegado a lo máximo que podía soñar.
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