«Le golpeé con la maza porque quería arrancarme el hígado para comérselo»
El sintecho acusado de matar a otro en Gandia alega defensa propia e ir ebrio para eludir los trece años de cárcel a los que se enfrenta
«Me comí su hígado acompañado de habas y un buen Chianti». La icónica frase de Hannibal Lecter en 'El silencio de los corderos' puede que le haya servido de inspiración al acusado enjuiciado esta semana en Valencia por matar a golpes con una maza a un hombre en Gandia en mayo del pasado año para preparar su alegato de defensa. Pero en vez de Chianti, aquí estaban tomando vodka –se trata de un ruso y un ucraniano y ambos pernoctaban en la calle– y es el supuesto antropófago (si fuera cierta la versión del procesado) el que finalmente acaba muerto.
Que un acusado intente de justificar su acción homicida argumentando una supuesta legítima defensa, cuando se trata de una agresión sin testigos y en la que solo los dos protagonistas conocen realmente los motivos que llevaron a la muerte de uno de ellos, es relativamente frecuente. Lo que ya no es tanto es que el acusado sostenga que se defendió de lo que él interpretó como un ataque más propio del canibalismo.
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Según ha alegado Andrejs T., de 57 años y nacionalidad rusa, en la primera sesión del juicio celebrado ante un jurado popular, después de haber estado bebiendo ambos vodka y cerveza, Oleksandr Pinchuk, de 51 años y origen ucraniano –al que había conocido ese mismo día–, le dijo que «lo mejor para acompañar el vodka es comer hígado humano». Acto seguido, siempre según la versión del procesado, la víctima se habría abalanzado sobre él con un cuchillo.
«Le golpeé con la maza porque quería arrancarme el hígado para comérselo», ha alegado el acusado a través de una intérprete, negando al mismo tiempo que los golpes se los causara en la cabeza, pese a que la causa del fallecimiento es un traumatismo craneal severo.
Tras propinarle varios golpes en la cabeza acudió a pedir ayuda a los vigilantes de seguridad de una universidad próxima
Después del enfrentamiento, y sin saber que lo había matado, Andrejs T. se fue a pedir ayuda a los vigilantes de seguridad del campus de Gandia de la Universitat Politècnica de València (UPV). Dichos testigos han asegurado en el juicio que no paraba de repetir la palabra «killer» y que fue él quien llevó a la policía hasta el lugar donde yacía la víctima ya en parada cardiorrespiratoria. Según recordaban, tenía la mano derecha ensangrentada, y en la pierna izquierda un poco de sangre. A uno de los vigilantes les llamó la atención que la sangre estaba seca, como si todo hubiera pasado al menos una hora o dos antes.
El Ministerio Fiscal solicita para el acusado trece años de prisión por un delito de homicidio con la circunstancia agravante de abuso de superioridad y la circunstancia atenuante analógica de embriaguez, ya que en el momento de los hechos presentaba sus facultades cognitivas y volitivas ligeramente afectadas debido al consumo de bebidas alcohólicas durante varias horas anteriores a la comisión del crimen. Por su parte, la defensa sostiene que su representado actuó en defensa propia y que en todo caso se trataría de un homicidio no doloso, por el que pide alternativamente cuatro años de prisión.
Se acababan de conocer
Los hechos ocurrieron sobre las doce de la noche del día 21 de mayo de 2024 cuando el acusado, sin antecedentes penales y en situación legal en España, se encontraba en un descampado junto a la Sequia de Vir de Gandia, en compañía de Oleksandr Pinchuk, de 51 años. Según ha declarado el procesado, aunque ambos pernoctaban en la calle, no se habían conocido hasta ese mismo día pocas horas antes. Tras mantener «una conversación normal sobre el tiempo y el deporte», y estar bebiendo vodka y cerveza, en un momento dado por causas que se desconocen, pero con el «ánimo de acabar con su vida o al menos aceptando la posibilidad de que tal desenlace se produjera», según mantiene el fiscal, Andrejs T. comenzó a propinar golpes en la cabeza a Oleksandr con una maza con mango de madera y cabeza de hierro, provocándole varias fracturas.
El acusado, en prisión provisional desde que el grupo de Homicidios de la Policía Nacional lo detuvo por el crimen, alega que portaba en la mano izquierda una linterna y en la derecha la botella de vodka cuando se percató de que el cuchillo que había en la mesa no estaba. Tras el supuesto comentario sobre los extraños gustos culinarios con los que acompañar la bebida, el procesado asegura que el hombre se le abalanzó y notó en su cuello como un golpe con el cuchillo -aunque no tenía lesión alguna en el mismo-. De hecho, al ser repreguntado por el fiscal, argumenta que pudo esquivar el cuchillo.
Forcejeo a oscuras
Durante el forcejo se le cae la linterna al suelo, y comienza una pelea en la oscuridad. «Me estaba enfrentando contra una persona armada con un cuchillo totalmente a oscuras», ha remarcado. Siempre según su versión, le dio un golpe en la rodilla y su oponente cayó, cayéndose él encima. Así, al ver que bajo su espalda había un martillo, lo cogió y confiesa que le propinó dos o tres golpes en las costillas, pero niega que le diera en la cabeza, o al menos no lo recuerda. Y que se enteró de las lesiones que presentaba en el cráneo tras su detención.
La funcionaria ha mostrado el arma homicida, la maza, a los miembros del jurado como elemento de convicción. El presunto homicida la ha reconocido sin dudar, y ha admitido que la maza era suya y que la utilizaba como herramienta para la chatarra. Pero cuando le han enseñado el pequeño cuchillo intervenido por la policía, y que portaba supuestamente su víctima, ha negado que fuera ese con el que le atacó. La diferencia entre ambos instrumentos lesivos era más que evidente.
La víctima, que tenía mujer y una hija, no consiguió repeler la agresión por la diferencia de medios con relación al acusado, dado que él se encontraba desarmado en ese momento, tratando únicamente de parar los golpes con sus brazos, según el escrito de acusación del fiscal. Y falleció poco después a causa de un shock secundario a un traumatismo craneal severo. En concepto de responsabilidad civil se solicita que el acusado indemnice a la viuda con 100.000 euros y a su hija con 60.000 euros.