Alfonso Colorado. Nuevo director del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Valencia
«La dana a nivel de catástrofe ha superado todos los protocolos»Demostrada su valía como coordinador de sucesos con múltiples víctimas, tras el mayor accidente natural en la historia reciente de España con 227 fallecidos, ahora se pone al frente del IML tras la jubilación de Garrido-Lestache
–La dirección del IML de Valencia supone un reto, aunque como coordinador para sucesos con múltiples víctimas, este pasado año con el incendio de ... Campanar y luego con la dana, ya ha demostrado que no le asustan las dificultades.
–La noche de la riada estaba de guardia en otra zona, pero me llamó Elvira (su antecesora en el cargo) y me dijo: «la cosa pinta mal, vamos a poner en marcha el Plan territorial de Emergencias con múltiples víctimas». Como la compañera de guardia en la zona no podía salir porque estaba atrapada en casa, le respondí: «No te preocupes que ya voy yo».
–Me consta que esa misma noche ya se pusieron a trabajar en la zona tras decidir fijar el puesto de mando en la gasolinera Texaco de Paiporta.
–Así es, con la jueza de Torrent me fui para allá, llegamos como pudimos y a las 4 de la mañana estábamos en Paiporta y empezamos a planificar ya un poco la situación. A las 7 nos reunimos con la dirección, con fuerzas y cuerpos de seguridad y empezamos a trabajar con levantamientos, en función de los avisos que nos llegaban. Ese primer día teníamos a 18 equipos para trabajar levantando cadáveres dispersos por toda la provincia. Y al día siguiente teníamos otros 20, con la ayuda que empezó a llegar de Murcia y de Alicante, no era por falta de medios.
–Ese primer día se recuperaron 62 cadáveres y al día siguiente 88, ¿en medio del caos, el IML y el trabajo de identificación de cadáveres en coordinación con las oficinas Ante Mortem de la Guardia Civil y de la Policía Nacional fue de lo poco que funcionó?
–La verdad es que estaba tan enfrascado en el terreno que no sé lo que pasó alrededor, pero aquí se hizo lo mejor que se pudo, teniendo en cuenta que el objetivo más importante era devolverle a los familiares sus fallecidos lo antes posible. Al principio el acceso a los sitios era prácticamente imposible, nos daban avisos de fallecidos que luego no estaban o que había levantado otro equipo, se trabajó con la mayor diligencia ante los avisos que nos iban llegando.
«Estábamos preparados para que hubiera más muertos, trabajamos en modo autómata sin fijarnos límites»
–Como experto en catástrofes, al haber trabajado en su etapa en Albacete junto al doctor Garijo, uno de los padres del plan nacional de actuación Médico-forense en sucesos con víctimas múltiples, ¿de qué forma le ayudó los simulacros realizados a lo largo de su trayectoria?
–La dana a nivel de catástrofe ha superado todos los protocolos, por volumen de víctimas, extensión en el tiempo, dispersión en el terreno y afectación de infraestructuras. Los protocolos están pensados para otro tipo de de catástrofes, como accidentes aéreos o de metro, algo localizado en un punto concreto, pero la riada puso en jaque nuestra capacidad de respuesta, porque además del volumen elevado de víctimas, que es lo que te tensiona, estaba la dificultad de llegar a los cadáveres. Llegabas a hacer un levantamiento y te metías en la casa con el barro hasta la cintura, tenías que desenterrarlo de los muebles, ha sido una una situación muy complicada. Desbordó todas las previsiones, pero aún así ha salido bien. La clave es tener cintura y adaptar ese protocolo a cada circunstancia, no puedes hacer un protocolo para cada situación porque luego la realidad siempre va a superar todo lo que hayas planteado que pueda producirse.
–En ese sentido, ¿por eso se creó el Centro de Integración de Datos y se trasladó la morgue a la Feria de Muestras?
–La zona de conservación de cadáveres en la feria se estructuró en función del volumen que manejábamos, para poder custodiar los cuerpos de forma adecuada y poder luego entregarlos a los familiares. Estábamos preparados para que hubiera más muertos, trabajamos en modo autómata sin fijarnos límites.
–El trabajo de identificación de los cuerpos fue muy rápido, en los primeros diez días se identificó a 185 de los 209 fallecidos recuperados en ese momento.
–Este tipo de levantamientos tienen sus peculiaridades, en un suceso con víctimas múltiples la causa de la muerte pasa a un segundo plano porque suele estar bastante clara y lo importante es la identificación. Estableces una hipótesis de identidad y a partir de ahí con el resto de elementos, de los datos obtenidos en las oficinas Ante Mortem, corroboras que es esa persona. La fortuna, dentro de la desgracia, es que la mayoría eran nacionales, con lo cual teníamos huella dactilar y además muchos estaban bien conservados. Eso facilitó mucho la identificación a la hora de contrastar la huella dactilar con una posible identidad del desaparecido. Por ADN, tras cotejarlo con el de algún familiar, o mediante identificación odontológica –realizada a los 224 cadáveres recuperados– también se podía establecer la identidad por vía primaria, como una huella positiva, corroborado con otros elementos secundarios como cicatrices o tratamientos médicos.
«Faltan manos en todos los departamentos, la carga de trabajo que tienen los forenses en Valencia es de las máximas a nivel nacional»
–Ahora como director del IML, ¿va a tener que aparcar un poco su trabajo en la sala de autopsias?
–Me gustaría seguir tocando tierra, desde el punto de vista profesional la patología siempre me ha parecido la rama más interesante, es un reto, un rompecabezas en el que te dan una información del levantamiento del cadáver y tienes que corroborar hipótesis o encontrar nuevas para establecer las circunstancias del fallecimiento.
–¿Entiendo que esos rompecabezas más «entretenidos» son las posibles muertes de etiología homicida?
Sin duda, una autopsia de un homicidio por arma de fuego o arma blanca las disfruto. Ver la trayectoria, la posición, las deducciones que tienes que hacer después para exponer las conclusiones ante un jurado, todo ello es una parte que me apasiona.
–Se le ve que disfruta con su trabajo.
La medicina forense es el nexo de unión entre dos mundos completamente distintos, la sanidad y la justicia. En el ámbito judicial no entienden que muchas veces no les podemos responder como ellos desearían, en la justicia es blanco o negro, culpable o no culpable, pero en la medicina hay muchos grises. Intentar fusionar esos dos mundos es nuestra labor.
–En esos grises se mueven también los peritos de parte, aunque en el enfrentamiento dialéctico en el juicio los tribunales suelen dar mayor importancia a vuestros informes, ¿os convertís un poco en jueces?
–Más que sentenciar, nosotros somos una pieza más del puzle. Los jueces tienen muchísimas fuentes de información; el atestado policial, las testificales, el informe forense, … A veces no coincidimos o sí porque todo va en la misma dirección. Los forenses no especulamos, nuestro trabajo es científico, cuando decimos que algo es A, es porque solo puede ser A. Y esa imparcialidad y profesionalidad en teoría también la tiene que tener un perito de parte.
«Autopsiar porque el médico no ha certificado el fallecimiento, sin haber sospechas de una muerte violenta, es un ensañamiento profesional con la familia del fallecido»
–Por poner un pero al IML de Valencia, estaría el tiempo que se tarda en poder evaluar a una persona en la clínica forense o en emitir un determinado informe, ¿faltan manos?
–Faltan manos en todos los departamentos, la carga de trabajo que tienen los forenses en Valencia es de las máximas a nivel nacional. Los órganos judiciales han crecido exponencialmente y sin embargo el número de forenses está prácticamente estable, no crece con la misma velocidad. Ahora mismo tenemos dos personas de refuerzo para intentar superar el parón que tuvimos con la dana. Debería haber como mínimo un forense cada dos juzgados, para poder dedicarle el tiempo, el cariño y la dedicación a cada caso. Además de permitirte también tiempo para seguir formándote, colaborar con otros servicios, y tender a una mayor especialización. Una de mis metas es que compañeros que quieran dar el salto y unirse a uno de los servicios y convertirse en un experto en esa materia, que lo puedan hacer, que tengan un respaldo de compañeros en la base, que lleven a cabo el trabajo generalista, y permita a los que llevan más años dar el salto a una especialidad.
–Dentro de esa carga de trabajo están también las autopsias de muertes naturales que les remiten porque el médico no ha querido certificar el fallecimiento.
–Creo que es una labor pedagógica que tenemos que hacer también con los estudiantes de Medicina, para que cumplan con su obligación legal y deontológica de certificar los fallecimientos siempre y cuando no haya sospechas de una muerte violenta. Autopsiar porque el médico no ha certificado el fallecimiento, sin sospechas de criminalidad, es un ensañamiento profesional con la familia del fallecido. Y no es dejadez, creo que es más un problema de falta de formación. No tiene por qué decidirlo en ese momento, se puede ir al centro de salud, comprobar la historia clínica. Yo le preguntaría, ¿qué es lo que te hace dudar? Estamos de guardia las 24 horas, nos pueden llamar para que les despejemos las dudas, sin necesidad de que esa familia tenga que pasar por el periplo judicial tras un levantamiento de cadáver.
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