La angustia no se va de la zona cero: «Sentimos pánico por lo que podía pasar»
La tensión ha sido la tónica general en los pueblos afectados, con vecinos que se han ido fuera, no han podido dormir o han sufrido escuchando la lluvia caer
El temporal ha puesto de manifiesto que quedan heridas anímicas por sanar entre la población de la zona dana. Se empezaron a evidenciar el domingo, ... cuando llegó un Es Alert que aceleraba el pulso y traía recuerdos del trágico 29-O que cualquiera quiere olvidar, y se exteriorizaron el lunes, un día de incertidumbre, cuando no de temor, de estar pegado a la ventana o de fijarse en los imbornales más cercanos, por si rezumaban. O de consultar las noticias para saber más, de atender llamadas de familiares de fuera, lógicamente alarmados, de hacer acopio de víveres y de tener que conciliar la preocupación con el cuidado de los hijos, difícil para muchos trabajadores, por el cierre educativo. También han sido jornadas de dormir poco y mal. Lo atestiguan los testimonios recopilados por LAS PROVINCIAS en la zona cero. Así han afrontado la última alerta roja.
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Isabel Sanchis Benetússer
«Calma muy tensa» en casa
«El lunes fue tranquilo, pero sin dejar de pensar 'ay, ¿y si pasa algo?'». Lo explica Isabel Sanchis, vecina de Benetússer que con la dana perdió dos coches (el suyo y el de su marido). Era su día libre, por lo que pudo apañarse con sus hijas. Sí trabajó su marido. «Acordamos que si la situación se complicaba se quedaría a resguardo donde le pillase, sin intentar volver a casa», relata. «Cuando vino a mediodía bajamos al supermercado y ya no quedaban muchas cosas», añade. «La tarde fue peor. Me asomaba de vez en cuando, pensaba en si el alcantarillado aguantaría, en qué pasaría si la tormenta de Cullera venía hacia aquí y en que no había llevado el coche nuevo a una zona alta», añade. «Fue de calma muy tensa. Y de sentir un poco de inseguridad», sentencia.
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Silvia Ferriols Catarroja
Agotada «por la tensión»
Vecina de Catarroja y directora del colegio público Vil·la Romana, su casa quedó arrasada por la riada. Esta semana le montaban los muebles y la cocina, por lo que tenía toda la planta baja llena de cajas y embalajes. «Estoy agotada, como si me hubieran dado una paliza, de la tensión de estos días. He dormido fatal. Hacía tiempo que no me pasaba. Sólo pensaba en que el agua me entraría otra vez. Y vuelta a empezar: limpiar, instalar el pladur y encargarlo todo. Me intentaba mentalizar de que no sería así, y de que todos en casa estábamos a salvo, pero la cabeza va por un sitio y el corazón por otro lado», describe. Temía, como muchos vecinos, que la tromba de Cullera acabara en l'Horta Sud.
También ha tenido tiempo de acercarse por el colegio. Hay goteras, un mal endémico del que ha avisado demasiadas veces sin obtener una solución.
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Laura Ferrando Paiporta
Miedo por todo lo pendiente
«Cuando llegó el Es Alert nos dio un vuelco el corazón. Sentimos pánico pensando en lo que podía pasar», recuerda Laura, vecina de Paiporta, que también pertenece a la asociación de damnificados. El 29-O sufrió lo indecible para llegar a casa, donde le esperaban sus hijos. Horas antes había bajado a la calle para tratar de rescatar el coche. «La noche del lunes dormimos muy mal. También muchos vecinos de la finca estaban despiertos y pendientes de la lluvia», recuerda. «A mi no me sirve que se anticipen con mensajes, sino que situaciones como esta (una alerta roja) nos cojan con todo arreglado, sean los cauces o el alcantarillado. Si tenemos miedo del agua es porque sabemos que las soluciones siguen pendientes», dice.
Mario y Javier, sus hijos, se han apañado en casa (están en 2º de Bachillerato y de la ESO, respectivamente), aunque ayer acogieron a otro Javier, un vecino, para que sus padres conciliaran. «Pensar que podría repetirse da algo de miedo», dice el primero cuando se le pregunta por sus sensaciones, mientras que el segundo reconoce que estos días «ha recordado lo vivido» meses antes. Para esta alerta la familia había hecho acopio de agua y montó una potente lámpara de emergencia que compraron adrede tras la dana. Entonces estuvieron dos semanas sin agua ni luz.
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Alejandro Carabal Massanassa
«Hay miedo a la lluvia»
Vive en Massanassa aunque proviene de Valencia, donde es bombero del cuerpo municipal. Lo que supone un handicap, pues para el cuidado de su hija no ha tenido más remedio que pedir a su familia que se traslade hasta su localidad. Reconoce que han sido días complicados, que ha notado a su alrededor «pánico de que la situación se repita»: en grupos de familias o de vecinos. También es el presidente de las Ampas de los colegios públicos Ausiàs March y Lluís Vives.
La tensión empezó el domingo, con el Es Alert: «Mi mujer se quedó paralizada y mi hija se tapó los oídos, me decía que no bajara a la calle». Recordaba lo que hizo su padre el día de la dana, cuando consiguió rescatar a varias personas. «No sé si llamarlo psicosis, pánico o fobia, pero mi sensación es que la gente tiene miedo a que llueva. Y busca información sin parar. A mí no han parado de preguntarme. Y en los grupos se veía. Por ejemplo, compartiendo la webcam del barranco», relata. Reconoce que durante la noche del lunes tardó demasiado en dormirse.
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Ofelia Cuartero Forn d'Alcedo
Irse para no padecer
Ofelia y su marido empezaron a vivir en la casa familiar de él, situada en Forn d'Alcedo, el 18 de octubre de 2024. La acababan de arreglar. Diez días después quedó arrasada por el desbordamiento del Poyo. «Se inundó en cuestión de minutos. Pudimos salir con el agua por los hombros», describe. Cinco meses después la habitaron de nuevo. De cara a esta alerta roja la vecina, de 68 años y socia de la asociación Damnificados DANA Horta Sud Valencia, había empezado a subir cosas a la parte de arriba, a la típica 'cambra', cuando su marido le planteó la opción de irse al chalet de unos amigos de Picassent, en zona elevada. Dicho y hecho. «Hemos dormido tranquilos en lugar de estar en la cama pensando en la lluvia», explica. «Por la cabeza no me pasaba que volviera a suceder lo del 29 de octubre, pero sí que pudiera dañarse la casa si caían 400 litros, como se llegó a decir, pues vivimos en zona inundable», añade. «No diría que he pasado miedo, pero la incertidumbre y la angustia no te la quita nadie», remata.
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Lola Pardos Benetússer
«Mi hijo dice: ¿viene la dana?»
Lola aprovechó que la alerta se redujo ayer a naranja para hacer unas compras rápidas en el supermercado de Benetússer. Le acompañaban sus hijos: Vega, de 14 años, y Darío, de 6. Ha podido conciliar por el teletrabajo (también el de su marido), y señala que ha pasado «unos días tensos», sobre todo de cara a la noche del lunes. Por su parte, la adolescente reconoce que lloró con el mensaje de alarma: «Fue como revivir el del 29 de octubre. No estábamos en Benetússer, pero me vino a la cabeza la angustia de no saber de mis amigos y seres queridos». El pequeño se muestra tímido, y la madre responde por él: «Me preguntó si venía la dana, es algo que se ha sacado del colegio. Como que se lo dicen entre los niños para asustarse. Le explicamos que no va a pasar y que cuando llueve hay que estar en casa tranquilos».
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Míriam Martínez Alfafar
Ansiedad y preocupación
«Lo hemos vivido con bastante miedo y ansiedad. Mi hijo pequeño preguntaba si iba a volver otra vez», coincide Míriam, que es la presidenta de la Ampa del colegio Orba de Alfafar. Vive en el parque Alcosa, una de las zonas más dañadas el 29-O. «Intentamos explicarle que son las lluvias que llegan en otoño, que no es una inundación, lo que no quita que lo hayamos vivido con preocupación», añade. Define la alarma como un sonido «horroroso» y ve bien que suspendan las clases por prevención, aunque complique la conciliación. En su caso, el centro es de barracones. «Si se produce una emergencia los niños no tienen dónde ponerse en alto», advierte.
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