53 días de dudas y tensión: las claves de la investigación del 'caso Bea'
Las indagaciones de la Policía Judicial de Gandia trazan las últimas horas con vida de la joven de Oliva tras la identificación del cuerpo calcinado hallado en la montaña de La Creu
El puzzle que ya empiezan a encajar los agentes de la Policía Judicial de Gandia y de Homicidios de Valencia arranca en la medianoche del 8 al 9 de agosto. El instante en que Beatriz Guijarro es vista por última vez por las calles de Oliva. Los momentos que registran tres cámaras del municipio. El inicio de un suplicio de 53 días sin noticias de ella que ha tenido en vilo a su familia. Estas son las claves, y las dudas por despejar, del 'caso Bea':
La última noche
Beatriz Guijarro, de 29 años, camina por la plaza San Roque de Oliva. Es casi medianoche y se dirige al bar de su novio, Juanjo. Pasan un rato juntos mientras su pareja cierra el local y lo acompaña a casa. Después se dirige a su domicilio. Vive con su madre, su hermano y sus dos hijos, un niño de seis y una niña de ocho. Se cambia de ropa y sale. Va a casa de una prima hermana de su madre con la que la familia no se habla. Un detalle que desconcierta a su entorno.
La prima hermana ha declarado que se fue y le dijo que había quedado con alguien. Es cierto. Se cita con un hombre conocido por sus trapicheos en el municipio. Es la última persona que la ve con vida. La Guardia Civil ya lo ha interrogado. Ambos estuvieron juntos cerca de la montaña de La Creu. El lugar en el que apareció el cuerpo calcinado. Bea se esfuma pasadas las tres de la madrugada.
Las tres cámaras
Tres cámaras de Oliva registran los últimos movimientos de la joven de 29 años. La primera, un dispositivo municipal que la registra pasando por la plaza San Roque. Poco antes de la medianoche. Aún hay gente en las terrazas de los bares. Va mirando el móvil y mensajeándose con alguien. Viste un vaquero y una camisa. Se dirige al bar de Juanjo.
Otra cámara los graba a ambos aproximadamente una hora después. Cuadra con la versión de su novio. Estuvieron ese tiempo charlando en el bar y luego ella lo acompaña a casa. Después se despiden y Bea se dirige a su domicilio. El siguiente registro audiovisual es de la cámara particular que un vecino de Oliva tenía en su balcón. Bea no deja de mirar el móvil y de teclear. Tan centrada en el terminal que casi cae al suelo al tropezar con un bordillo muy pronunciado.
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La última imagen de Bea
Pasa por casa y se cambia de ropa. Va camino del domicilio de una prima hermana de su madre. No cuadra esta visita a la familia, pues la mujer no se habla con ellos hace tiempo. El nuevo atuendo lo demuestra la misma cámara de la plaza San Roque. Con las terrazas ya vacías y cerca de la una de la madrugada. Bea ha cambiado su vestido negro por un pantalón corto y una camiseta. Pasa un tiempo en casa de su 'tía abuela' y le dice que ha quedado. Así lo declara la prima ante la Guardia Civil. Un vecino de Oliva perfectamente identificado.
Una noche consumiendo cocaína y marihuana
El hombre con el que Bea quedó en la madrugada del 9 de agosto ha sido interrogado varias veces por la Guardia Civil. Hasta en tres ocasiones. Asegura que estuvieron juntos pero que luego ella se marchó. En su testifical ha señalado que consumieron cocaína y marihuana. la dejo bajar de su coche en una zona a unos 500 metros del punto en el que apareció este miércoles apareció el cadáver calcinado. Alarmas rojas encendidas en los investigadores. Hasta que la autopsia ha confirmado que se trata de Bea.
No hay ningún tipo de imputación sobre la última persona con la que estuvo Bea. Los agentes también han interrogado obviamente al novio de la joven, a sus padres y a la prima hermana. Ninguna relación con los hechos. El rocambolesco puzzle aún sigue sin cuadrar.
Un sinfín de falsos avistamientos
La difusión del cartel de Bea en medios de comunicación y redes sociales ha desatado un sinfín de llamadas a la Guardia Civil y a la familia indicando haber visto a la joven. Todas las pistas han sido descartadas. Pero los investigadores tienen que rastrear todas y cada una de ellas. La última llegó la pasada semana. Una mujer decía haber visto a la joven de Oliva en Orihuela. Cerca de la estación de tren y hablando por el móvil. La Policía Judicial de Gandia no ha hallado ningún indicio de veracidad de este testimonio.
Una desavenencia vecinal tras el incendio
En el rompecabezas del caso entró este miércoles un incendio. En la montaña de La Creu, el punto en el que apareció el cadáver calcinado de Bea, se produjo un incendio el pasado 4 de septiembre. Intencionado. Esas fueron las llamas que afectaron al cuerpo de la desaparecida. Detrás de él hay una rencilla personal entre dos vecinos de Oliva. «Te voy a quemar un día en el monte», le dijo uno de ellos a otro por una discusión. Sin relación alguna con la desaparición. El hombre fue detenido por estos hechos.
Y aquí radica el punto no aclarado. La montaña de La Creu fue peinada tras el incendio. Con medios aéreos y perros adiestrados. Bea ya más de un mes desaparecida aquel día. No apareció cuerpo alguno. Quizás el rastreo falló, aunque lo cierto es que estaba en un lugar muy inaccesible y escondido.
El ADN y el informe odontológico, claves
El examen de los agentes de Policía Judicial en la pinada en la que apareció el cadáver y la autopsia al cuerpo en el Instituto de Medicina Legal han sido los puntos neurálgicos de la parte final de la investigación. En la montaña de La Creu, los investigadores cribaron la tierra en busca de pistas de lo ocurrido. Allí aparecieron el teléfono móvil de Bea y su tarjeta de crédito. Cada vez estaba más clara la identidad.
En Valencia, la autopsia fue el foco principal. La dentadura del cuerpo, conservada pese al devastador efecto de las llamas, fue vital para determinar que era Bea. También las pruebas de ADN. Según ha podido saber LAS PROVINCIAS, los investigadores ya pidieron el propio miércoles un cepillo de dientes a la familia de Beatriz. Un utensilio doméstico de los que más carga genética acumula. El cruce de datos arrojó el resultado: Bea murió en aquella fatal montaña, al parecer tras sufrir una caída por los efectos de las drogas.