El 'hype'
Uno de los indicios de que te haces mayor es la nostalgia. Otro podría ser la sensación de no entender mucho de cuanto ocurre a ... tu alrededor, arrastrándote al convencimiento de que habría valido la pena nacer ameba para rebajar de raíz las expectativas. En el momento en que echas de menos tantas cosas como las que echas de más, date por amojamado: tu reino ya no es de este mundo.
El tipo se hace llamar Anuel, debió de encontrarlo más glamuroso que Manolo, y goza de tal éxito internacional que su multitudinario concierto en Valencia merece la consideración de hito musical para la ciudad. Confieso que no sabría ponerle voz o entonarle una canción, y lo hago con pesar, pues obligación del buen periodista es mantenerse al día y amasar recursos suficientes para colmatar sus lagunas. En mi descargo alegaré que no resulta tarea fácil adaptarse a la flora y fauna circundante. Todavía siento magullada la autoestima al recordar un reciente fracaso: queriendo dedicar una reseña a la Preysler en la nobilísima página dos del periódico, todo a cuenta de la publicación de su libro, hube de desistir por no saber qué cargo atribuirle. ¿Escritora? Eso es mentira. ¿Expareja de? Eso es machismo. ¿Celebrity? ¿Eso qué es? De modo que abrí el arcón de los clásicos y acabó pagándolo Zapatero, infalible como el buen desodorante.
Al menos con Anuel algo tenemos ganado. Por más que el reguetón sea triunviro de mis alergias, junto al polvo y la parietaria, no hurtaré al muchacho su condición de cantante. Que no de poeta. «Mi mujer me estaba llamando pero yo no contesté, porque yo estaba contigo perreando y de ella me olvidé...» Si Jorge Manrique levantara la cabeza, de inmediato querría volver a adentrarse en los ríos que van a dar en la mar.
Pero no es esto una crítica musical, sino mi rendición incondicional y el reconocimiento del avance firme hacia la vejez. Porque siento nostalgia: de un tiempo en que al público se le llamaba respetable, y se hacía respetar. Porque no entiendo nada: de los nuevos fenómenos socioculturales. Resulta que el tal Anuel, quien canceló de sopetón su primer concierto dejando a la chavalería compuesta y sin friki, compareció una hora tarde en el segundo. Y como ya le había ocurrido antes en Pamplona, Barcelona y Madrid, sólo cabe esperar que ninguna cadena lo reclute para las campanadas de fin de año, no sea que terminemos comiéndonos las uvas con el horario de verano. Hurgo en el personaje, ¿cantante dijimos?, y descubro que fue él, de nuevo él, quien tuvo aquella sonada gresca con Ibai Llanos en la velada del Bernabéu, a la que llegó con retraso y de la que salió por piernas y despotricando tras regalar algunos gallos memorables.
En realidad me importa poco el amigo Emmanuel. Lo que me lleva a admirar la dignidad evolutiva de la ameba es la aquiescencia de sus fans. Según cuenta quien lo entiende, no es que el tipo use un viejo Casio de aquellos con calculadora y olvide cambiarle la pila, sino que lo hace para generar, ¿cómo lo llaman?... 'hype'. Teníamos en el grupo un amigo habituado a crear 'hype' por medio de sus retrasos. Lo solventamos citándole a él una hora antes que al resto, y así lo volvimos puntual. Ahora resultará que aquel pollo no era informal sino un visionario. Prueba tú a llegar tarde al trabajo y que el jefe se parta la caja. Con tu 'hype'.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión