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Varios corredores, con dorsal indicativo de tiempos exigentes, esperan el momento de la salida. manuel molines
Toda la razón para Forrest Gump

Toda la razón para Forrest Gump

Cada vez hay más gente animando, más educación en los conductores y más conciencia de exprimir estas oportunidades

JUAN CARLOS VALLDECABRES

VALENCIA.

Lunes, 23 de octubre 2017, 00:08

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Vaya por delante que por muchos años que lleve escribiendo en este periódico, pocas son las veces que me han planteado llenar una página contando una experiencia tan particular como la de correr un Media Maratón. Servidor prefiere aplicar la teoría aprendida en la carrera -la estudiantil- que dice que lo mejor que puede hacer el periodista es alejarse del foco para tener una mejor perspectiva del asunto.

Asumido pues el primer reto de estirar la temporada de triatlón para llegar con un mínimo de condiciones a este desafío asfáltico sin que mi rodilla explotara, antes de que pasar por la línea de salida me planteaba la misma rutina previa a cualquier competición: aquí se viene a disfrutar. Seguramente es lo mismo que pensarán algunos de los miles de 'compañeros' con los que pasé esta mañana de domingo. Con algunos anduve kilómetros sin intercambiar palabras, de otros escuché lamentos («me han operado de cornetes este verano y no repiro una mier...») y los hubo que me animaban como si les diera pena («venga calvete, que esto está hecho»). La cuarta opción es la que acabé aplicando: cascos en las orejas, música y sentir mi propia respiración. Metido de lleno en esa tendencia huraña mientras trato de buscar un ritmo cómodo para que mis articulaciones y músculos no me dejen a las primeras de cambio en la estacada, me adelanta un tipo que me levanta la primera sonrisa del día. Gorra roja, camisa a cuadros abotonada hasta el cuello, pantalón largo beis y unas Nike blancas a la vieja usanza. No me lo podía creer. Me entretengo corriendo un par de metros por detrás de él viendo la reacción de la gente. Aun no hemos llegado a la Alameda y su espalda es todo un poema por el sudor. ¡Pero si lleva número y todo! El pack es completo: la pinta de Forrest Gump la clava y, por si quedara dudas, en la leyenda del dorsal lo deja claro: Forrest.

A uno le entra ese prurito que todos llevamos dentro y me planteo: «No puedo correr al mismo ritmo que un tío con ese atuendo». Le doy al gas -es un decir- mientras dejamos atrás la zona de Facultades. Cada vez hay más gente alentando (infinidad de pancartas de familiares), más comisiones falleras con todo tipo de disfraces que se vuelcan en los puntos de animación, más charangas, más educación de los conductores atascados, más aplausos de domingueros que se suman espontáneamente al asunto, más equipos como el Runners Valencia de mi amigo Pepe Albiol que desparraman energía, mejor organización (algunos se cabrearon por no estar el punto de avituallamiento exactamente en el kilómetro 10)...

Circulamos por Colón ya con la carrera más estirada. ¿Otra vez? ¡No puede ser! Forrest Gump a mi derecha. ¿Pero qué me está pasando si lo dejé atrás hace no sé cuanto? El tío va por el borde saludando a todos. Es la gran atracción. Luego, en meta (tras entrar varios minutos por detrás de mí, para tranquilidad de conciencia mía), se lo aclararía a mi compañero. «Me he disfrazado otras veces de Rocky Balboa, de Luke Skywalker con el maestro Yoda en la espalda, personajes de cine que en algún momento corren. Se sufre mucho, un pantalón de estos tiene su añadido, da mucho calor, pero yo corro para disfrutar. Para mí lo más importante es que una persona me mire y sonría, con eso soy feliz». Le doy la razón a Adán Barcells, que así se llama el personaje.

¿Mi tiempo? Mejor no entrar en detalles, me quedo con la satisfacción de haber disfrutado de un recorrido excepcional, de una temperatura agradable -el calor pasó factura a algunos- y hasta de haberme encontrado con mi primo a pocos kilómetros para el final y disfrutar de su compañía. Una Media Maratón da para todo tipo de recompensas. Se trata de algo muy simple -como dice Forrest-: de disfrutar.

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