Se podrá acusar a la oposición de oportunista por aprovechar una chanza de la Secretaria de Estado de Igualdad para atizar al gobierno y no ... se faltará a la verdad. En las oposiciones a político, deberían leerle al aspirante sus derechos, entre otros, «cualquier cosa que diga puede ser utilizado en su contra». Tanto en el gobierno como en la oposición. Deben aprenderlo y cuidar lo que dicen en voz alta. Se podrá atribuir toda la polémica a cierta inquina de la «extrema derecha», en palabras de la propia interesada, sin que esa interpretación se aleje del todo de la verdad. En definitiva, se podrán sacar conclusiones que echen balones fuera respecto a la impresión que esa manera de hablar deja en la ciudadanía pero no parece que la intervención de Rodríguez Pam sea la mejor forma de presentar la lucha contra el machismo en este país. Y menos en estos momentos. En un año que, apenas ha dado sus primeros pasos, ya acumula varias muertes por violencia de género es de todo punto inaceptable que una responsable de Igualdad hable como lo hace de un asunto tan grave. Sin embargo, lo que me ha llamado la atención, más allá de eso, es cómo bromea la número dos del ministerio sobre ella y su equipo. En un momento dado, explica que sus palabras son casi una broma particular de consumo interno destinado a «las locas del ministerio de Igualdad» y no he podido dejar de prestar atención a lo que evidencia esa autoreferencia. Con esa expresión, la responsable de Igualdad confirma la sensación que dieron las fotos que se hicieron las comadres durante el viaje de Irene Montero y sus amigas a Nueva York. Es posible que sea un equipo muy eficaz, preparado y profesional, pero ese tipo de actuaciones ofrece una imagen de cuchipandi jugando a ser ministras que dista mucho de lo que se espera del gobierno de España. Igual que Pablo Iglesias da la impresión de no haber abandonado su rol de universitario activista en modo asambleario, aunque ocupara la vicepresidencia del gobierno, las «locas de Igualdad» son esas amigas, muy comprometidas con la lucha, que se reúnen para preparar acciones cívicas a las puertas de un centro social. Lo que inquieta no es que frivolicen, pues espero que dada la gravedad del asunto, el aparente tono jocoso sea solo un espejismo. El problema es que apuntan más hacia una retroalimentación de sus presupuestos que hacia el esfuerzo por solucionar el problema de base. Miran más a la política que a la gestión, quizás porque andan escasas de experiencia y conocimiento para esto último, como parece señalar su cúmulo de errores.
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