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El hombre que descubrió a su nieta y a su mujer muertas, a las puertas de su casa. :: jesús montañana
Dos generaciones vinculadas al  pequeño comercio en San Marcelino

Dos generaciones vinculadas al pequeño comercio en San Marcelino

«La niña era un encanto. Muy despierta y guapa. Se encargaba de traducir a su abuela para comprar medicamentos», relatan vecinos de la familia

A. G. R. / J. A. M.

Sábado, 29 de agosto 2015, 00:17

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Las familias chinas constituyen un núcleo, por lo general, opaco. El idioma y la diferencia de costumbres no facilitan la relación con el resto de vecinos. Ni siquiera el paso del tiempo suele debilitar estas barreras. Algo similar ocurría con la familia que ha sido víctima del trágico suceso. El matrimonio regentaba Hipsersol Multiprecios, un bazar en el número 40 de la calle Músico Cabanilles, junto al colegio Salgui. Se trata de uno de los primeros comercios de este tipo en el barrio de San Marcelino. Allí trabajaba el matrimonio. «El hombre se encargaba de vigilar. Su mujer -ahora fallecida- y su hija estaban en la caja», cuenta una clienta asidua.

La pareja, alrededor de 50 años, llegó al barrio hace unas dos décadas. Entonces alquilaron un piso en Reverendo José Noguera. «No tenían ni agua; se lavaban en un parque cercano», recuerda una vecina que observó esta escena en repetidas ocasiones. Unos años más tarde, su economía había progresado. Entonces se mudaron a otra vivienda, en la calle Arzobispo Olaechea. Y en la última residencia, unos 85 metros cuadrados escenario del horrendo crimen, vivían desde 2010. El piso estaba en el número 21 de Tomás de Villarroya. Junto a ellos, una de sus hijas, de aproximadamente 30 años de edad que tenía una niña de unos tres años.

Fueron varios los vecinos que dudaban ayer acerca del estado de salud mental de esta joven por el que, al parecer, «había acudido al centro de salud». Residentes del inmueble relataron que, en alguna ocasión, la habían visto en la escalera de la vivienda «dándole la comida a su hija». Este comportamiento llamó la atención de sus compañeros de finca.

Otros vecinos explicaron que también era frecuente ver a esta joven, que destacaba por una dicción atropellada, en las terrazas cercana a su vivienda. «Se bebía unas cervezas y se fumaba algún cigarro». Hasta la fecha no había sido protagonista de ningún problema. Todo lo que recuerdan los vecinos era algún ruido propio de las tareas domésticas u otros que delataban la presencia de menores en el domicilio. «Escuché algún grito de noche», dijo un vecino sin la convicción de que aquello fuera una discusión.

Numerosos residentes pensaban que las dos menores, la víctima mortal de diez años y la de tres, eran hijas de esta mujer. No obstante, sólo la más pequeña era descendiente. La otra era nieta de otro hijo. «Esa niña era un encanto. Muy guapa y despierta. Era la que mejor hablaba español y ayudaba a traducir a su abuela cuando venía a la farmacia a comprar medicamentos», describieron desde el propio establecimiento, a unos metros de la vivienda.

Una tienda en Campanar

Las fuentes no coinciden al concretar si el padre de la menor asesinada, que ayer apareció alrededor de las siete de la tarde con el rostro totalmente descompuesto, vivía en el Puerto de Sagunto. No obstante, otros vecinos apuntan a que regentaba una tienda en el barrio de Campanar. Incluso las dos versiones son compatibles.

A lo largo de la tarde, numerosos familiares y amigos del matrimonio llegaron al domicilio del crimen. Un grupo de familiares había viajado desde Motilla del Palancar en un vehículo conducido por un joven de la localidad. Uno de los sobrinos de la mujer asesinada no podía contener el llanto. A unos metros, un buen número de curiosos se concentraba a las puertas de un centro de mayores.

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