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Imagen de la Luna en la que se pueden ver en oscuro sus mares. J. M. E. / Efe
Cuando la Luna ardía

Cuando la Luna ardía

Un estudio muestra que el satélite llego a tener una atmósfera formada por las partículas que emitían cientos de volcanes en erupción

J. LUIS ÁLVAREZ

Martes, 10 de octubre 2017, 01:19

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Hace entre 3,5 millones de años la Luna no era la roca inerte que actualmente se observa desde la Tierra. Cientos de volcanes brotaban de su interior. No es que se pareciera a Mustafar, el planeta en llamas donde Obi-Wan Kenobi vence a Anakin Skywalker y este pasa a convertirse en Darth Vader en 'La Guerra de las Galaxias, pero sí era un astro vivo y, para sorpresa de los científicos, con una densa atmósfera.

Un estudio realizado por los doctores Debra H. Needham, del Centro Espacial de Vuelo Marshall de la NASA, y David A. Kring, del Instituto Lunar y Planetario (LPI), demuestra que la Luna fue un planeta caliente y muy activo. El satélite tuvo una etapa eruptiva que se prolongó durante nada menos que 70 millones de años. A lo largo de ese período se formó una atmósfera integrada por gases y partículas que con el paso de los siglos disiparon por el espacio.

La investigación, que publica 'Earth and Planetary Science Letters', comienza con el análisis de las muestras tomadas por los astronautas de las misiones Apolo 15 y 17, entre 1971 y 1972. La recogida de materiales fue realizada en los ríos de basalto provocados por las erupciones que formaron los llamados mares lunares de la Serenidad e Imbrium. De esta manera se sabe que la atmósfera lunar estuvo compuesta por distintos gases como monóxido de carbono, oxígeno, azufre y otras especies volátiles.

Los científicos determinaron que estos dos mares se formaron por tremendas erupciones que tuvieron lugar hace entre 3,8 y 3,5 millones de años. Pero es que, además, los investigadores apuntaron que cuando tuvo lugar toda esta actividad volcánica la Luna estaba casi tres veces más cerca de la Tierra que en la actualidad, lo que a simple vista la hacia parecer tres veces más grande. De haber sido posible, un terrícola con prismáticos podría haber visto la actividad lunar con nitidez.

Los análisis de Needham y Kring apuntan que parte de los materiales de aquella atmósfera pueden haber quedado acumulados en las regiones más frías, como son las que permanecen más apartadas de los rayos del Sol, cerca de los polos lunares. En ellas se podría encontrar acumulaciones de hielo suficientes para realizar sin problemas los proyectos de exploración lunar. Todos estos materiales son susceptibles de proporcionar aire y combustible para que los futuros astronautas puedan trabajar en la Luna y, potencialmente, en misiones hacia Marte.

En los próximos años estos recursos serán uno de los objetivos de futuras misiones espaciales. La NASA, pese a los recortes presupuestarios, trabaja en la futura nave tripulada Orión y, junto a Rusia, en el proyecto de construir una base que orbitará alrededor del satélite.

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