Disciplina, multas y clases de yoga

Estricto con los jugadores; hábil para tratar a los jefes. Así es Javi Gracia: un obseso del fútbol. Su cuerpo técnico lo define como «exigente, perfeccionista y con mano izquierda».

El navarro es de los que entra a las 7 de la mañana a la ciudad deportiva y no se marcha hasta pasadas las 18 horas. Ni con el frío de Rusia, cuando entrenaba al Rubin Kazan, se quedaba un ratito más en la cama.

En su primera toma de contacto con el nuevo técnico del Valencia, más les vale a los jugadores, los que se queden de la plantilla actual y los que lleguen, sincronizar sus relojes con el de Gracia si no quieren rascarse el bolsillo. En el Watford multaba a cada futbolista con 100 libras (unos 113 euros) por cada minuto que llegasen tarde a los entrenamientos. Pero no es que él vaya a estar pendiente de eso, ni mucho menos.

En el conjunto inglés, un dispositivo electrónico ubicado en la caseta de vigilancia de la entrada a la ciudad deportiva registraba la hora de llegada de los jugadores. Y así no había discusión. A Gracia las nuevas tecnologías le gustan. Aprovecha cualquier nuevo aparato para exprimir al máximo las capacidades de sus futbolistas.

El día de su presentación es posible que llegue a Valencia con una maleta y una báscula. Ni un gramo de más permite a los suyos. Tal vez también revisará el gimnasio de la ciudad deportiva para ver si cuentan con las máquinas que más le agradan.

Pero no sólo con aparatos electrónicos se forma al futbolista. La armonía entre mente y cuerpo es fundamental y las normas hay que cumplirlas. A los jugadores les multaba si faltaban a sus clases de yoga, que son obligadas. Ping pong y piscinas completaban el trabajo realizado sobre el terreno de juego. Las charlas eran habituales, al menos tres veces por semana para analizar a los rivales.

Lejos de ser un entrenador tranquilo por aquello de dominar técnicas de concentración, el navarro es de los que acumulan kilómetros y kilómetros dentro del área técnica. Se le queda pequeño el rectángulo desde el que dirigir a los jugadores durante los partidos. En su etapa como técnico del Málaga, el entonces capitán, Duda, le definió como un «cansino del fútbol». El que seguro que no le ha olvidado pese a los años es el traductor que se convirtió en su sombra en Rusia. El hombre apenas podía seguir el ritmo del preparador sobre el césped en los entrenamientos.

Como hombre del siglo XXI que es, Gracia entiende que el fútbol ha cambiado. No le asusta el modelo de Peter Lim. El del máximo accionista que toma las decisiones sin dar más explicaciones. O eso parece. Soportó la presión del jeque Al-Thani en Málaga, de quien guarda «un buen recuerdo». En el Watford, trabajó con Giampaolo Pozzo, quien también es dueño del Udinese. El italiano le destituyó de un día para otro. Fue el pasado 28 de septiembre, curiosamente 17 días después de que el Valencia fulminara a Marcelino García Toral. «Me llamó por teléfono mi agente y me lo comunicó», dijo el navarro. No criticó al dueño italiano del conjunto inglés: «Respeto la decisión como hombre de club», añadió.

Su puesto en la escuadra británica, por cierto, lo ocupó otro exvalencianista, Quique Sánchez Flores, con quien no habló pero sobre el que entendió que la propiedad mantuviese conversaciones con él antes de ser destituido. Gracia afirmó nunca haberle dado más vueltas al asunto, asumiendo que el fútbol tiene situaciones incomprensibles. Como la suya o como la de Marcelino en el Valencia.