Preguntas sin respuestas
VICENTE GARRIDO
Jueves, 20 de noviembre 2025, 23:51
Se hacen encuestas acerca de la valoración que hacen los jóvenes del periodo franquista y saltan las alarmas: hay muchos que consideran que la democracia ... no es el mejor sistema de gobierno y que hay circunstancias que justifican la existencia de regímenes autoritarios. Hay sorpresa y comentarios indignados, y a mí lo que me sorprende es que pocos de los periodistas que escriben sobre esto indaguen en por qué ocurre esto. Que nadie se pregunte en qué medida los que han sucedido a la generación política de la transición han contribuido a este descreimiento de la democracia con su incompetencia y sus corruptelas. En qué medida son los representantes elegidos para gobernarnos los que, impertérritos, han contribuido a su propio descrédito.
Me pregunto cuándo se decidió que el mejor camino para llegar a puestos de responsabilidad en el partido y en los diferentes órganos de gobierno (nacionales, autonómicos y locales) era la fidelidad al aparato y no sus méritos para ejercer el cargo. Me pregunto por qué dejó de ser relevante el carácter moral del candidato o del designado a dedo como criterio fundamental para acceder al cargo, dejando de lado la integridad y la honestidad, como si representar a una ciudad, región o país fuera algo ajeno a la ética. Me pregunto en qué momento se consensuó que los modos soeces de actuar en los diferentes foros políticos, la ordinariez, la exhibición de la incultura y el matonismo eran modelos óptimos para el ejercicio de la política que inspirarían en el electorado admiración y, consecuentemente, que se fortalecería el estado democrático. Me pregunto cómo es posible que argumentos que son claramente falaces (cuando no mentiras flagrantes) se lancen sin rubor alguno para engañar a la opinión pública en el intento de machacar al contrario. Me pregunto cómo resulta prácticamente imposible tener un año en una legislatura sin que afloren casos de corrupción que sonrojan hasta el ciudadano más curtido. Me pregunto en qué cabeza cabe que los políticos, por pura supervivencia, no hagan una reflexión conjunta preguntándose si el clima irrespirable en que han sumido a la ciudadanía hasta la náusea gracias a su proceder no va al fin y al cabo contra sus propios intereses, ya que parece que el bien común y la verdad no les motiva para cambiar del todo lo anterior.
Sé que soy injusto con muchos, aquellos que no tienen nada que ganar en lo particular y hacen su labor por puro deber cívico; pero creo que la existencia de una minoría significativa incompetente y deshonesta, especialmente si encabeza los puestos de poder en el partido y en las instituciones, justifica mis comentarios. La pregunta clave es cuánto más hemos de soportar.
Me pregunto en qué cabeza cabe que los políticos no hagan una reflexión conjunta
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión