No se le puede decir nada
Frases como ésta de Hugo Duro resumen lo que van a leer ahora sobre un grupo y su jefe
Miércoles, 5 de noviembre 2025, 23:23
Tengo una decepción grande -imagino que la misma que ustedes- y no sé muy bien por dónde me vienen las bofetadas. Cuando llegó Corberán a ... nuestras vidas en la nochebuena del año pasado -todo muy propio de Meriton- pensaba que el enésimo invento de Lim llevaría definitivamente al Valencia a Segunda. En lugar de un entrenador contrastado en España, y acostumbrado a salvar a equipos, llegaba un novato en el fútbol de nuestro país. Una incógnita total. Una ruleta rusa. Pero me equivoqué. Cualquier entrenador cuando llega a un equipo nuevo siempre tiene de salida a todo el grupo enchufado. Es lo normal. Pero eso, sin algo más, se diluye con el paso de las jornadas. Y Corberán trajo ese algo más: conocimiento, táctica, seriedad y soluciones futbolísticas para un equipo atrapado en la nada... y Sadiq.
Los resultados empezaron a llegar desde la defensa y el orden táctico y apareció la confianza. Con confianza, cualquier equipo es capaz de muchas cosas. Así fue la historia del año pasado. Pero en aquella batalla por la supervivencia no había margen para los egos, las disputas o la gestión de grupo. Había un enemigo común tan poderoso acechando a la espalda que, o luchaban todos juntos, o se hundían todos juntos. Corberán puso las herramientas y el descenso, la motivación.
Como pasa tantas veces, no es lo mismo gestionar la huida de un tsunami que construir después de él. Este verano el Valencia empezó el curso sin mirar atrás; no había un descenso del que huir y sí un proyecto para construir y ahí todo cambia. Es cuando íbamos a ver aparecer al «otro» Carlos Corberán. El Corberán fichador de jugadores, el Corberán director de un grupo más amplio y gestionando nuevas expectativas. Un gestor de personas con intereses diversos y no un interés común: no bajar. En ese papel, la táctica y las herramientas pasan a un segundo plano. Se convierten en lo último a trabajar. Porque ya no se llega a un grupo desesperado al que rescatar; ahora les tiene que convencer. La mirada de jugadores a entrenador cambia: ya no le miran como «salvador», sino como únicamente «entrenador». Hoy un entrenador es ante todo un gestor de grupo. Es ahí donde a Corberán se le están viendo las costuras.
«Desde pretemporada, la música que ha salido del vestuario ha sido de disconformidad»
Desde pretemporada, la música que ha salido del vestuario ha sido de disconformidad con algunas decisiones personales -no futbolísticas- que han ido creciendo en el interior del grupo según pasaban los meses. Primero ha sido un leve «run run» y hoy es un ruido atronador. Los malos resultados lo acrecientan todo pero, que nadie se equivoque: sin grupo no hay resultados; no al revés.
Marcelino se pasó toda la primera vuelta del segundo año sin ganar y la plantilla moría por él.
Corberán está perdiendo ese partido. Lo sabemos todos los que seguimos al equipo y lo sabe él también. ¿El asunto? Tener un problema y no afrontarlo. Bien porque el ego te impide aceptar la derrota como gestor o bien por la incapacidad para gestionar de otra manera. En ambos casos el desastre está asegurado. Sin jugadores no hay entrenador que se salve. Si tienes a los jugadores, ya puedes sacar el libro de la táctica (en el que mantengo que es muy bueno). Pero, de momento, llevamos once jornadas viendo a un equipo en el campo que se parece cada día más al último mes de Baraja y un entrenador empeñado en no cambiar nada.
Pues, o cambia de arriba a abajo -y de dentro a fuera-o le cambiarán a él. Por muy fuerte que se crea. Nada hay más fuerte que los resultados y no hay fútbol sin futbolistas.
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