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Pedro III con la corona en un manuscrito medieval. lp
Pedro III 'el Grande', el rey nacido en Valencia que se lanzó al mar Mediterráneo

Pedro III 'el Grande', el rey nacido en Valencia que se lanzó al mar Mediterráneo

El monarca fue calificado como el 'segundo Alejandro Magno' y como 'el hombre que vino al mundo con más gracias después de Jesucristo'El hijo de Jaime I el Conquistador fue excomulgado y tuvo agrios enfrentamientos con su propio hermano, Jaime II de Mallorca

ÓSCAR CALVÉ

VALENCIA.

Domingo, 5 de noviembre 2017, 00:11

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«Ni siquiera creo que galera o barco se atreva a ir sobre el mar sin el salvoconducto del rey de Aragón. Ya no solamente galera o buque. No creo que ningún pez se atreva a moverse por el mar si no lleva un escudo o seña del rey de Aragón en la cola para mostrar el salvoconducto de aquel noble señor, el rey de Aragón y de Sicilia». Esta sentencia -adaptada por un servidor al castellano actual- fue supuestamente pronunciada por el almirante calabrés Roger de Lauria en alusión a su señor y amigo personal, el monarca Pedro III de Aragón. Así lo recoge la Crónica de Bernat Desclot escrita en 1288. No hay mejor presentación del protagonista de esta semana, el hijo de Jaime I el Conquistador, Pedro III: un rey nacido en Valencia y que pasaría a la historia como 'El Grande' por su personalidad, si bien su altura también justificaría tal apelativo.

El próximo sábado se cumple el aniversario de su muerte, acaecida el 11 de noviembre de 1285, cuando contaba con 45 años. Pese a nacer sin la perspectiva de convertirse en rey, quiso el destino (la prematura muerte de su hermanastro), y su famoso padre (por testamento), que Pedro se hiciera con la mayoría de los territorios de la Corona de Aragón, entre ellos nuestro antiguo reino. 'El Grande' abrió una inusitada experiencia expansionista por el Mediterráneo que, con el paso del tiempo, alcanzaría dimensiones insospechables. Para ello lidió batallas tan particulares como una cruzada donde él era el excomulgado por la Iglesia, o un enfrentamiento con su hermano Jaime II de Mallorca. Si el hombre no sólo vive de pan, la historia no sólo se nutre de guerras. Así que les adelanto una de esas suculentas curiosidades que evidencian que la Edad Media no fue el período tan oscuro que a menudo se piensa. Un estudio relativamente reciente dictaminó que, con casi total certeza, Pedro III se teñía la barba. Pero volvamos a la cita inicial. Frecuentemente vemos en ficciones televisivas expresiones que sintetizan el carácter de una persona o de un linaje. Pongamos por caso uno muy conocido: «Los Lannister siempre pagan sus deudas». Hace casi siete siglos y medio, un cronista advertía -a través de un personaje real- que ni los peces osaban nadar sin llevar el distintivo real. El de Pedro III de Aragón. Guionistas, tomen nota.

Un inesperado reinado

'El Grande' abrió una inusitada experiencia expansionista por el Mediterráneo Pese a destacar pronto en el campo de batalla, su curiosidad artística le llevó a practicar la escrituraSu muerte acaeció el 11 de noviembre de 1285, cuando tan sólo contaba con 45 años de edad Dejó al menos 13 hijos, siete con su esposa y seis fruto de relaciones extramatrimonialesTomó la isla que había perdido su suegro y fue coronado también rey de Sicilia Le fueron cortados los pies para que encajara su cuerpo dentro de su peculiar féretro

Pedro nació en Valencia durante el verano de 1240, apenas dos años después que su padre tomara la capital del nuevo reino. No había nacido para reinar. Pedro era el primogénito del segundo enlace matrimonial de Jaume I, con Violante de Hungría. Pedro tenía dos hermanas mayores, pero estas, por su condición femenina, no contaban para portar la corona. Sí que contaba, y mucho, el infante Alfonso, su hermanastro, el único hijo que el Conquistador había tenido con su primera esposa, Leonor de Castilla. Pedro fue educado desde su infancia en las armas y en las letras. Al quedar huérfano de madre (1251) su preparación fue dirigida por las grandes casas nobles del momento, destacando pronto en el campo de batalla, sin menoscabo para su curiosidad artística, pues además de proteger a trovadores, practicó la escritura.

Su hermanastro Alfonso fallecería en 1260, si bien el Conquistador ya había mostrado años atrás su preferencia por repartir sus reinos entre al menos 4 de sus hijos. Finalmente, el ulterior testamento de Jaime I hacía recaer el gobierno de los territorios de la Corona en los dos vástagos de mayor edad que el Conquistador había tenido con Violante. Por un lado Pedro, quien lideraría el reino de Aragón, el de Valencia y los condados catalanes. Por el otro su hermano Jaime, tres años más joven que él, heredaría los títulos de rey de Mallorca, Conde del Rosellón y de la Cerdeña y señor de Montpellier. En cualquier caso, Jaime tenía que rendir obediencia a su hermano mayor. Han acertado, no siempre fue así. Su rivalidad, manifiesta desde la infancia, se extrapoló a la madurez. Sin contacto alguno en largos períodos, fueron enemigos en más de una ocasión. De hecho, sólo el fatal destino de Pedro evitó el intento de conquista del reino de Mallorca que ostentaba su hermano. En todas las casas cuecen habas... Y eso que el Conquistador dictó que si alguno de los dos moría sin descendencia, las propiedades del difunto pasarían al supérstite. La conocida longevidad de su progenitor postergó la llegada de los pretendientes a sus respectivos tronos más años de lo habitual. La muerte en Alzira de Jaume I (1276) convertía a Pedro en el monarca de los territorios citados, cargo que apenas ostentó nueve años, pues fallecería en 1285. Dejaba una huella imborrable en la historia, además de al menos 13 hijos, siete con su esposa, seis fruto de relaciones extramatrimoniales.

A por el Mare Nostrum

Pedro había mostrado su valía en armas infinidad de ocasiones, siempre al servicio de los intereses de su padre. Tras ser coronado en Zaragoza, uno de los primeros frentes que acometió Pedro III el Grande afectaba al Reino de Valencia. Jaime I no había logrado frenar una violenta revuelta musulmana en el interior de la actual provincia de Alicante. La sublevación llegó a su fin gracias a la intervención de Pedro, quien protagonizó un dilatado asalto al castillo de Montesa, principal fuerte de los sarracenos. Estos claudicaron tras un asedio de más de dos meses, entre julio y agosto de 1277.

No obstante, si Pedro deseaba practicar una política expansionista, el Mediterráneo ofrecía las mejores posibilidades. Sus huestes ya no disponían de tierras susceptibles de ser tomadas en la península: por el norte Francia y por el sur Castilla, se presentaban con ejércitos cristianos demasiado poderosos. Además, el mar ya era bien conocido por Pedro el Grande, acostumbrado al envío de sus flotas al norte de África, sea para comerciar o para guerrear contra aquellos que consideraba que podían impulsar una nueva y definitiva revuelta en el reino de Valencia. Se presentó una oportunidad única. Casado con Constanza de Sicilia, Pedro aprovechó en 1282 un sangriento alzamiento de los sicilianos contra el poder francés ejercido en la isla mediterránea -por cierto con un comportamiento abusivo-, desde 1266. La esposa de nuestro protagonista, la aludida Constanza, era hija de Manfredo de Sicilia, precisamente el regente al que los franceses habían derrocado. Con el beneplácito de los oriundos y una hábil política de pactos, Pedro tomó la isla. El 30 de agosto de aquel año era coronado rey de Sicilia. Además, con el temido Roger de Lauria encabezando las flotas la Corona de Aragón, Pedro III también se hizo con Malta el 8 de junio de 1284, así como con algunas islas notables del norte de África. En otras palabras, afianzaba su poder en el Mediterráneo con varias plazas estratégicas. Para entonces ya estaba excomulgado. El Papa, aliado del rey de Francia y acérrimo enemigo del linaje de Constanza, excomulgó al rey de Aragón. También dictaminó que Sicilia pertenecería a la casa francesa, que temporalmente contó con Jaime, el hermanísimo, como aliado. Pedro hizo caso omiso al pontífice y sólo en su lecho de muerte, y quizá ante el temor a arder en el infierno, cedió al requerimiento papal, pero sus hijos no estaban por la labor... Esa ya es otra historia. Algunos cronistas de la época orientados a exaltar la figura de Pedro III lo definieron como «lo segon Aleixandre (Alejandro Magno) per cavaleria e conquesta», incluso como «el hombre que había nacido con más gracias después de Jesucristo».

No falleció en combate

Pedro murió por tuberculosis y no en campo de batalla, como asegurarían las fuentes coetáneas francesas con claro afán propagandístico. Su deseo era el de ser enterrado en el Monasterio de Santes Creus (Tarragona). Allí se mantuvo su cuerpo inerte cerca de 17 años, con algún tipo de embalsamiento, a la espera de la finalización de su morada definitiva. No era cualquier morada. Su amigo Roger de Lauria trajo de Roma una gran bañera de pórfido rojo donde reposarían sus restos. Aquella enorme urna que descansa sobre 4 leones fue cerrada en la parte superior por un fantástico trabajo escultórico, quedando todo el conjunto encerrado en una especie de pórtico de carácter gótico. Su espectacular féretro es el único de su linaje real -y de los pocos en todo el continente- que no ha sufrido profanación. Por eso Pedro III el Grande es el monarca del que mejor se conoce su fisionomía. En 2009 se analizaron sus restos. Descubrieron que se teñía la barba y que, dada su altura, le fueron cortados los pies para que encajara su cuerpo en aquella bañera. Nimiedades para un hombre que incluso intimidaba a los peces.

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