Los últimos días del Doctor Moliner
Los familiares dan por hecho que el lunes 18 ya no seguirán en Porta Coeli | Servicios como el gimnasio ya están bajo mínimos mientras los celadores ayudan a desmontar el mobiliario que irá a Mislata
Los celadores que aún quedan en el Doctor Moliner apenas trabajan estos días de celadores. Trasladar pacientes en camas o sillas es en estos ... días lo de menos, porque por la puerta de ingresos hace tiempo que no llegan nuevos enfermos. A este acceso del hospital que inauguró aún en el siglo XIX siguen llegando furgonetas, pero ya no adaptadas como ambulancias. Son vehículos industriales que trasladan muebles, neveras y el material de limpieza de Porta Coeli a Serra. Y los celadores colaboran en las labores de sacar estos enseres del edificio.
Son los últimos días del Doctor Moliner antes de que cierre definitivamente para un lustro. Una parte del personal sanitario –sin demasiadas ganas de comentar cómo es el día a día en el recinto– sigue en Serra, mientras el resto ya están atendiendo a pacientes u ordenando las nuevas dependencias en el Pare Jofre o en Mislata. Roberto desafía a la ola de calor y, pasadas las 13:30, empuja la silla de ruedas de Begoña, su mujer. Sufrió un ictus en noviembre –«al principio creíamos que se había desvanecido en el trabajo por el estrés»–, la atendieron en La Fe y en febrero la derivaron a Porta Coeli.
Noticia relacionada
Los enfermos, ante el colapso del hospital Padre Jofré: «Es un desastre»
«Cuando acabaron los niños el colegio alquilamos una vivienda en Náquera. Vengo cuatro veces al día, y después tenemos permiso para llevarla a casa hasta las 19», explica Roberto. Por la mañana, Begoña realiza rehabilitación en un gimnasio que cada día tiene menos aparatos. «Nosotros nos vamos a Mislata, y la verdad es que nos va a venir mejor porque residimos en la avenida del Cid», comenta el hombre. Da por hecho que el traslado será esta semana, igual que Alicia e Itziar, familiares de otra Alicia, madre de la primera y abuela de la segunda. Han llegado porque a su familiar le han dado el alta este lunes: ellas tardan una hora en recoger sus enseres y la mujer será trasladada más tarde hasta Bétera, donde residen. Por ello, ya se ha reducido en al menos 1 los 18 pacientes que aún quedaban la semana pasada.
Aunque la Conselleria de Sanitat prefiere no dar plazos más allá del «finales de agosto o primera quincena de septiembre» que comunicó en su momento, la sensación es de cierre inminente. Este lunes, el único departamento que operaba con normalidad era el de cocina, cada vez con menos comida que preparar ante el goteo en la salida de pacientes. El personal, eso sí, ya tenía previsto para este martes compaginar el desmontaje con su labor en los fogones.
Si la puerta de ingresos tiene trasiego para sacar muebles, la de consultas externas es un desierto. Hay una corchera llena de anuncios que ya nadie atenderá: desde ofertas de cuidadores de pacientes a material de segunda mano como grúas o camas articuladas. La cafetería, casi vacía, es el oasis para un par de sanitarios que se toman un respiro, y para el chófer del autobús que aún cubre el trayecto desde la Estación del Norte hasta el Doctor Moliner. Esta línea llega al hospital desde mayo, después de mucho tiempo de reivindiciones conjuntas del personal del hospital y de la base militar. «Hace ya semanas que no traigo a nadie hasta aquí. Alguna vez a un soldado que se baja en cuartel, y el otro día un chico que iba a la hípica... pero hasta aquí ya no viene nadie», incide el conductor: «Imagino que en los próximos días modificarán de nuevo la ruta».
En cuanto al edificio, ya está operativa un ala de la segunda planta y otra de la primera. «En un lado están los pacientes y en el otro están las camas amontonadas en la zona de los ascensores», comenta Alicia. Su madre sufrió un derrame cerebral en marzo y en Semana Santa la trasladaron al Doctor Moliner: «Gracias al trabajo de rehabilitación ha recuperado bastante».
Ambas mujeres hablan maravillas del personal del hospital de Porta Coeli, especialmente por la experiencia con Itziar. «Me destrocé la rodilla en un mal giro. Tenía los ligamentos externos rotos y la rótula desplazada. No me hicieron pruebas y decían que el dolor era del crecimiento. Estuve 3 años así y al fin con 17 me operaron. Me rehabilitaron aquí y estoy totalmente recuperada», señala la joven. «Sólo puedo decir cosas buenas del personal, da pena que vaya a estar cerrado tanto tiempo», lamenta Alicia.
Su madre tiene cita para seguir la rehabilitación en septiembre en el Arnau de Vilanova. «Para los pacientes esto es un lujo. No es lo mismo estar en Valencia que aquí, en medio de la naturaleza y por las tardes pueden salir a pasear», subraya Alicia. El edificio, salvo esas dos alas donde se ve movimiento, es ya una mole entre vetusta y fantasmagórica. En el entorno, salvo por esas furgonetas que trasladan material o los vehículos en los cambios de turno, reina el silencio. Quedan cinco años para que vuelva a honrar al Doctor Moliner, cuyo tesón hizo que abriera por primera vez sus puertas en 1899.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión