Los enfermos, ante el colapso del hospital Padre Jofré: «Es un desastre»
«Está masificado, nos vamos», dicen los familiares, que piden el alta voluntaria y critican la masificación del centro tras la llegada de 30 usuarios del Doctor Moliner
Las familias se están hartando. Y eso que sólo hace un poco más de un mes desde que el hospital Padre Jofré duplicó 30 ... habitaciones para acoger a los enfermos derivados por el cierre del Doctor Moliner. Pero critican que en este periodo el centro ha empeorado en su calidad asistencial y se ha saturado. «Esto es un desastre, hemos pedido el alta voluntaria y nos llevamos a mi padre a un centro de día», lamenta Amparo, que este jueves tomó la decisión de marcharse con su padre, que se recuperaba de un ictus desde marzo.
«Desde que pusieron las camas dobles y trajeron más gente todo es un desorden», añade la mujer, que explica que las habitaciones «son pequeñas, caben muy justas dos camas y casi nada más, sin apenas separación», cuenta. De hecho, un informe de Riesgos Laborales de la propia Conselleria de Sanidad desaconsejaba poner a dos pacientes en una habitación, pero aun así se está haciendo. Las dos camas están separadas por un estor que hace de parabán, con menos de 50 centímetros entre ambas. En junio hubo concentraciones en el Jofré como protesta por esta medida, y esta semana la Federació d'Associacions Veïnals de València también criticaba la situación en la que se encuentran los enfermos.
Pero además, para los familiares la situación también ha empeorado. La dirección del centro tuvo que quitar los sofás para hacer sitio a la segunda cama, y colocaron una butacas para cada acompañante. «No se reclinan, son incomodísimas», dice Amparo. «Nos prometieron que pondrían sillones reclinables, pero no ha sido así. Me llegué a traer una tumbona de playa pero la directora me obligó a quitarla», lamenta la mujer. «Ahora me llevo a mi padre a casa y voy a tener que pagar 1.400 euros de un centro de rehabilitación y otros mil entre la cama articulada y una grúa para moverlo», comenta.
Una opinión que comparte Cortes, quien también ha tenido este tiempo a su padre ingresado, y este viernes le han dado el alta. «Hemos compartido habitación y es un caos desde que las duplicaron, porque son pequeñas, sin espacio casi para moverse», expresa. Algo que supone una merma en la atención a los enfermos, según ella. «Estábamos muy cansados, veíamos que no era la misma atención que había antes, al duplicarse ha empeorado», asegura. «En este último mes y medio no se ha acabado de recuperar, cuando lo podía haber hecho mejor con más atención de los fisios y de los terapeutas», dice la hija.
«Tanto en la terapia como en la rehabilitación ha ido a peor, recortaron tiempo de atención, decían que iban a traer más personal pero no ha sido así. Enfermeras y auxiliares sí que hay suficientes, pero en rehabilitación no», expresa. «Al principio estábamos muy a gusto, con una atención buenísima, pero desde que llegaron los 30 pacientes ya no es la misma», comenta. Precisamente en esas sesiones de rehabilitación, Amparo detalla que se redujeron de 45 minutos antes a media hora en las últimas semanas, porque el aumento de pacientes obliga a atender más y reducir el tiempo.
Y además, esas reducidas dimensiones de las habitaciones obligan a las trabajadoras del centro a tener que sacar las dos camas cada vez que deben atender al paciente del fondo del cuarto. «Mi padre va con grúa y cuando entraban a por él tenían que mover las dos camas. Y después para volverlo a meter en la habitación, tenían que sacar al compañero al pasillo, y con todos pasa eso», apunta Amparo. Lo que, a su vez, deja los corredores y zonas comunes con obstáculos, como sillas de ruedas o butacas, porque no caben en las habitaciones. «Si pasa un carro de comida, una urgencia, una cama, el pasillo está lleno de cosas y se pueden tropezar», cuenta.
Los familiares establecen claramente un antes y un después desde que llegaron los 30 nuevos enfermos. «Se ha saturado en este tiempo, ha ido a peor, está masificado. Antes era un hospital más pequeño, familiar, de larga estancia, que ofrecía buenos cuidados para recuperar al paciente, pero ahora ya no se recupera igual», expresa Cortes. «Es una pena porque era uno de los mejores centros para larga estancia y ahora ha empeorado», añade la mujer, que llevaba con su padre desde el pasado enero, cuando ingresó para recuperarse de un ictus.
Todos estos motivos han conducido a Amparo a solicitar el alta voluntaria «porque no es un sitio para recuperarse bien», critica. «Desde que llegamos en marzo hasta ahora ha cambiado totalmente, el personal no le dedica tanto tiempo al paciente, las condiciones son peores, en las terapias no les dedican tanto tiempo, porque es el mismo espacio y el mismo personal pero con más pacientes, es un desastre», expone.
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