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El ladrón bueno

Arsénico por diversión ·

¿Por qué va a ser justificable el uso fraudulento del dinero público en un caso y no en el otro?

María José Pou

Valencia

Miércoles, 20 de noviembre 2019, 07:51

Diferenciar entre ladrones buenos y malos es un clásico; no es un invento actual. Ya en la Biblia aparecen ambos crucificados junto a Jesús. El bueno, reconociendo que es un inocente quien comparte agonía con ellos y el malo, incapaz de distinguir al criminal del perseguido injustamente. La bondad o maldad del ladrón nace de nuestra afinidad con él o de la capacidad de blanquear su acción tal y como vemos a menudo cuando determinados personajes son salvados o condenados por ser quienes son, y no por actos semejantes a los de sus opuestos. Cuando roba una madre con una tarjeta de crédito para comprar pañales todos nos conmovemos porque entendemos que no hay ánimo de lucro. En la mayoría de ocasiones desconocemos los detalles que podrían hacernos cambiar la imagen buenista de lo sucedido pero, en cualquier caso, construimos todo un discurso exculpatorio. Es cierto que la propia Justicia contempla circunstancias atenuantes o eximentes para suavizar la condena, no porque lo realizado no sea punible sino porque es necesario tener en cuenta lo que rodea su desarrollo. Así, pagar con una tarjeta robada, aunque sean unos pañales para el bebé, es robar. Y el robo es un delito y es una falta moral. Ciertamente no es lo mismo que usar la tarjeta de una caja de ahorros para sacar dinero a espuertas o de un ayuntamiento para divertirse en un club de alterne, pero el hecho no deja de ser censurable.

Tras la sentencia de los ERE, parece inevitable la comparación con los casos de corrupción del PP, en especial el Gürtel. Puestos en relación, los saqueos de las arcas públicas son igualmente condenables. ¿Por qué va a ser justificable el uso fraudulento del dinero público en un caso y no en el otro? Ya hubo quienes alegaron que en el caso de los trajes de Camps -peccata minuta en comparación- lo importante no era si se trataba de unos pocos trajes o de un maletín con miles de millones. La cuestión era la falta moral y la actitud ante un presunto delito. Es cierto, llevarse un paquete de folios de una institución pública no es como desviar cuatro millones de euros pero ninguno de esos comportamientos es excusable y tan reprobable es sisar en lo menor como robar en lo mayor. Muestra desprecio por la función de custodia y buena gestión que se espera de un responsable público.

En las últimas horas asistimos, sin embargo, al blanqueamiento de la inmoralidad de algunos ilustres miembros del PSOE. No son tan malos como el PP, vienen a decir sus palmeros. No sé si lo son pero han sido condenados por una trama corrupta y pesebrera de Andalucía que no solo birló dinero público sino que también favoreció el mantenimiento del status quo en una comunidad lastrada por prebendas, chiringuitos y subvenciones para sopas bobas. Si el Gürtel enriqueció vergonzosamente a algunos e incluso a un partido, los ERES contribuyeron a empobrecer una comunidad por puro poder y avaricia de unos cuantos.

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