El olvido de la tumba del hombre que trajo el tenis a la Comunitat
El CT Valencia quiere poner en valor el modesto rincón del Cementerio Británico Protestante donde reposan los restos de Alfred Faulconbridge
El origen del tenis se remonta a la Edad Media, como evolución del 'jeu de paume'. Pelota a mano, el milenario deporte procedente de la ... Antigua Grecia, y que en la Comunitat está más que arraigado. Pero lo que es el tenis moderno, no llegó a estas latitudes hasta finales del siglo XIX por medio de un británico, eso sí, gracias a algo tan valenciano como las naranjas. Ese fue el oro vegetal que atrajo a Alfred Faulconbridge, un pionero en la modalidad de la raqueta cuyos restos reposan en un rincón demasiado modesto para su relevancia en el deporte valenciano. El inglés hizo fortuna con la exportación de cítricos a su tierra de origen. Camino del siglo de su muerte –en 1932–, en el CT Valencia creen que ha llegado el momento de saldar la deuda con esa figura tan importante poniendo en valor el rincón del Cementerio Británico Protestante donde reposa.
Faulconbridge y Ellen, su mujer, llegaron con la idea de integrarse al 100% en Valencia. Pero él tenía como algo innegociable una nueva modalidad recreativa que lo había cautivado: el 'lawn tennis'. Y su denominación se debe a que sus practicantes buscaban un prado al que llegaban con una caja. Esta contenía un par de raquetas, alguna pelota e, importante, una red atada a dos estacas que clavaban en la tierra y hasta un manual con las reglas. El comerciante británico, en uno de sus viajes a su lugar de origen, se hizo con uno de esos kits. Fue en el chalet del Huerto del Santísimo donde un amigo le ayudó a encontrar un espacio apropiado para jugar. Aquel espacio ubicado junto a la Alameda se convirtió en el centro neurálgico del tenis en la ciudad de Valencia.
Años más tarde, en 1905, se fundó el Sporting Club, la primera denominación del actual Club de Tenis Valencia. Faulconbridge había terminado de asentarse en la ciudad, donde centralizó su actividad profesional y también su faceta de practicante e impulsor del tenis: llegó a presidir la nueva entidad y jugó torneos como el Campeonato de España, donde alcanzó los cuartos de final, e incluso un Mundial de Pista Cubierta celebrado en Barcelona.
Además, era conocida su pasión por los gatos –alimentaba a los integrantes de una colonia de felinos junto a aquella sede del Sporting– y le encantaba la literatura de Charles Dickens. Faulconbridge donó una importante cantidad de dinero para que el Sporting Club tuviera unas instalaciones dignas y, meses después, falleció. Sucedió el 15 de junio de 1932 y un año después, como reconocimiento, la entidad impulsó un nuevo torneo de tenis, la 'Copa Faulconbridge'. Esta competición con el tiempo dejó de celebrarse pero la entidad actualmente –y en gran parte gracias al británico– asentada en Botánico Cabanilles decidió recuperarla hace unos años.
Esta historia, con más detalles, se podrá leer en el libro que saldrá a la luz en 2026, impulsado desde el CT Valencia y escrito por David Castelló. Tras la muerte de su marido, y como el matrimonio no tenía hijos ni más parientes en la ciudad, Ellen regresó a Liverpool. Los restos de Faulconbridge reposan en el Cementerio Británico Protestante, pues en esa época, al no ser católico, estaba prohibido que lo enterraran en el camposanto General.
Este espacio sólo está abierto al público el 1 de noviembre. Esto, y la ausencia de descendentes en Valencia, motiva que la tumba de Faulconbridge se ciña a una lápida (eso sí, perfectamente conservada, y un recuadro de piedras. Estos días, LAS PROVINCIAS ha sido testigo de la ofrenda floral realizada por el presidente del CT Valencia, Ole Andresen, y del director de la 'Copa Faulcombridge', Pablo Andújar. La idea de la entidad es poner en valor la tumba. «En las próximas semanas trasladaremos la propuesta a la junta directiva y en cualquier caso lo haremos de la mano de sus descendientes», señala Andresen. Otra medida será saldar una sencilla deuda histórica: alguien, nadie sabe cuándo, cambió la M por la N en el nombre del torneo. Alfred, valenciano de adopción, era muy inglés: tomaba el té cada tarde a las 5 y su apellido no se regía por la ortografía en castellano.
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