Arquitectos critican los vaivenes de Cultura en los derribos de la escuela de Agrónomos
Guillermo Vázquez Consuegra, autor del Muvim, se suma al manifiesto crítico con la intervención en el complejo modernista
La decisión de la Dirección General de Patrimonio de requerir un informe sobre «los valores culturales y arquitectónicos» del próximo inmueble a derribar en el complejo de la antigua Escuela de Agrónomos -el edificio de una altura que circunda la torre principal de Agrícolas- ha causado una sensación agridulce entre algunos de los arquitectos que se han mostrado críticos con la primera intervención, que supuso la demolición de las naves traseras como paso previo a las obras de ampliación del Hospital Clínico. Si bien se valora la exigencia de esta cautela, que no existió en el primer derribo y que vinculan con la presión social, también se lamenta la sensación de «improvisación» que rodea al procedimiento.
«Significa que las reacciones han tenido eco», defiende Francisco Juan, catedrático del departamento de Expresión Gráfica Arquitectónica de la Politécnica. «Lo criticable es que todo el proceso tiene un carácter de improvisación evidente, dando una licencia urgente habiendo tantas dudas sobre las naves», explica el experto. «Que se requiera el informe es buen síntoma, pero vuelve a haber dudas sobre quién tiene que hacer esa valoración cultural», añade. «Creo que el promotor o sus técnicos no son los agentes indicados para ello, deberían hacerla las administraciones con competencias, y si no las entidades consultivas con capacidad para estos temas», dice.
«Requiere unos tiempos y en todo momento se ha tratado con urgencia. Parece que sigue habiendo improvisación, lo que no permite augurar un final feliz», sentencia, antes de lamentar la «alarmante precariedad de medios» de la administración para valorar el patrimonio. «Todo se debería haber hecho antes», concluye el también director del Instituto de Restauración del Patrimonio de la UPV. La organización ya emitió un comunicado muy crítico con la actuación, si bien en este caso Juan puntualiza que se posiciona a título personal.
«Es un reconocimiento de que las cosas se han hecho mal», en opinión de Julio Gómez-Perretta, uno de los impulsores y firmantes del manifiesto de arquitectos en defensa de la obra de Fernando Moreno Barberá.
«No estamos hablando de edificios relativamente desconocidos, si no que salen en todos los estudios de arquitectura moderna que tenemos en la península. Se conocen y se tenían que haber protegido en su integridad pues forman una unidad: el edificio más alto y las naves forman parte de ese elemento», destaca.
También cree que «no se ha actuado por ignorancia, sino tratando de conseguir unos objetivos a través de atajos, y que tras las reacciones creo que nadie se va a atrever a utilizarlos», describe, antes de destacar el trabajo del Colegio de Arquitectos. «Su reacción ha sido muy importante porque algo está cambiando», señala. «Esperemos que sea una vacuna para que no vuelva a ocurrir», concluye, antes de incidir en las exigencias que suele plantear la administración en cualquier intervención patrimonial.
El manifiesto está firmado por una treintena de profesionales, y se acaba de incorporar Guillermo Vázquez Consuegra, arquitecto de proyección internacional y autor del Muvim.