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La foto del reportero Gómez Durán fue publicada por la prensa gráfica de Madrid. El guardia civil yace muerto en la acera mientras personal del Hospital intenta atenderle. :: lp

La 'huelga del pan' dejó 1916 sin Carnaval

Inquietos por el paro y la carestía de precios, los obreros dejaron de trabajar desde el 29 de febrero hasta el 4 de marzo

F. P. PUCHE

Sábado, 6 de febrero 2016, 23:46

La guerra, esa Guerra Mundial que inundaba de muerte y hambre a la humanidad entera, fue la culpable de que Valencia se quedara sin Carnaval en 1916. Una huelga general revolucionaria, ocasionada por el paro, la falta de pan y carbón, y la carestía general de alimentos, determinó que las fiestas, previstas ese año para el 6 de marzo, se suspendieran. Los sucesos se saldaron con un muerto y varios heridos.

«Ayer se presentaron en el gobierno civil, solicitando ver al gobernador, numerosos obreros a los cuales concedió audiencia el señor Cortinas. Manifestaron los obreros que necesitaban trabajo», dice una gacetilla de LAS PROVINCIAS del 6 de febrero. El gobernador les confió sus gestiones ante el Ayuntamiento, donde la reanudación de las obras de la fachada podría remediar algo el paro. si el escultor Mariano Benlliure enviaba las esculturas; que no se movían del estudio de Madrid porque no llegaba ni un duro a las manos del artista. Pero ese eterno bucle no era más que una gota en un vaso de agua. Los obreros parados eran cientos, seguramente miles. Ese mismo día el gobernador recibió a una comisión de empresarios: el Gobierno tenía que poner barcos a disposición del transporte de un carbón que, escaso y a precios inasequibles, obligaba a apagar los hornos de las fábricas valencianas. Pero ¿quién querría navegar por aguas infectadas de submarinos alemanes e ingleses en medio de una guerra abierta?

Los horneros, sin embargo, fueron el detonante de la crisis social que estranguló a Valencia en los tres primeros meses de 1916. La harina, cuyos precios publicaba la prensa a diario, escaseaba y subía de cotización. Era imposible fabricar pan a precio y peso tasado, las tahonas perdían dinero. Imposible vender a esos precios y menos aún fiar a las pobres familias que no podían pagarse la hogaza diaria. La autoridad era inflexible y decomisaba existencias. aunque se había detenido a guardias municipales que revendían pan decomisado a precios abusivos.

El 27 de febrero, la situación se hizo insostenible: mientras los horneros decretaban el cese de la actividad hasta que el Ayuntamiento no les pagara la diferencia de precios de la harina, los sindicatos obreros decretaron la huelga en una acalorada sesión celebrada en el cine Escalante. El Ayuntamiento ofreció pagar las diferencias durante diez días, pero no hubo caso: los obreros de los hornos también se habían declarado en huelga. Mientras la gente hacía largas colas ante las tahonas y consumidores y huelguistas se enzarzaban a golpes en la boca del horno, el alcalde, el liberal Miguel Paredes, presentó la dimisión, tras dos meses de mandato que fueron una sucesión de disgustos y berrinches.

El sucesor, Fidel Gurrea, tuvo que hacer frente a la huelga. «Este paro general, planteado el día 29 (el año 1916 fue bisiesto) tuvo desde el principio un marcado carácter revolucionario», nos dice el Almanaque de LAS PROVINCIAS. «La intranquilidad habíase enseñoreado de Valencia por la actitud levantisca de los huelguistas», añade. Eso significaba barricadas en la Bolsería, el Camí del Grau, la calle de la Paz y otros lugares estratégicos, calles enarenadas para favorecer las cargas de la Guardia Civil a caballo, tranvías volcados con toda facilidad y hornos apedreados por tener las puertas abiertas.

En las revistas gráficas de marzo de 1916 están las pruebas. También el testimonio gráfico de la mayor desgracia que se produjo. «Una sección de la Benemérita disparó contra dos personas, una de las cuales dirigíase hacia aquella con un revólver en las manos. Fue una dolorosa equivocación, pues se trataba del guardia civil, ordenanza, Antonio Serrano, que, vestido de paisano, iba a entregar a la Benemérita a un revoltoso. Resultó muerto el desgraciado Serrano», dice el Almanaque.

Del carnaval, previsto para el 6 de marzo, nadie se acordó y fue suspendido. Los disturbios siguieron y la huelga se prolongó hasta el 4 de marzo: incluso la decisión municipal de incautarse de los hornos y encargar de la cocción y distribución a los soldados se «hizo de forma muy deficiente». Las aguas se calmaron el mismo día 6, cuando se anunció una solución salomónica: los horneros mantendrían los precios. pero reducirían el peso del pan.

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