«Creía que era un amor verdadero»
Daniela, una joven valenciana que sufrió malos tratos por parte de su pareja cuando tenía 16 años, cuenta cómo logró salir de su infierno
joan molano
Miércoles, 2 de diciembre 2015, 20:37
"Sufrí acoso escolar hasta los 12 años. Estaba gordita, era muy tímida y se cebaron conmigo. El apoyo de mi madre me salvó de aquello. Pude superarlo". Daniela (Valencia, 1996) comienza así a contar el episodio más duro de su vida. Su historia, por desgracia, no sorprende en la Comunitat. Una región en la que se han contabilizado 293 casos de violencia de género en adolescentes de 14 a 17 años en lo que llevamos de 2015. La cifra supera en 132 los registrados en 2014 y en 151 los de 2013, según datos facilitados por el Ministerio del Interior y que suponen que la estadística prácticamente se duplique en un año. Además, la autonomía tiene el índice más alto de España en muertes por violencia machista este año, nueve, como informó la semana pasada el Consejo Valenciano de Colegios de Abogados (CVCA).
Hasta sexto de Primaria, la menor construyó una coraza que creía indestructible, a prueba de abusadores. Cuando dio el salto al instituto supo integrarse, hizo amigos, había ganado seguridad en sí misma "a pesar de que algunos seguían molestándome". Apenas se le escucha al hablar, aparenta ser frágil, vulnerable. A los 16 años conoció a un chico de 20 que se convirtió enseguida en su primer novio. "Todo lo que vino después fue horrible, una pesadilla", asegura. Pero no pierde la sonrisa. Parece haberlo superado.
Campañas para educar a los jóvenes
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El pasado 24 de noviembre la Conselleria de Igualdad presentó la campaña No me toques el Whatsapp, dirigida a los estudiantes de Secundaria y que contiene actividades destinadas a la prevención de la violencia de género entre los adolescentes.
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Desde el ramo que dirige Mónica Oltra se prevé realizar 750 talleres preventivos para sensibilizar al alumnado de segundo de ESO en centros educativos públicos o concentrados. Además, se impartirán 15 charlas a padres y madres de los estudiantes con el objetivo de analizar los estilos educativos que generan desigualdades entre chicos y chicas o relaciones sanas e igualitarias.
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Por otra parte, el Centro Municipal de La Dona (CMIO) llevará a cabo desde el 9 de diciembre al 2 de marzo de 2016 un taller llamado Amar en libertad para concienciar sobre la violencia de género y por qué se produce. El curso será impartido por la profesora experta en coeducación emocional Charo Altable y dirigido a mujeres de 18 a 30 años.
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Asimismo, la asociación castellonense Patim ha editado una guía didáctica para la prevención de la violencia de pareja. Ésta se encuentra estructurada en ocho talleres a través de los que se persigue que las personas que participan en ellos identifiquen este comportamiento (con independencia de su orientación sexual), descubran el ciclo que genera, aprendan el valor del lenguaje no sexista y reflexionen sobre la transmisión intergeneracional de la violencia de género.
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Las psicólogas Alba Salas y Madalina Petcu son las autoras de esta guía que cualquier colectivo puede conseguir de forma gratuita en la asociación o solicicitándola a través de la página web de la asociación (patim.org).
"Me vio, le gusté, averiguó quién era y me habló por Tuenti". A partir de ese momento, ella y Juanma estuvieron en contacto las 24 horas del día a través de esa red social, el móvil y en persona, hasta el punto en que ella comenzó a abandonar sus clases y su pasión, el baile. "Me decía que para qué iba a estudiar, que no valía la pena, que no sería capaz de recuperar las asignaturas".
"Se mostraba encantador y le acogimos en casa, pero a las dos semanas notamos algo raro, las cosas no iban bien", cuenta Pili, madre de la joven, sumándose a la conversación. "Jugaba con mi hija de manera brusca, le pellizcaba el pecho y le hacía moratones. Le prohibí repetirlo. Él contestó que trataba igual a una mujer que a un perro".
La menor vivía todo con normalidad: "No me daba cuenta de las cosas, no hacía mucho caso de lo que me decían mis padres, por un oído me entraba y por otro salía".
"Verás la muerte de cerca"
Juanma era un delincuente, se dedicaba a robar vehículos y en tiendas. Muchas veces recogía a Daniela en algún coche o moto que había conseguido de manera ilegal, la policía les sorprendía y ella, sin saberlo, quedaba implicada en el delito. Discutían con frecuencia, rompían y volvían, pero él siempre la tenía bajo control. "Se metía en mis redes sociales y sabía cuándo me conectaba al Whatsapp. Le decía que cortaba con él para siempre y me amenazaba con suicidarse". Sólo había pasado un mes. Ella cambió, se volvió agresiva con sus padres y sus amigos. Se estaba apartando de ellos. No tenía vida más allá de la tormentosa relación con el malo del barrio.
Pili advertía a su pequeña de que su novio la estaba manipulando. Ella no entraba en razón. Tras una de las muchas discusiones entre ambos, el chico fue a buscar a Daniela a su casa, la chantajeó como tantas veces con quitarse la vida si no hacía lo que le pedía, si no se subía con él en la moto. El viaje acabó en un accidente a 200 kilómetros por hora en el que la joven salvó su vida de milagro gracias al casco. "Ahora vas a ver la muerte de cerca", le dijo él antes del impacto. Era mayo. Llevaban dos meses de noviazgo.
El paso de denunciar
En junio llegó la primera agresión física, un fuerte estirón de pelo. Fue entonces cuando los padres de la menor se pusieron en contacto con la policía sólo para que conocieran el problema de su hija: "Si cortábamos la relación por lo sano o ella se enteraba de que habíamos denunciado la íbamos a perder". En agosto él le volvió a pegar: "No quería que me maquillara". Los padres, hartos, interpusieron una denuncia en comisaría. Se celebró un juicio rápido y el juez ordenó una orden de alejamiento para el agresor. Daniela pasó a tener la protección de Julia, una agente de la Unidad de Prevención, Asistencia y Protección a mujeres maltratadas de la Policía Nacional de Valencia (Upap). "No era libre para hacer nada, estaba muy cerrada. Pensaba que podía cambiarle", recuerda. Él quebrantó la orden varias veces, se seguían viendo. En una de esas ocasiones la raptó, le quitó el teléfono para mantenerla incomunicada durante medio día. Pili reconoce que "aquello fue angustioso" y el padre de Daniela le denunció de nuevo. Fue la gota que colmó el vaso.
Juanma ingresó en prisión en el mes de septiembre de 2012. "Odiaba a mis padres, creía que tenían la culpa de todo. Pensaba que habían acabado con mi vida".
Con el maltratador cumpliendo una condena de más de cinco años en la cárcel por delitos acumulados, el "desenganche" de Daniela fue menos traumático. Visitó a Juanma durante los dos primeros años: "Hablábamos en el locutorio a través del cristal, me decía que me quería, que no volvería a hacerme daño. Le creía. Cuando llegó el primer vis a vis y me abrazó sentí rechazo. Al poco tiempo de esto dejé de ir a verle. Me costó salir adelante, acabé Secundaria, pero continuaba estando triste".
Como ya no aparecía por la prisión, Juanma le mandaba cartas suplicando su perdón y diciéndole a Daniela que era la mujer de su vida. "Eres mía, solamente mía, me escribió en mayo de este año". "Le contesté. Le dije que se había acabado, que le deseaba lo mejor, que había vuelto a estudiar, que no quería saber nada de él".
"Tenemos miedo"
Juanma no pudo asimilarlo, empezó a acosarla por teléfono, ella no se lo cogía, colgaba, hasta que él se cansó. "Lleva tres años preso. Puede pedir permisos. Creemos que no se los van a conceder, aún así estamos pendientes del momento en que salga. Tenemos miedo", cuenta Pili.
"En cuanto él pise la calle me avisará la policía. En realidad no tengo miedo de mí, sino de que le haga algo a las personas que quiero", reconoce Daniela.
"Creemos que sigue obsesionado conmigo. Seguramente en cuanto tenga otra chica me sacará de su cabeza. Es penoso sber que la siguiente con la que esté será otra víctima. Es imposible que cambie. No acepta que tiene un problema. Nunca ha querido ir al taller para maltratadores en prisión". Ahora, Daniela le echa una mano a Julia, la policía de la Upap que la protege. Cuenta su historia a otras adolescentes que atraviesan por lo que ella pasó como hizo con este periódico. "Espero que les sirva, que evite que hagan una locura por el que creen que es un amor de verdad cuando en realidad no es así".
"Lo más importante ahora es que ella se haga fuerte y tenga recursos propios para poder utilizarlos, que no se paralice si se encuentra con él. Ha acudido a talleres, ha tenido charlas conmigo. Es más resolutiva. Aunque él no tenga una orden de alejamiento en el momento en el que abandone la cárcel, sigo pendiente de ella", asegura la protectora de la Upap, con seis años de experiencia en el grupo especializado.
Análisis del caso
Este periódico puso en conocimiento de varios expertos en violencia de género el caso de Daniela y lo analizaron. Dieron su punto de vista sobre una problemática que desde hace muy poco ha salido a la luz. Todos coinciden en sus valoraciones.
Carolina Molina, psicóloga de Cruz Roja en el Departamento de Inclusión Social, señala que la adolescencia es "una etapa complicada, una época de aprendizaje con una gran cantidad de cambios en la persona" y por ello los padres en estos casos deben tener "mucha paciencia, cuidar la comunicación con sus hijas, respetar sus tiempos, su intimidad y evitar la sobreprotección". "Si se les prohibe salir o se les quita el teléfono para que no hablen con el agresor, ellas se verán atacadas y perderán la confianza en los progenitores", comenta. "Sería ideal que, poco a poco, las convencieran para que accedieran a ponerse en manos de profesionales".
"Desde mi experiencia puedo afirmar que el maltratador no puede curarse. Ellos minimizan el problema, no son conscientes. No empatizan con la víctima. Nos inculcan desde pequeños que el hombre es superior a la mujer y eso se va heredando. Se acepta que es el hombre quien tiene que controlar todo", asevera.
Hijos del patriarcado
"Juanma es un hijo sano del patriarcado, una víctima de esa educación. Su masculinidad se basa en tener control sobre sus deseos y, si no lo logra, su vida no tiene sentido. Ella, por su parte, ha sido educada para satisfacer y cuidar de los demás, percibe como normal el hecho de sufrir por amor o que todo vale por conseguir al ser querido", señala Rosa Sanchis, profesora de Secundaria. Imparte clases de educación afectivo sexual en el IES Isabel de Villena de Valencia y el 25 de noviembre recibió el reconocimiento del ayuntamiento de la ciudad por su labor en la sensibilización y prevención de la violencia de género entre los más jóvenes.
"Se da la imagen de que la dependiente es ella, pero el que tiene un problema es él. Tiene la necesidad de saber lo que hace su novia cada segundo del día, de estar por encima de la chica... Hay que girar el foco hacia el que ejerce la violencia. Todas las campañas van dirigidas a ellas, pero nadie se dirige a ellos. Existe un exceso de culpabilización sobre las mujeres, hay que centrarse en el violento", dice la docente.
Sanchis agrega que comportamientos como el del agresor "se ven agravados porque sus amistades son los que le dan la palmada en la espalda. Sus iguales son los que tienen la fuerza y el poder para frenar esa conducta. Se necesita una escuela que trabaje este aspecto. Darles voz a los chicos igualitarios, que tomen protagonismo y dejar de centrarse sólo en las chicas".
Una realidad nueva
"No podemos hablar de que los casos de violencia de género en jóvenes estén yendo a más, puesto que es ahora cuando se están recabando datos al respecto, se está descubriendo una realidad", afirma Francisco López, sociólogo, profesor de la Universitat Jaume I de Castellón y presidente de la asociación Patim.
"Viendo los datos, podemos percibir que en lugar de acercarnos a posicionamientos igualitarios nos estamos alejando. Debemos cambiar el paradigma de intervención, educar, ponernos a trabajar y dejar de hablar", añade.
"Los adolescentes confían en sus semejantes. Todos los mensajes que lanzamos no les llegan. Atraviesan por una etapa cerrada a estímulos externos. Debemos comenzar educando a grupos de jóvenes y que éstos lancen sus mensajes a sus iguales a través de las nuevas tecnologías. Que se convierta en una bola de nieve", propone.
López critica que "no hayamos tenido una ley de Educación que dure 10 años". "Tendríamos que plantearnos que fuera inamovible, que debe progresar con el tiempo y no con las ideologías. Fomentar una cultura solidaria que tratara la violencia de género dentro de un todo. Solidaridad, igualdad, medio ambiente, responsabilidad social...", concluye.
Sociedad machista
"Se tiene que visibilizar la situación de maltrato. Los jóvenes piensan que éste es sólo físico. Pero también existe el psicológico que se ejerce mucho con las nuevas tecnologías. Son un mecanismo de control sobre la pareja. Las chicas piensan que el maltratador es el único que las entiende y las valora. Es muy importante la terapia psicológica para trabajar estos aspectos, lograr que se empoderen, pero también es muy complicado que accedan a recibirla", destaca Luisa Pardo, coordinadora del Centro Mujer 24 horas de Valencia. El año pasado atendió 71 casos de chicas maltratadas con una media de edad de 16 años.
"Vivimos en una sociedad machista que nos ha situado en espacios diferentes a hombres y mujeres. Los tintes del machismo son más sutiles que antaño. Los denominados micromachismos. Se normalizan situaciones que no son normales", comenta.
Por otra parte, Pardo cree que deberían tomarse más medidas con respecto al agresor, "hacerle un seguimiento mayor, que tenga que acudir a tratamiento".