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La plantilla del Valencia celebra en Mestalla la Recopa conquistada en la temporada 79-80, cuando no perdió ningún partido oficial como local. EMILIO VIÑA, ARCHIVO PEPE VAELLO
La Recopa de 1980, entre penaltis y agresiones

La Recopa de 1980, entre penaltis y agresiones

El título, conseguido ante el Arsenal en un partido que duró 120 minutos, cumple mañana 40 años

EFE

Miércoles, 13 de mayo 2020, 13:50

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El Valencia cumple este jueves cuarenta años de la Recopa lograda ante el Arsenal el 14 de mayo de 1980, en la que la satisfacción por el título obtenido en la tanda de penaltis de la final contrastó con el pavor de las agresiones de los «hooligans» del equipo inglés a los valencianos tras el partido.

Aquella noche, en el estadio Heyssel de Bruselas, el Valencia se proclamó campeón en un partido soporífero que duró 120 minutos y en el que nadie fue capaz de estrenar el marcador.

Por ello, muchos de los valencianistas que acompañaron al equipo a la capital belga recuerdan más lo ocurrido tras el encuentro, cuando la furia de los seguidores del equipo inglés se desató contra ellos, puesto que algunos fueron agredidos y otros incluso debieron pasar por el hospital.

Por lo que respecta al partido, el Valencia lo afrontó con Alfredo di Stéfano en el banquillo y con una alineación formada por Carlos Pereira, Pepe Carrete, Ricardo Arias, Miguel Tendillo, Manolo Botubot, Daniel Solsona, Rainer Bonhof, Javier Subirats (Ángel Castellanos, m.112), Enrique Saura, Mario Kempes y Pablo Rodríguez.

Enfrente había un oponente de un gran potencial en el que destacaban el meta Pat Jennings, junto a futbolistas de talla internacional como David O'Leary, Liam Brady, Graham Rix, Alan Sunderland o Frak Stapleton, que en semifinales había eliminado a la Juventus en Turín donde ganó por 0-1 tras haber igualado en la ida en Londres (1-1).

El partido estuvo marcado por la decisión de Di Stéfano de situar a Kempes como nueve para impedir las subidas de los centrales del Arsenal, circunstancia que a la principal estrella del Valencia le desagradó especialmente y que contribuyó a que el partido fuera muy desangelado y sin penas ocasiones de gol.

De esta forma se llegó a la tanda de penaltis, en la que Kempes, la principal baza del Valencia, falló el primer lanzamiento. La desazón se superó de inmediato cuando Brady, el futbolista de más clase del rival, tampoco marcó ante Pereira.

Los ocho penaltis siguientes, en cambio, acabaron en gol, cuatro por equipo. Por el Valencia marcaron Solsona, Pablo, Castellanos y Bonhof.

Fue necesario recurrir al sexto lanzamiento. En esta serie marcó Arias y a continuación, Pereira detuvo el lanzamiento de Rix. Así, el club valenciano, entonces presidido por José Ramos Costa, se proclamó campeón.

Con aquel triunfo, el Valencia encadeno dos campañas completas en las que había superado todas las eliminatorias y finales que se le presentaron, primero en la Copa del Rey y luego en la Recopa.

Todavía le faltaba superar la Supercopa de Europa en diciembre de aquel 1980 ante los también ingleses del Nottingham Forest, entonces campeones de Europa.

Tras el encuentro, Enrique Saura como capitán del Valencia recogió el trofeo, pero la fiesta no llegó a ser completa como consecuencia de la violencia que se desató al final del encuentro, al que habían acudido unos 7.000 valencianistas.

Tras el partido, los seguidores del club londinense agredieron con botellas, palos y puñetazos a los del Valencia y alguno de estos incluso debió permanecer varios días hospitalizado en Bruselas con fracturas e intervenciones quirúrgicas.

Otros recuerdan que en la mañana del partido, los «hooligans» del Arsenal, rebozados en cerveza, ya estaban borrachos en la Grand Place y que al acabar el partido, todavía dentro del estadio, algunos hinchas británicos rompieron la valla de separación entre las dos aficiones y que efectivos policiales tuvieron que entrar en la zona montados a caballo.

Fue la primera final de la historia del Valencia en la que un viaje de vuelta tras haber levantado la copa, fue para muchos más triste que el de ida. El miedo no les había salido del cuerpo.

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