El motivo por el que las cláusulas centenarias del Valencia dificultan las grandes ventas
El club blinda en exceso a sus futbolistas en movimientos de cara a la galería y pierde el poder de negociación a la hora de dar salida a sus mayores talentos
El clausulazo es algo que está muy de moda en el mundo del deporte debido al auge de la Liga Fantasy, pero es que en el fútbol real, el de los despachos, también se llevan a cabo. No es algo único del juego. Querer fichar a un jugador, y saltarse la negociación entre clubes acudiendo al pago de la cláusula de rescisión es algo que se ve de forma habitual en el fútbol actual. De hecho, muchos de los grandes traspasos del mercado de fichajes se llevan a cabo de esta forma.
El Barcelona, por ejemplo, adquirió hace unas semanas a Joan García, portero del Espanyol, mediante el pago de su cláusula de 25 millones, ya que el conjunto perico se negaba a negociar. Si lo querían, ese era su precio. Misma postura que mantiene el Athletic Club con Nico Williams. Si el equipo culé quiere hacerse con el internacional español, debe pasar por caja y abonar a tocateja los 58 'kilos' de su cláusula. No hay más.
Esta postura defensora que tienen los clubes para sacar el máximo rédito posible a sus futbolistas es una que, en los últimos años, el Valencia no es capaz de llevar a cabo, por sus propias decisiones. Y es que de forma recurrente, en el último lustro, el conjunto blanquinegro se ha empeñado en blindar los contratos de sus jugadores con cláusulas millonarias muy fuera de los precios del mercado, en movimientos claramente dirigidos a la galería.
Para que se hagan una idea, más de una decena de futbolistas del Valencia tienen una cláusula de rescisión en sus contratos de 100 millones de euros. Una cifra completamente desorbitada que nadie pagaría en su sano juicio. Por poner en contexto, la venta más cara de la historia del Valencia fue Gaizka Mendieta a la Lazio por 48 'kilos' en 2002. Sólo otros cuatro jugadores han sobrepasado la barrera de los 40 millones: Nicolás Otamendi (Manchester City, 44,5), Shkodran Mustafi (Arsenal, 41), Joao Cancelo (Juventus, 40,4) y David Villa (Barcelona, 40). Es decir, el club piensa que alguien podría llegar y pagar más del doble de lo máximo que ha conseguido vender en su historia. Algo bastante irreal.
Entonces, ¿de qué sirven esas cláusulas de 100 millones? La respuesta corta y sencilla es que de nada. Jugadores como Javi Guerra, Cristhian Mosquera, Diego López, José Luis Gayà, Pepelu, César Tárrega, Hugo Duro o Mouctar Diakhaby las tienen. Pero es que también nombres como Sergi Canós, Cenk Özkacar o Alberto Marí están blindados con la multimillonaria cifra de los 100 'kilos'. Otros, como Fran Pérez (80), Yarek Gasiorowski (60), Hugo Guillamón (50) o Jesús Vázquez (45) también tienen cláusulas muy por encima de su valor real.
Una estrategia empresarial y de club que no está dando resultado, puesto que ningún futbolista se acerca a ese valor, y eso hace que el Valencia pierda poder en las negociaciones. Algo que ya pasó con jugadores como Carlos Soler, que teniendo una cláusula multimillonaria de 100 'kilos', acabó abandonando el club por una cifra muy inferior, de 18 millones rumbo al PSG. Si aquella cifra —a posteriori es muy fácil decirlo, sí— hubiese rondado los 30-40 millones, quizá la postura negociadora del club hubiera sido diferente.
Y ahora, el mejor ejemplo es Cristhian Mosquera, cuyo valor de mercado, según el portal especializado Transfermarkt, es de 30 millones de euros. El Arsenal, que lo tiene en su lista de deseos, ofrece cifras en torno a los 15 millones, y el Valencia desliza que por 20 'kilos', al estar en su último año de contrato, lo dejaría salir. Y todo por tener una cláusula de muchas cifras que impide al club plantarse en la negociación y decir: aquí está el precio y de aquí no me bajo. Si la cláusula del central estuviera en torno a los 40 millones, no habría historia ni negociación. «¿Lo quieres? Paga», podría decir el CEO de fútbol, Ron Gourlay.
Por tanto, el Valencia acude siempre a las negociaciones con otros clubes para hacer sus ventas con un as menos bajo la manga. No puede jugar la carta de plantarse y exigir el pago de la cláusula. Bueno, poder puede, pero lo que conseguirá es que los interesados esbocen una sonrisa y se levanten de la mesa cuando oigan que el precio es 100 millones por un jugador que, como mucho, vale 30, que es el valor más alto que tiene en la plantilla actual el club.
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