Una vida olvidada, una muerte desapercibida
Su hermana y un sacerdote se despiden de Martín, el temporero fallecido en una fábrica abandonada de Benimaclet, en un entierro benéfico sufragado por el Ayuntamiento
El sino de algunas historias es caer entre las grietas de la actualidad, quedarse en los márgenes del sistema, escondidas en el fondo del armario, ... sin que la inmensa mayoría de la sociedad sepa nada de esas vidas devoradas y regurgitadas por el capitalismo. La de Martín es una de ellas. Sin los voluntarios de la Asociación Apostolado de la Divina Misericordia de Valencia o sin la gente de València és Refugi, la vida de Martín habría sido mucho peor. Sin ellos, su muerte habría pasado desapercibida. Pero es que a Martín se le paró el corazón a las dos de la madrugada del pasado día 19, en la primera noche verdaderamente fría, y su fallecimiento es el tercero de un temporero en una fábrica abandonada de Benimaclet. El Ayuntamiento quiere tapar la fábrica desde entonces para evitar el problema, pero las asociaciones quieren una solución definitiva para las cerca de 40 personas migrantes que malviven en el espacio. Mientras, fue el apostolado, dirigido por el sacerdote Pedro Miret, el que se encargó de los trámites para enterrar a Martín, que recibió sepultura el pasado lunes.
Al sepelio acudió, desde Francia, Regina, la hermana de Martín, que tenía una decena de hermanos, aunque ya han fallecido cuatro, según explica el mismo padre Miret. Regina ha pasado casi una semana en Valencia, en casa de un compatriota ghanés, mientras el Apostolado y el propio padre Miret le ayudaban en los trámites previos al entierro, que incluyeron una visita a la Ciudad de la Justicia. «Lo hemos hecho otras veces, por desgracia tenemos experiencia y sabemos cómo son los trámites porque es el tercer fallecido sin hogar en lo que llevamos de año», comenta Miret.
«Allí no se puede vivir ni morir. Es una situación de insalubridad y pobreza extrema», asegura el párroco Pedro Miret
«Sabemos que cuando no hay posibilidades económicas, se puede tramitar con el Ayuntamiento el entierro de beneficiencia, siempre que el cadáver se quede en Valencia», indica el sacerdote. Dicho y hecho. El sacerdote reconoce que los trámites con el Consistorio fueron rápidos. «En la Ciudad de la Justicia lo hicieron todo con mucha rapidez: la hermana de Martín llegó el domingo 20 y el día 21 estábamos ya en los juzgados. Ese mismo viernes día 25 llegaron los permisos, aunque se ha pedido una autopsia más extensa, y pudimos darle sepultura el lunes», explica el párroco.
El funeral fue una ceremonia íntima, con un ataúd sin ningún tipo de adorno. Acudió Regina y dos amigos de la familia. «Martín tenía dos hijos, pero uno está trabajando fuera y la otra en Ghana», comenta Miret, que indica que Regina aguantó todos los trámites con entereza, hasta que el féretro salió de la capilla del Cementerio General, donde Martín, cuyo padre era católico y cuya madre era metodista, descansa gracias a las gestiones de la Iglesia.
Las hermana de Martín vino desde Francia y pasó una semana en casa de un compatriota ghanés que vive en Valencia
La intención de Miret, y de las asociaciones que trabajan con las personas migrantes que malviven en la vieja fábrica de Benimaclet, es que la situación no se repita. Para eso será clave la reunión de esta tarde, donde el Ayuntamiento tiene que informar a las entidades de lo que va a hacer con el espacio, si lo va a tapiar, o dónde se va a llevar a los migrantes. «Allí no se puede ni vivir ni morir. Es una situación de insalubridad y de una pobreza extrema», remata Miret, que solicita, como las entidades que trabajan con estas personas, una solución cuanto antes para que ninguna vida pase desapercibida.
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