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Divertículos en el colon: Qué son, cómo prevenirlos, sus síntomas y opciones de tratamiento

Estas pequeñas bolsas o abultamientos que se forman en la pared del colon son una afección frecuente, sobre todo a partir de los 50 años

Miércoles, 4 de junio 2025, 00:57

La salud intestinal, aunque muchas veces pasa desapercibida, puede verse comprometida con el paso del tiempo por alteraciones como los divertículos. Estas pequeñas bolsas o abultamientos que se forman en la pared del colon son una afección frecuente, sobre todo a partir de los 50 años, y aunque en la mayoría de los casos no generan molestias, pueden evolucionar hacia cuadros más serios.

La presencia de divertículos se conoce como diverticulosis y, según explica Mayo Clinic, «no es una enfermedad en sí misma», sino más bien una condición. Estas bolsas se suelen localizar en la parte inferior del colon y, en general, no causan síntomas. Sin embargo, cuando se inflaman o infectan, aparece la diverticulitis, una dolencia que sí puede resultar dolorosa e incapacitante.

¿Por qué se forman los divertículos?

Los divertículos se desarrollan de forma progresiva, principalmente debido a una combinación de presión elevada dentro del intestino y debilidad en ciertas zonas de la pared del colon. Esta presión puede estar relacionada con el esfuerzo al evacuar o con espasmos intestinales. A lo largo del tiempo, estos factores propician la aparición de pequeñas bolsas en el revestimiento del intestino grueso.

Cuando alguno de estos divertículos se inflama, se produce lo que se conoce como diverticulitis. En este proceso, el sistema inmunitario responde enviando células defensivas y aumentando el flujo sanguíneo en la zona afectada, lo que deriva en inflamación e incluso infección del tejido.

Los síntomas más habituales

El síntoma más característico de la diverticulitis es un dolor abdominal, sobre todo en el lado inferior izquierdo, que puede aparecer de forma repentina e intensa. A menudo, el malestar comienza de forma leve y se agrava con el tiempo, aunque en algunos casos su intensidad puede variar.

Otros síntomas asociados incluyen:

- Fiebre

- Náuseas

- Sensibilidad al tacto en la zona abdominal

- Cambios en el tránsito intestinal, como diarrea o estreñimiento

Ante cualquiera de estos signos, y especialmente si se presentan combinados, se recomienda acudir al médico. Como señalan desde Mayo Clinic, es importante buscar atención médica si se experimenta «un dolor abdominal constante e inexplicable, especialmente si también hay fiebre y cambios notorios en las heces».

Factores de riesgo

Aunque el envejecimiento es el principal factor de riesgo, existen otros elementos que pueden favorecer el desarrollo de diverticulitis. Entre ellos, se encuentran:

- Tener obesidad

- Fumar

- Mantener una dieta baja en fibra y rica en carnes rojas

- El consumo excesivo de alcohol

- La falta de ejercicio

- Un déficit de vitamina D

- El uso habitual de determinados fármacos, como los esteroides, opioides y antiinflamatorios no esteroideos (como ibuprofeno o naproxeno).

Diagnóstico y tratamiento

El diagnóstico suele comenzar con una exploración física, en la que el médico evalúa la sensibilidad abdominal. En el caso de las mujeres, también puede incluir un examen pélvico para descartar otras causas.

Además, se recurre a diferentes pruebas de laboratorio (sangre, orina, análisis de heces, niveles de enzimas hepáticas) y pruebas de imagen como la tomografía computarizada (TC), fundamental para confirmar la inflamación de los divertículos o detectar posibles complicaciones como abscesos o fístulas.

En cuanto al abordaje médico depende del nivel de afectación. En los casos leves —diverticulitis sin complicaciones— suele bastar con reposo, una dieta líquida y, en algunos casos, antibióticos por vía oral. Con la mejoría, se introducen gradualmente alimentos bajos en fibra, hasta poder retomar una dieta rica en fibra cuando el paciente se ha recuperado por completo.

Por el contrario, si se trata de un episodio grave o con complicaciones, puede ser necesaria la hospitalización. En estos casos, el tratamiento incluye antibióticos intravenosos y, si hay abscesos o perforaciones, puede requerirse una intervención quirúrgica.

Según la situación del paciente, la cirugía puede implicar la extirpación de la parte del colon afectada, con reconexión del resto de los tejidos, o bien una colostomía temporal —en la que se desvía el intestino hacia una bolsa externa— hasta que el área se haya curado y se pueda realizar una segunda cirugía para restablecer la continuidad del colon.

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