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José Granell, en el despacho que ocupa desde hace dos meses. Damián Torres
¿Quién es José Casaña Granell?

¿Quién es José Casaña Granell?

Su llegada al cargo de decano del colegios de fisioterapeutas resultó tan emotiva como frenética. Aceptó el reto sin meditarlo, aunque dos meses después está convencido de que fue un acierto

María josé carchano

Viernes, 29 de junio 2018

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Llega de una reunión en la universidad, con el casco en la mano y la lengua fuera. Se para a respirar, pero está claro que ese es su estado natural, el de hacer muchas cosas a la vez. José Casaña lleva apenas dos meses al frente del colegio de fisioterapeutas y las ideas se le acumulan hasta tal punto que mientras contesta las preguntas va proponiendo temas para la revista del colegio. Y no se trata sólo de actividad mental; la camisa no oculta un cuerpo trabajado con mucho deporte.

-¿Era su objetivo, ser decano del colegio de fisioterapeutas?

-Mi antecesor en el cargo, Josep Benítez, me propuso formar parte de su candidatura. Y estuve como secretario hasta que un día me dijo: «Hoy en la junta de gobierno voy a decir que vas a ser tú mi sucesor, por todos tus conocimientos y por cómo eres». Le había salido una oferta del fútbol profesional en China y fue para él la excusa para volver al ámbito clínico. Una hora y media después de comunicármelo, en la reunión, me puse a llorar. Él era mi compañero, mi amigo, mi colega. Fue un momento muy emotivo. Cuando vi que el resto de la junta me apoyaba, y aunque no sabía si era la respuesta correcta, dije que sí, que aceptaba.

-¿Y en esa hora y media llamó a alguien para consultar la decisión?

-No. Estaba en una junta permanente, que había empezado a las tres de la tarde. Además, ¿a quién llamo? No tengo pareja, ni familia. Soy bastante independiente. ¿Lo consulto con mis padres? No daba tiempo. Quizás la pregunta sería: «Dos meses después, sabiendo lo que sabes, ¿hubieras dicho que sí?».

«Mi amigo me dijo que yo sería su sucesor; después me puse a llorar»

-¿Y?

-Mi respuesta es que sí. Lo que pasa es que me nombraron director de departamento en la Facultad de Fisioterapia un miércoles y decano el viernes de esa misma semana. Y es mucho trabajo, pero lo considero un privilegio, sobre todo si tienes ideas para mejorar la profesión y ganas de trabajar.

-A usted se le nota que ilusión no le falta.

-Sí. Soy así, es mi forma de ser. De hecho, yo no pongo el cargo por encima de José Casaña, el que me conoce sabe que no lo haré. Yo soy su compañero y ayudar a los demás siempre ha sido mi motivación para seguir.

-¿Se imaginaba sentado en ese sillón el día que decidió estudiar fisioterapia?

-No, porque además quise estudiar esta carrera para complementar la de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. El deporte ha sido muy importante para mí, en el instituto destacaba, tenía habilidades. Un profesor, José Javier Mundina, me lo aconsejó. Y me iba como anillo al dedo. Entonces era jugador semiprofesional, salí de la escuela del Levante.

Una espina clavada

-¿Cómo dio entonces el salto a la fisioterapia?

-Tenía inquietudes, quería saber cómo te recuperas después de una lesión. Tuve una durante las pruebas para entrar en la carrera, y creo que aquello fue determinante. Conocí la fisioterapia de la mano de Rafa Torres. Fui preparador físico, y cuando me di cuenta de que no iba a hacer carrera profesional en el fútbol me monté una clínica de fisioterapia en mi pueblo, en Moncada. Pero mi curiosidad no acabó ahí, porque luego estudié enfermería. Saqué la carrera con un ocho sin ir a clases, pero es que yo ya no tenía 18 años, y contaba con una base muy sólida.

-Desde luego, curiosidad e inquietud ha tenido.

-He llegado a andar seis caminos. Estuve incluso trabajando en el equipo del cirujano Pedro Cavadas, iba a La Fe, a la escuela de fútbol, a la facultad, desde las siete hasta las tres de la mañana. Tenía capacidad para hacerlo, pero sufrí un accidente de moto. Aquello me marcó. Imagínese para una persona que no es que sea activa, sino lo siguiente, lo que supone estar en casa parado. Me hizo ver la vida de otra forma, aunque en realidad estuve sólo un año tranquilo (se queda pensando). Bueno, un mes, porque yo ya fui a la universidad a dar clase en silla de ruedas.

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