España, perspectiva 2024
Nos hallamos ante un Gobierno caracterizado por una profunda debilidad política y parlamentaria, sometido a un chantaje permanente
Carl Schmitt fue un conocido teórico alemán de la Ciencia Política, alineado con el nazismo, y cuya obra ha influido en no pocos autores, caracterizada ... por su concepción de la vida política como ámbito de enfrentamiento y de ausencia de diálogo, pues para él las relaciones políticas se plantean desde la dicotomía amigo-enemigo, entendiendo ello como la conveniencia o necesidad de aniquilar al oponente, con las consecuencias nefastas que la historia ha mostrado, cuando su visión triunfó.
Por el contrario, si analizamos nuestra reciente historia patria, la conclusión a la que llegamos es justo la contraria de la tesis que mantenía el citado pensador alemán. Por ejemplo, el largo periodo de estabilidad política que se vivió en la Restauración se articuló sobre el llamado Pacto de El Pardo, acordado entre liberales y conservadores, los dos pilares en los que se sustentaba la Monarquía Alfonsina, cuya crisis imparable comienza tras la llamada Semana Trágica, momento en el que se rompe de manera indeleble el diálogo entre los dirigentes conservadores y liberales, que dará lugar primero a la Dictadura de Primo de Rivera y luego a la crisis total del sistema político monárquico con el advenimiento de la Segunda República.
El otro gran periodo contemporáneo de normalidad política se ha vivido en España con la reinstauración de la Monarquía con D. Juan Carlos I y la promulgación de la Constitución de 1978, iniciándose un régimen basado en dos fuerzas políticas fundamentales, como fueron en su momento el PSOE y la UCD -más tarde el PP-, sin perjuicio de la ampliación del diálogo a otras entidades políticas minoritarias, una etapa política basada en el acuerdo y el consenso como metodología política, lo que originó el texto constitucional de las más abrumadora aprobación parlamentaria de nuestra historia y el mayor refrendo popular conocido.
La práctica política consensual de nuestra Transición se rompe inicialmente con Rodríguez Zapatero
Como contrapunto histórico podemos citar a la Segunda República, con una Constitución impuesta por una mayoría radical, que no reflejaba la realidad compleja de la sociedad española, y unos dirigentes muy poco dispuestos a tender puentes con los adversarios. En este orden de cosas, si uno lee los escritos y discursos de una de las figuras claves del régimen republicano, digo de Manuel Azaña, observará que para él la República sólo es un sistema concebido y pensado para los republicanos -y, más concretamente, para los republicanos de izquierda- y en su pensamiento quedan excluidos todos aquellos ciudadanos que no comulguen con su maximalismo excluyente. No sé si Azaña llegaría a leer a Schmitt, como también ignoro si Largo Caballero lo hiciera, pero el comportamiento de ambos fue tan combativo y excluyente como el que defendía el teórico germano, y por ello mismo ni Azaña ni el socialismo de la época aceptaron la victoria electoral del centro derecha producida en las elecciones de 1933, iniciándose un proceso de combate contra la nueva situación política que desembocaría en el movimiento subversivo de 1934, antesala de la Guerra Civil, acreditada por la mayor parte de los historiadores que han estudiado ese periodo histórico.
La práctica política consensual de nuestra Transición se rompe inicialmente en la Presidencia de Rodríguez Zapatero con el llamado Pacto del Tinell, suscrito entre el PSOE y el nacionalismo catalán, en el cual se excluye expresamente cualquier tipo de acuerdo con el Partido Popular, postura que se ha visto acrecentada con el programa político del actual Presidente del Gobierno, quien propone un muro que separe totalmente al Gobierno que preside, y las fuerzas que lo sustentan parlamentariamente, de cualquier tipo de entendimiento con el PP, lo cual rompe el sedimento en el que se ha sustentado el actual régimen político desde 1978, (las dos grandes formaciones políticas constitucionalistas), de suerte que para sostenerse en el poder paradójicamente Sánchez sólo tiene la posibilidad de apoyarse en un conjunto de grupos políticos que no apoyan la Constitución vigente, que pretenden el fin del presente ciclo histórico de España, e incluso que ponen en cuestión la realidad misma del hecho nacional español. Todo, menos contar con el segundo pilar político del sistema, que es el PP.
Como consecuencia lógica, nos hallamos ante un Gobierno caracterizado por una profunda debilidad política y parlamentaria, sometido a un chantaje permanente por parte de grupos socialmente minoritarios, con escenas propias de un desgraciado vodevil, como el que hemos vivido hace unos días a propósito de la aprobación de determinados decretos leyes en el Parlamento, con sonrojo de muchos ciudadanos, incluso socialistas, que temen los desmanes a los que se puede llegar en esta legislatura; sonrojo general, digo, menos para quien preside el actual Gobierno, cuyo único y obsesivo programa es la preservación de su patológica, nihilista y nietzschiana voluntad de poder, a la cual está dispuesto a sacrificar cualquier cosa. ¡No apunta muy esperanzador el año 2024!
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