Leo en algunos periódicos digitales y oigo en alguna emisora de radio la solicitud de ayuda económica a sus lectores y oyentes para sobrevivir. No ... se trata de un gesto menor, es la prueba de que los modelos de negocio tradicionales ya no sostienen al periodismo. La publicidad se ha fragmentado, el papel se hunde y la radio envejece con su audiencia.
La petición de apoyo es, en realidad, un grito por la supervivencia de una prensa libre. El periodismo independiente es imprescindible, es una especie de eugenesia para ayudar o garantizar el desarrollo de la sociedad, de la democracia. Es como una ordalía permanente para cualquier clase de poder, especialmente el político.
Los medios no atraviesan su mejor momento en el aspecto económico desde hace algunos años. El periódico en papel ha perdido su antigua prominencia, reducido hoy a un hábito residual. La radio mantiene su espacio, cada vez con más dificultades para atraer a nuevas generaciones. Mientras, el mundo digital ha diluido la información entre miles de voces, algunas poco fiables.
A pesar de ello, estoy convencido de la necesidad imperiosa de una prensa libre. ¿Qué sería de la información veraz sin prensa independiente? Una democracia sin ella es una democracia ciega. La prensa independiente no es un lujo, sino un contrapeso imprescindible frente al poder. Cuando un medio se financia sólo con publicidad institucional o intereses privados, corre el riesgo de ser altavoz, no vigilante.
Las televisiones públicas constituyen un caso aparte. No son rentables. Deberían cumplir el servicio para el que fueron creadas. Su misión no debería medirse en balances contables, sino en calidad y pluralidad. La realidad nos muestra su conversión en instrumentos de propaganda del Gobierno de turno a costa de nuestro dinero.
Lamentablemente, en España se desvanece la afición al periódico, tanto en papel como en digital. Los jóvenes ya no leen noticias. Las consumen en redes sociales, en vídeos de segundos, en titulares que se deslizan por Instagram o TikTok. Allí se informan, o creen informarse, entremezclando periodismo con rumor y entretenimiento.
En estos momentos, además, se hace más urgente la defensa del periodismo independiente en España, ya que el Gobierno de Pedro Sánchez pretende el control total de la prensa hasta validar cuál es la noticia digna de publicarse y qué profesionales pueden ejercer. No lo digo yo, lo intentan ellos.
En cualquier caso, la crisis de los medios tradicionales no significa el fin del periodismo, sino un reto para reinventar sus fórmulas de financiación y reconectar con audiencias que, más que nunca, necesitan información fiable a través de medios independientes, libres y veraces. Así es la vida.
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