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Polarización algorítmica

Rumman Chowdhry y Robert Kaplan nos aportan claves para entender el radicalismo y la irracionalidad de nuestro tiempo

Pablo Salazar

Valencia

Sábado, 28 de junio 2025, 23:51

Hace unos días escribí la palabra Plasencia para un reportaje histórico que estoy preparando. Desde entonces no paro de recibir en el navegador que utilizo ... noticias y referencias de Plasencia. Que si el nuevo acceso viario a Plasencia, que si la manifestación de ganaderos de Plasencia, que si los siete atractivos que no te puedes perder en Plasencia... Puse Plasencia al azar como podía haber puesto Puebla de Sanabria -mi favorita, como el imperio austrohúngaro de Berlanga-. Incluso los que no damos crédito a cualquier conspiración andamos mosqueados con la forma en que a través de nuestro móvil y del resto de aparatos tecnológicos (tablet, ordenador) pueden llegar a controlarnos. Y lo que es peor, a manejarnos. Esta semana leí una entrevista con Rumman Chowdhury, una experta en Inteligencia Artificial que fue directora del equipo de Ética Algorítmica de Twitter. Hasta que llegó Elon Musk. No comparto del todo su preocupación por la propiedad de estos gigantes de la comunicación: «Debemos preguntarnos si empresas como Twitter tienen que ser privadas». Más que nada porque ¿cuál es la alternativa? ¿Que estén, en el caso español, en manos de Sánchez, Pilar Alegría, Óscar López, Óscar Puente y, hasta hace poco, Santos Cerdán y Ábalos? Pues como el del chiste, virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Pero atentos a lo que responde cuando se le pregunta si estamos en un momento de «todo vale» en X y en el mundo tecnológico: «Sí, y me preocupa que la tecnología que estamos desarrollando no sea particularmente buena. (...) Esto no es nuevo, lo hemos visto con las redes sociales que nos recomiendan contenidos sin darnos cuenta, y una de las razones de la polarización actual es que los algoritmos nos hacen creer que nuestra visión del mundo es la correcta». Acabo de terminar 'Tierra baldía', de Robert Kaplan. Hay que leer a Kaplan, probablemente el analista geopolítico más fino, más culto y más viajado de nuestro tiempo. Repasa los riesgos del presente, de las guerras a la superpoblación de un mundo cada vez más urbano. Y desliza algunas reflexiones dignas de comentario. Nuestra sociedad, «frágil y limitada», descansa por encima de todo sobre la moderación, un valor que la época tecnológica «está socavando de raíz». Así es, lo vemos, lo sufrimos a diario. Cada vez lo queremos todo antes, más rápido. No aguantamos conferencias o películas largas, nuestra capacidad de atención ya no da para tanto, Miramos compulsivamente el móvil, lo consultamos más de cien veces al día. El último invento que acabo de descubrir -no para consumir- son las «microtelenovelas» chinas, con «episodios» que pueden durar incluso menos de un minuto. De locos. Cuando disecciona los Estados Unidos de América, el autor de 'La venganza de la geografía' nos recuerda que fue una gran democracia de masas «que funcionó bien en la época de la máquina de escribir y la imprenta», pero que no está nada claro que pueda seguir funcionando igual de bien en la época del vídeo digital y las redes sociales. Ahora todo es deprisa, deprisa. Los dichosos algoritmos refuerzan las creencias de cada uno, te hacen ver que vas por la dirección correcta, no dejan margen a la duda. Me incomodan especialmente las personas que presumen de pensar «igual que siempre, como toda la vida», sin un mínimo resquicio para que entren otras corrientes de pensamiento en su cerebro. En la tercera y última parte de su obra, Kaplan se centra en 'La decadencia de Occidente', el famoso ensayo de Oswald Spengler, escrito tras la Primera Guerra Mundial. En estos momentos, esa decadencia se manifiesta, añade el analista geopolítico, incluso «en el deterioro de los códigos de vestimenta (ya lo decía yo), la erosión de la gramática, la caída de las ventas de los libros serios y la música clásica, etcétera». Queda poco por añadir. Si acaso que es en esa polarización que promueven los algoritmos donde tenemos que encontrar las razones por las que personas aparentemente inteligentes, profesionales de prestigio, secunden sin pestañear, dócilmente, con fidelidad perruna, la barrabasada que pueda cometer un líder político, todo un partido o el Gobierno entero si ideológicamente los siente próximos. A través del navegador encontrará argumentos y miembros de la secta que le ayudarán a no sentirse solo, a concluir que los demás son los equivocados. Que la amnistía es buena y la corrupción no es para tanto. Y que en todo caso, los otros eran más corruptos. Y lo peor es pensar que lejos de desaparecer, esta tendencia tan peligrosa va a ir a más.

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