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IRENE MARSILLA
Belvedere

La Ciudad de las Artes, las Ciencias y los Festivales

Vista su deriva, al complejo de Santiago Calatrava van a tener que cambiarle de nombre, otra vez

Pablo Salazar

Valencia

Lunes, 20 de octubre 2025, 23:51

En el principio fue la Ciudad de las Ciencias. Hagamos memoria. El Consell de Joan Lerma se fijó en la parisina 'Cité des sciences et ... de l'industrie' para construir en Valencia un gran complejo de ciencia que a su vez actuara como foco de renovación urbana y atracción turístico. De ahí la elección de Santiago Calatrava como arquitecto del proyecto, con la evidente intención de lograr un icono, una nueva imagen de una ciudad que, hasta entonces, no figuraba en los circuitos internacionales. Del proyecto científico se encargó Antonio Ten, que con el tiempo se acabaría apartando por discrepancioas con la orientación que iba tomando. La Generalitat pensó en otras ubicaciones, como la huerta de Campanar, pero finalmente fue el camino de las Moreras el emplazamiento escogido, una decisión en la que tuvo mucho que ver el autor del Plan General de Ordenación Urbana, Alejandro Escribano. El complejo, en esta primera etapa, iba a estar integrado por el Museo de las Ciencias, el Hemisfèric y una torre de telecomunicaciones de más de 300 metros de altura. Cuando se produce el cambio político, en 1995, el Consell de Zaplana decide repensar el proyecto. Desaparece la torre de telecomunicaciones y en su lugar se dibuja un teatro de la ópera, el Palau de les Arts. Después vendrán el Umbracle, el Ágora -que acabará convertido en un Caixa Fórum-, el puente del Assut de l'Or y el Oceanogràfic. Más tres rascacielos (bautizados como 'Castellón', 'Valencia' y 'Alicante') que finalmente se quedarán en el cajón de las ideas que no llegaron a cuajar (como el teleférico de Blasco Ibáñez, el museo del fútbol con forma de balón, la esfera armilar, las pistas de esquí en Malilla y tantos otros disparates). La Ciudad de las Ciencias cambió de nombre y pasó a llamarse Ciudad de las Artes y las Ciencias. Que es el actual. Pero éste también se queda corto. Porque los edificios calatravianos y sus estanques -destinados a embellecer el entorno y a reflejar la espectacular arquitectura del genio de Benimàmet- sirven ahora con cada vez mayor frecuencia para albergar festivales de música que congregan a miles de personas y dejan el espacio público como la playa de la Malvarrosa tras la noche de San Juan. Un gigantesco vertedero. ¿Es lo que queremos? ¿Para eso nos hemos gastado cientos de millones de euros? Los vecinos se quejan del ruido y la alcaldesa, que se ofrece como mediadora con la Generalitat, habla de espaciar los eventos pero sin renunciar a ellos porque los festivales, explica, «forman parte de nuestra apuesta de Valencia Music City». ¿Y No hay otro sitio? ¿No? Pues cambienle el nombre.

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