Que haya tensión
Quizás solo sea una impresión mía, pero me pregunto qué le pasa a Sánchez. No lo digo por la delgadez o por el tono de ... piel sino por su aceleración. El otro día, cuando hizo su famosa llamada a la protesta, antes del final de la Vuelta ciclista, parecía exaltado. Injustificadamente exaltado. Si tuviera 40 años menos habría pensado que tenía las hormonas revolucionadas, porque sus reacciones recordaban al adolescente que no controla la medida de sus emociones. Quizás lo que suceda sea la situación opuesta, quién sabe. El caso es que algo chirriaba en su forma de comportarse, no tanto en la de sus ministros, esos palmeros fócidos insuperables, que deberían dedicarse a doblar los aplausos de las sitcom.
«Nos conviene que haya tensión», dijo Zapatero en uno de los micrófonos más traicioneros de nuestra historia. Y Sánchez lo cumple a rajatabla. Lo cumplió a punto de iniciarse la última etapa de la carrera ciclista española por antonomasia y funcionó. Ya está testada la calle. Ya sabe cómo activarla. Si los drones rusos eran una prueba para saber cómo reaccionaban los aliados, las palabras de Sánchez lo han sido para sus activistas de cabecera, para esa izquierda mortecina que solo se despierta de su letargo con un «¿a quién hay que matar?», políticamente hablando, quiero pensar.
La tensión tiene dos derivadas de interés para Sánchez: una, que activa a sus votantes o a los votantes de quienes le pueden apoyar para continuar en el poder. La otra, que activa a la derecha más extrema. Ni en mil vidas que viviera podría pagar Abascal a Sánchez lo mucho que éste ha hecho por Vox. Con cada iniciativa o cada declaración, hay un votante pausado planteándose el voto de castigo. Pero de eso se trata, de minar al PP moderado para obligarle a radicalizarse y, de paso, hacer crecer a Vox para que los populares no puedan gobernar sin ellos. De ese modo, el PSOE siempre desautorizará al PP tildándole de extrema derecha. Y ya sabemos que en España se puede ser extremo con la bandera palestina pero nunca con la española.
Por eso, Feijóo, en lugar de jugar a ser Abascal en día pares, debería dar protagonismo a quien replica a Sánchez y a Abascal al mismo tiempo, es decir, a Díaz Ayuso. Ella se enfrenta al líder socialista y se merienda al voxista en la misma frase, sobre todo, porque no tiene remilgos a la hora de pactar ni se le nota impostada cuando camina por lo políticamente incorrecto. Incluso por lo incorrecto a secas, como comparar Madrid con Sarajevo. La tensión que viene requiere una respuesta a la altura y no es la de Feijóo.
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