Prometer el infierno
Estamos tan acostumbrados al discurso complaciente de los políticos que cuando veo uno dispuesto a hacer declaraciones incómodas, me quedo con su cara. En el ... entorno demoscópico en el que se halla la política, convertida en un gran relato con final feliz, esto es, con la captación del voto, no es fácil encontrar políticos que prometan dolor o, como hizo Churchill en el Parlamento británico, confesar que no podía ofrecer «sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Todo lo contrario: prometen el paraíso con cada gesto, decisión o medida. E incluso ocultan si esas medidas van a ser molestas en el futuro.
Lo estamos viendo con los fondos 'Next Generation' o con la quita de deuda. Nos las venden como grandes regalos anónimos. Como si el dinero de Europa saliera del bolsillo de un multimillonario filántropo que nos lo ofreciera graciosamente. O como si la deuda no fuéramos a pagarla todos. Lo que debemos se tendrá que suplir con dinero de los impuestos, porque el Estado no tiene otro. No son los políticos quienes lo pondrán de su bolsillo sino los ciudadanos que veremos cómo el nuestro rellenará el hueco de esa deuda. Todo lo que manejan unos y otros sale del mismo sitio; lo que no pagamos por un lado lo pagamos por otro, de modo que el regalo es para los dirigentes autonómicos. Aunque sea un regalo envenenado porque ni soluciona el problema de la financiación ni resulta justo con quienes han despilfarrado.
Por eso, llama la atención que el canciller Merz esté advirtiendo a Alemania de que vienen malos tiempos y de que el Estado de bienestar es inviable tal y como está. Resulta inquietante que no sea el único, pero es algo más fiable que el botarate de Trump. Ahora bien, el germano pregona la austeridad, excepto en determinados sectores como la Defensa. Anunciar recortes en prestaciones sociales y freno a la subida del salario mínimo mientras se incrementa la inversión en armamento es, cuanto menos, decepcionante. No hay para vivir, pero sí para matar, dirían los antimilitaristas, y, aunque es cierto, también lo es que esa foto de China, Rusia e India es la imagen más preocupante de los últimos meses. Son las grandes potencias demográficas, cuya población suma 3.000 millones de habitantes cuando la totalidad del planeta es de 8.000. Tienen cuatro veces la población de Europa y son quienes están decidiendo por dónde irá el mundo en los próximos años. Así, no es extraño que Merz anuncie la vuelta del servicio militar o la austeridad necesaria para pagar, de nuevo, la guerra. Promete el infierno que se ve en lontananza.
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