Borrar
Urgente Aemet confirma su previsión para el puente de diciembre en la Comunitat
Diario de un paseante

Los últimos de la fila

Jorge Alacid

Valencia

Miércoles, 16 de julio 2025, 23:31

Fila en la panadería del barrio, atendida por una joven que despacha la mercancía a otra milenial de aire extranjero que no para de comprar ... más y más cosas. Pan desde luego, pero también bollería y otras golosinas como si abasteciera un refugio nuclear. Llega la hora de pagar. Cuando se entera del precio en que España tarifa todos esos manjares, lanza una exclamación de sorpresa. Luego se ríe. En su carcajada, el resto de testigos de la escena detectamos que en realidad se ríe de nosotros. Es un gesto que se le dispara de manera natural a cada guiri que llega: encarnamos su versión del paraíso, porque la derrama que les exige la panadería, el bar de la esquina, el restaurante de guardia y las mil versiones que adopta el ocio (y el negocio) contemporáneo son calderilla para el turismo foráneo mientras nuestros bolsillos languidecen comparados con el poderío que distingue a quienes disfrutan de un tren de vida superior e integran razonablemente esa marea de 80 millones de personas que este año visitarán nuestro país. No vale extrañarse pero al menos este largo momento haciendo cola en la panadería, viendo a la turista de turno enarbolar triunfante su tarjeta de crédito, me invita a reflexionar. Pongo por escrito ahora el resultado de mis cavilaciones y casi me deprimo. ¿Para esto hemos quedado? ¿España va bien? Una reciente visita al extranjero despeja mis dudas: nuestro poder adquisitivo cotiza muy a la baja, declinante como otros valores de nuestra sociedad. Convertidos en un parque de atracciones que les sale muy barato a nuestros visitantes, mientras pensamos si penalizamos sus viajes con una tasa (jaja) o discutimos con entusiasmo enternecedor si nos conviene o no el turismo de masas (otro jaja), a mí también me da la risa, como le pasa a la primera de la fila. Yo soy el último, en todos los sentidos, y me río porque su carcajada es contagiosa: decide llevarse otros dos tarros de mermelada. Y no deja de sonreír.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Los últimos de la fila