Tan sólo frustración
Los incendios que han devastado parte de nuestro país me han provocado amargura y, de cara al futuro, frustración. No sólo por las llamas que ... arrasaron montes, casas y alguna vida, sino por lo que vino después: la bronca política. Abro los periódicos, enciendo la televisión o escucho la radio, y encuentro como conclusión principal, no la tragedia de las familias que lo han perdido todo, sino el enfrentamiento entre el Gobierno y el Partido Popular. Una especie de duelo retórico mientras, en paralelo, cientos de conciudadanos se preguntan cómo reconstruir su vida sobre cenizas. Y me pregunto, con cierta ingenuidad, ¿cuál es el proyecto de Pedro Sánchez y su Gobierno para prevenir el descenso de los incendios y de sus devastadoras consecuencias? El problema no desaparecerá, cada verano volverá con la misma crudeza y el cambio climático hará las cosas aún más difíciles. Sin embargo, no veo un plan claro, un proyecto integral que permita confiar en que estaremos mejor preparados. Veo, en cambio, discursos grandilocuentes, reproches y mucha pose.
Tampoco puedo pasar por alto la actitud presidencial ante las cincuenta medidas presentadas por Alberto Núñez Feijóo. Puede que algunas sean discutibles, puede que no todas tengan encaje, pero ¿no merecen, al menos, ser analizadas con seriedad? La reacción de la burla, de la mofa pública por parte de Pedro Sánchez me resulta insultante, especialmente y, para quienes acaban de perderlo todo. En lugar de buscar puntos de encuentro, el Gobierno ha preferido atrincherarse en el desprecio. Ese pacto de Estado invocado desde la Moncloa, parece quedarse en humo. ¿Qué podemos esperar entonces de estos políticos? No lo sé. Yo, desde mi rincón con vistas al Peñón de Ifach, me siento consternado, indignado. ¿Cómo estarán quienes han visto cómo las llamas engullían en minutos lo que tardaron décadas en levantar? Pienso en esas familias que hoy viven entre cenizas y burocracia, y duele imaginar su soledad, su impotencia, su rabia. La política debería servir para unir esfuerzos en momentos así, para mostrar grandeza y responsabilidad. Sin embargo, lo que presenciamos es un duelo de egos, una carrera por ver quién tiene la última palabra. Mientras tanto, el fuego no espera, ni entiende de siglas. Como contribuyente, solo puedo pedir algo muy simple: que dejen de pelearse y empiecen, de una vez, a trabajar juntos.
Lo triste es que el abandono, la falta de sensibilidad por parte del Gobierno, se ha convertido en reiterativo. Hay personas viviendo en barracones en la Palma cuando van a cumplirse cuatro años de la erupción del volcán, casas sin ascensor y garajes sin reponer ni arreglar casi un año después de la dana... Entonces ¿qué se puede esperar? Así es la vida.
Tras los trágicos incendios, no hay proyecto para confiar en que estaremos mejor preparados
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