Alerta justificada
No comparto las críticas; la seguridad ha de ser lo primero
Valencia amaneció el lunes bajo alerta roja por el riesgo de lluvias torrenciales, y sin embargo, en la ciudad tan sólo en la noche notamos ... las luminosidades de los relámpagos, los estruendos de los truenos y fuertes precipitaciones no demasiado largas. No faltaron voces críticas tildando de exagerada la medida -suspensión de colegios, cierre de gimnasios y algunas cadenas alimentarias y liberación a funcionarios de asistencia al trabajo, entre otras- como si el hecho de que el cielo no se desplomara sobre nuestras cabezas deslegitimara la decisión de las autoridades. Pienso lo contrario: la alerta y las medidas dictadas estaban justificadas.
Conviene recordar que la meteorología no es una ciencia exacta. Se trabaja con modelos, proyecciones y probabilidades. Los organismos competentes no se guían por caprichos, sino por datos que les indican la posibilidad real de episodios peligrosos. Cuando existe ese riesgo, la obligación institucional es clara: avisar, preparar y prevenir.
¡Cómo vamos a olvidar la dimensión de la pesadilla de once meses atrás! cuando la tragedia golpeó a nuestra región con dureza. Aquella experiencia marcó un antes y un después. Generó una sensibilidad colectiva que nos recuerda, cada vez que escuchamos la palabra «dana», que detrás de esos fenómenos se esconden vidas humanas, familias rotas y daños materiales que tardan años en repararse. ¿Quién puede sostener que se ha actuado con exceso de celo?
Es aquí donde cobra pleno sentido esa máxima tan sencilla como certera: «más vale prevenir que curar». Prevenir significa, que en ocasiones el peor de los escenarios no se materialice. Precisamente ahí está la victoria: que no pase nada. Lo irresponsable sería lo contrario. Prefiero esta actuación a otras tendentes a la perlesía. Hicieron verdad aquella frase que escuché en 'Melodía de seducción' a uno de sus protagonistas: «Hay pocos errores en la vida que no puedan ser corregidos si tienes valor».
La jornada demostró algo positivo: cuando las autoridades cumplen con su obligación de advertir, los ciudadanos responden como deben. Calles más tranquilas, actividades ajustadas a las recomendaciones y una actitud general de prudencia. Esa coordinación entre instituciones y población es el mejor escudo frente a fenómenos meteorológicos que, con el cambio climático, serán cada vez más frecuentes e imprevisibles.
Por eso, lejos de criticar la alerta roja, deberíamos valorarla como un ejercicio de responsabilidad colectiva. No es una exageración ni un error: es un recordatorio de que la seguridad va primero. Que en Valencia no ocurriera lo temido no es un fracaso de la previsión, sino la confirmación de que, a veces, la mejor noticia es que nada grave suceda. Así es la vida.
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