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Un tiempo después de la inundación, el Ayuntamiento ha reabierto la biblioteca pública que venía funcionando en el barrio de La Torre, un servicio público ... que resultó con serios daños. Cuando la noticia llega, nos sentimos reconfortados: es un signo de recuperación, de esperanzadora normalización. Y es también una señal clara de que el Ayuntamiento, una institución pública, no renuncia a sus fines esenciales. Ni puede, ni debe, ni quiere hacerlo: ¿cómo va a renunciar a un servicio público como el de las bibliotecas? Sin embargo, cuando Correos, en 2021, renunció a su sede central en la plaza del Ayuntamiento, el presidente Puig no tuvo el buen gusto de hacerle esa misma pregunta al presidente de la entidad. ¿Por qué Correos renuncia a un edificio emblemático en la tercera capital de España? ¿No quiere prestar buen servicio? ¿No considera dignos a los valencianos? ¿Por qué el Estado, que heredó un prestigio histórico en Correos, se rinde ante sus competidores y deja el campo despejado a Amazon y los correos alternativos?
Igual menosprecio veo en esa rendición del ministerio de Hacienda que no quiso sobrellevar el peso del patrimonio de su edificio de la calle Guillem de Castro. Catalá y Mompó, siquiera fuera moralmente, deberían corregir la dejación que hicieron en su día Ribó y Toni Gaspar: ¿Pero a santo de qué usted dice que se va? Asuma usted en el tiempo la responsabilidad que adquirió en 1950: usted es el Estado, a las duras y a las maduras...
Es evidente: a base de trivializar, de no inyectarle respeto, de transigir con todo y con todos, el presidente Sánchez, en sus últimos siete años, está dejando al Estado convertido en un pañuelo de papel. El 29 de diciembre de 2021, para salvar las cuentas del ejercicio de una avalancha de pérdidas, el director general de Correos se vino a Valencia y firmó esa osadía, ese error de vender la sede de la plaza del Ayuntamiento a un Ximo Puig bizcochable hasta la humillación. Es ahora cuando sabemos que la escandalosa Leire Díez había llegado a la institución unas pocas semanas antes y que estuvo en el diseño general de tirarse de encima, con urgencia, las sedes históricas de la institución para salvar las cuentas de un año que prometía ser tan malo como el de la pandemia.
¿Deben las instituciones defender el concepto de biblioteca pública por recia que sea la competencia de internet, o deben rendirse? ¿Debe el Estado mantener el concepto de un servicio público de Correos frente a la competencia o debe claudicar? No hay otro debate moral, no hay otra cuestión. Y la verdad es que el Estado no puede acabar quedando en las manos (pecadoras) de gente sin formación, sin principios sólidos y sin calidad moral. El Estado es un concepto noble para el calibre de la gentuza que, según vemos, ha tenido acceso (barra libre) a su sala de máquinas...
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