Libres como el mar
Correr es como vivir, unas veces toca apretar el paso, otras elevar la guardia y aguantar los golpes. El maratón te pone a prueba y la recompensa es una lección de vida
Así que esto era el muro. Pues caramba con el muro... Debí hacer más caso a mi padre en aquel arrebato erudito que de existir ... justicia en el mundo habría agitado los cimientos de la fisioterapia moderna: «¿Que al moverlo te duele el pie derecho? Pues no lo muevas, hijo mío, o mejor menea el otro y asunto resuelto». Pero Antoñito nunca escucha, ese día tampoco. De ahí que hace un año, alistado como voluntario y todavía corcovado por los efectos del medio maratón corrido seis semanas atrás, mi borrachera de admiración en un recodo de la avenida Jacinto Benavente me animara a pedir un deseo irreal a un futuro impensable: yo quiero ser maratón. Y de aquellos polvos vienen estos lodos.
El primer error es de concepto. Reduces el alcance de la aventura a sus 42 kilómetros y pico, total uno de esos malos días que tiene cualquiera, para descubrir ya demasiado tarde que confundiste la guinda con el pastel. En la meta recoges la medalla, pero te la ganas durante las dieciséis semanas previas, frenéticas, disciplinadas como el dietario del verdugo, alguna de hasta cien kilómetros según repartas la carga de trabajo. Y sólo luego, ya ni los recordabas, llegan los 42 mordiscos del diablo. Y el pico, que se clava en las entrañas.
La primera palabra que aflora apenas entro en mi box es 'tribu'. Cada cual de su padre y de su madre, todos ahí hemos recorrido el mismo camino. Por eso no necesito conocerlo para empatizar con el alemán que rumbo a la salida averigua que soy debutante. «Cojonudo», exclama como si masticara polvorones, demostrando que hay exabruptos nacidos para ser pronunciados con acento de Valladolid. Celebro que hace cinco años me liberé del cáncer, anuncia la camiseta de una chica brasileña. Siempre quise correr en esta ciudad, cuenta Rocío, gallega con pánico al calor, y sus palabras me hacen sentir afortunado. Si en cualquier ámbito la primera vez es especial, dónde mejor para mí que en Valencia. Suena Nino Bravo. El Freddie Mercury español, explica Pilar a un inglés sorprendido por el torrente de voz. No puede concluir su alegato patriótico porque aquello echa a andar y todos desaparecen, convertidos en cuentas de un rosario interminable enhebrado por la infinita línea azul. Libres. Como el mar.
El público lo es todo: le revientas un domingo y te lo paga erigiéndose en tu tabla de salvaciónTe vas derrengando un entrenamiento tras otro hasta descubrir que ya no entrenas el cuerpo sino la mente
El maratón es protocolo. Esto funciona más o menos así. Te vas derrengando un entrenamiento tras otro hasta que el día más insospechado, al concluir una serie de tantas o en la ociosa rutina de un cambio de ritmo, descubres que ya no entrenas el cuerpo sino la mente. Entonces lo sabes, estás preparado. En carrera sólo has de aplicar lo aprendido. Estrategia: buscar claros en la masificación de los primeros kilómetros. Qué tendrá Valencia que cada iniciativa, de las Fallas al maratón, la enfrenta al peligro de morir de éxito. Escucha y negociación: con los sucesivos mensajes de un cuerpo que amenaza ruina. Psicología: calle de la Reina, kilómetro 21, es hora de elegir entre la botella medio llena o medio vacía. Tomo mi decisión, y por si quedara alguna duda acuden Gloria Gaynor y su himno a apoyarme en Santa María del Mar. Agradecimiento: hacia el público que convierte algunos tramos en prolongaciones de Alpe d'Huez, mostrando una generosidad sin límites. Le revientas un domingo y te lo paga erigiéndose en tu tabla de salvación. Preparación: para lo peor. Cinco geles, agua, pastillas de sodio, potasio y magnesio... Lástima que a Dios no le interesara el running, porque nos habría creado con tres brazos o un marsupio como el de los canguros. Valentía: frente al vértigo en la calle de la Paz, la entrada a Mordor, kilómetro 30, mi última frontera explorada. Resistencia: me pidieron en la Feria del Corredor una canción para recibirme al paso por Poeta Querol y descartada la travesura del Fary elegí el 'Despechá' de Rosalía. Debí optar por el 'Réquiem' de Mozart, pues no abrigo más deseo a esas alturas que merecer el auxilio de una valquiria dadivosa dispuesta a retirar el escorzo de mi figura del asfalto. Equilibrio: el imprescindible entre la necesidad de hidratarse, que el domingo ha salido de palabra, el sol ya aprieta, y la capacidad limitada de la vejiga.
Así que esto era el muro... Correr es como vivir. Unas veces toca apretar el paso, otras elevar la guardia y aguantar los golpes. En estas estamos, así que a partir del 34 procede sacar la artillería emocional. Pienso en por qué empecé a correr. Lo hice por una huida, hacia adelante como las de todo acobardado, para reforzar el vínculo con mi hija creado por una enfermedad ya olvidada. Acudo al sacrificio que nos trajo aquí. Juntos los dos nos dejamos caer en los brazos del atletismo y él nos arrojó a los del maratón, cuyo campo magnético pone a prueba el físico, la salud mental y las relaciones -algún divorcio tendrá en nómina-. Con él la cama siempre está fría, los domingos nacen sin matinales, los sábados mueren antes de conocer la noche, y de repente te descubres conviviendo con una obsesión. Busco motivación en las burlas de los que no me quieren, pero qué siroco le ha dado a éste, reforzadas por la inquietud de quienes realmente valen la pena. Y ni aun así. Cuando llega el muro , agarrándose a las rodillas, trato de engañarlo con un cínico «te estaba esperando». Hay que acabar, a todo precio, si te rompes mala pata. Se lo explico a la cintilla que como el niño pregunta si falta mucho. Ya apenas troto, me contento con despegar las piernas del suelo, pero sé que voy a llegar. A gatas si hiciera falta. Emoción o reacción ante un sufrimiento desconocido, plenitud o vacío, es difícil interpretar las lágrimas cuando no sabes por qué lloras, pero qué bien sienta desahogarse. Salgo de mi primer maratón con una lección de vida y un compromiso. Esto no ha hecho más que empezar. Antes dejaré de andar que de correr.
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