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Esta semana se ha presentado la tercera edición del Barómetro del Empresariado. Promovido por la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), en colaboración con la consultora ... GAD 3 y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie); este estudio analiza la percepción social del empresariado y el emprendimiento en España. Con una muestra que alcanza 3.700 encuestas, la investigación tiene como finalidad explorar, analizar y evaluar el importante papel que el empresariado desempeña para generar empleo, riqueza y desarrollo. Muestra un cambio cultural importante en la sociedad española porque para ocho de cada diez españoles el tejido empresarial es un bien común que debemos cuidar y fortalecer.
El cambio cultural que se está produciendo parece lógico porque los ciudadanos no podemos vivir instalados en tópicos maniqueos que demonizan la generación de riqueza, el talento, la creatividad, la ambición y, también, la voluntad de servicio a la sociedad. La valoración moral del emprendimiento y del sano tejido empresarial requieren este tipo de herramientas para alfabetizar económica y financieramente a las nuevas generaciones. No estamos sobrados de estas herramientas para fortalecer el modelo empresarial euro-mediterráneo, basado en una economía 'social' de mercado, que corre el riesgo de ser `partidizada' o 'atomizada' cuando se olvida la dimensión moral de las prácticas económicas, como actividades estructuralmente comunitarias. En este sentido, parece que los promotores del barómetro tienen miedo a calificarlo como un barómetro estructuralmente 'moral', como si no necesitáramos propuestas cívicas que evitaran la desmoralización que nos atormenta.
No es una simple herramienta técnica para el diagnóstico. Es un recurso de análisis ético perfeccionable. Primero por el rango de la muestra y el enfoque. Segundo porque en las preguntas faltan referencias cualitativas claras al capital social, al capital confianza y a la dimensión relacional y 'familiar' del emprendimiento. Hablamos de tejido porque hay vínculos, nudos y redes. El empresario no es un extraterrestre digitalizado que necesita financiación, suele ser un quijote contracultural sin miedo, algo ingenioso y disruptivo, entrenado en la perseverancia, vinculado a un proyecto que le seduce y religado a determinados hábitos sociales. Además de sortear las tentaciones de corrupción o los tediosos frenos burocráticos, cuenta con circunstancias socio-familiares, sin las que no habría crédito de ningún tipo. Además de la inseguridad jurídica y laboral que son frenos señalados, se suma el acelerado crecimiento de la incertidumbre. Algún lector se preguntará: ¿por qué olvidarse del carácter relacional y 'familiar' de la vida empresarial?
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