Brasil hunde el portaaviones fantasma cargado de amianto que deambulaba por el Atlántico

El hundimiento, que había sido autorizado por la Justicia federal, se ha llevado a cabo a pesar de que la Procuraduría brasileña había presentado el jueves un nuevo recurso para impedirlo por razones ambientales. El 'Sao Paulo' fue vendido como chatarra en 2022 a una empresa turca, pero ningún puerto lo aceptaba por los materiales tóxicos que llevaba en los componentes de su casco, y ni siquiera había podido atravesar el Estrecho de Gibraltar y entrar en el Mediterráneo.

El 'Sao Paulo', que ha desaparecido como un amasijo de chatarra tóxica, tuvo un origen mucho más digno. Con 266 metros de eslora, capacidad para albergar 1.300 tripulantes y transportar 30 cazabombarderos, era uno de los dos portaaviones de la clase Clemenceau que construyó Francia para su Armada a partir de 1957. Botado en 1959, entró en servicio en 1963 con el nombre 'Foch' (R-99). Cumbre con su hermano 'Clemenceau' (R-98) de la arquitectura naval militar francesa del momento, era entonces un navío puntero.

El 'Foch' fue retirado del servicio al ser sustituido por el mucho más moderno 'Charles de Gaulle' y fue vendido a Brasil, que necesitaba relevar a su vetusto portaaviones 'Minas Gerais'. La Armada Brasileña lo incorporó el 15 de noviembre de 2000 y estuvo en servicio hasta 2017. Durante todo este tiempo tuvo que ser actualizado en varias ocasiones y también sufrió dos incendios graves, en 2005 y 2012. En 2017, la Marina anunció que el buque sería desmovilizado y retirado del servicio, lo que ocurrió formalmente el 22 de noviembre de 2018, a causa del coste inasumible que suponían las continuas reparaciones que precisaba el navío.

Aunque surgió una iniciativa para transformar el portaaviones en un museo flotante, el barco fue adquirido para su desguace por el astillero turco Sok Denizcilikve Tic, por unos 2 millones de dólares. El 'Sao Paulo' salió remolcado de Río de Janeiro con destino a Turquía el 4 de agosto del año pasado. El viejo portaaviones y su remolcador holandés alcanzaron la costa de Marruecos el 26 de agosto. Pero cuando iban a atravesar el estrecho de Gibraltar, el Gobierno turco revocó el permiso para que el barco atracara en Turquía, después de que técnicos del Ministerio de Medio Ambiente turco comprobaran que llevaba muchos más elementos contaminantes a bordo de los señalados en el correspondiente informe brasileño. Destacaban las cantidades de amianto. Se habían declarado 9,6 toneladas, por los técnicos estimaron que debía de contener 600 toneladas de este y otros materiales peligrosos.

El remolcador tuvo que regresar con el portaaviones a Brasil, donde tampoco pudo entrar en ningún puerto por las mismas razones ambientales. Así, convertido en un barco fantasma a remolque, el 'Sao Paulo' ha estado dando vueltas en aguas brasileñas varias semanas, frente a las costas de Pernambuco, hasta que la empresa turca ha resuelto «ceder el casco a Brasil», según ha indicado a través de una nota.

Al fin, las autoridades brasileñas han optado por hundirlo a unos 350 kilómetros de la costa. La Marina brasileña ha responsabilizado a la empresa turca que lo había comprado para desmontarlo y reciclar sus materiales por no haber adoptado las medidas necesarias para obtener la autorización para remolcarlo a puerto.