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Elegir qué carrera estudiar no es una decisión fácil de tomar. A menudo, los jóvenes se enfrentan a esta elección con más dudas que certezas: ¿qué me gusta?, ¿tendrá salidas?, ¿me podré dedicar a esto dentro de diez años? La inseguridad es común, especialmente en un contexto en el que el mercado laboral cambia a gran velocidad, las nuevas tecnologías transforman los perfiles profesionales y la presión social empuja hacia titulaciones 'de moda'. Sin embargo, hay una carrera que destaca sobre el resto por su potencial y que cada vez tiene menos demanda.
Lejos de las primeras opciones más habituales —como Medicina, Derecho, ADE o las nuevas ingenierías tecnológicas— el grado en Ingeniería Agrónoma es hoy una titulación olvidada. Sin embargo, es también una de las pocas carreras que puede presumir de una cifra contundente: el 100% de sus graduados encuentra trabajo.
En la década de los 90, esta carrera vivió un momento de esplendor. Cada año se matriculaban más de 5.000 alumnos en las distintas universidades españolas que ofertaban el grado. Hoy, esa cifra se ha desplomado. El número de estudiantes se ha reducido drásticamente, y las plazas quedan a menudo sin cubrir.
¿El motivo? La imagen errónea que se tiene de la profesión. Muchos jóvenes asocian la ingeniería agrónoma con un trabajo puramente manual, vinculado directamente al campo, sin llegar a comprender el peso que tiene en sectores tan estratégicos como la alimentación, el desarrollo sostenible, la biotecnología o la economía circular.
No obstante, este grado no implica necesariamente ponerse unas botas y cultivar un huerto. Esta titulación ofrece una formación técnica muy sólida en múltiples ámbitos: química, biología, ingeniería, sostenibilidad, análisis de datos, tecnología alimentaria, diseño de infraestructuras agrarias, gestión de recursos hídricos, control de plagas o mejora genética vegetal, entre otros.
El profesional agrónomo es clave en el diseño de soluciones para garantizar una producción alimentaria eficiente y segura, optimizar el uso de los recursos naturales y afrontar retos globales como el cambio climático o el aumento de la población mundial. El campo, en todo caso, es solo una parte más del engranaje.
Además, muchas empresas del sector agroalimentario, de consultoría ambiental o de innovación agrícola buscan perfiles como estos… y no los encuentran. La escasa oferta de titulados hace que tengan garantizado el acceso al mercado laboral desde los primeros meses tras terminar la carrera.
En una sociedad cada vez más preocupada por el origen de los alimentos, la eficiencia de los cultivos, el impacto medioambiental y la tecnología agrícola, los ingenieros agrónomos son más necesarios que nunca. Sin embargo, esta carrera sigue sin ocupar los primeros puestos en las preferencias de los estudiantes españoles.
Una paradoja en un país como España, donde el sector agroalimentario representa más del 10% del PIB y tiene un enorme peso en la economía y en la innovación científica.
Revalorizar la ingeniería agrónoma pasa por comunicar mejor en qué consiste, mostrar su versatilidad y su impacto real en la sociedad. Porque mientras algunos se dejan guiar por modas pasajeras, esta carrera silenciosa continúa garantizando empleo, futuro y una conexión directa con los grandes desafíos del siglo XXI.
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