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Un cliente, pagando su compra con tarjeta. JESÚS MONTAÑANA
El interés de las tarjetas de pago aplazado, intacto en el 20% a pesar de la caída de tipos

El interés de las tarjetas de pago aplazado, intacto en el 20% a pesar de la caída de tipos

El elevado coste de las compras a crédito postergadas, en las que se acumula la deuda con un recibo fijo, apenas ha bajado desde la crisis

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Lunes, 25 de noviembre 2019, 01:09

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Por los monederos y bolsillos de los ciudadanos corren diariamente 84millones de tarjetas de pago;de ellas, 36 millones son de crédito;y de estas, la mayoría podrían tener activado el pago a crédito puro y duro sin que sus titulares conozcan al dedillo una de las modalidades tan laberínticas que pueden generar una deuda casi de por vida si no se corta de raíz. Son las conocidas técnicamente como tarjetas 'revolving', una alternativa financiera en la que sus titulares pagan una cuota fija al mes con la que van liquidando una deuda que a su vez se autogenera a medida que se va gastando en los comercios.

El problema del uso de estas tarjetas es que los intereses que aplican los bancos y las financieras de los centros comerciales para venderlas a los clientes siguen anclados en el entorno del 20%, tres veces más que los que se aplican a los préstamos personales;y con una evolución que casi no se ha movido en la última década en la que los tipos de interés oficiales llevan anclados en el 0% desde el año 2014. Y no hay visos de que el Banco Central Europeo (BCE) vaya a reconsiderar su política monetaria con alzas del precio oficial del dinero a medio plazo. Además, esa estadística media incluye algunas tarjetas cuyo coste se sitúa por encima del 27% TAE en casos muy determinados.

Hasta el pasado mes de septiembre, el tipo de interés medio ponderado que las entidades aplicaban a las tarjetas de crédito con pago aplazado se encontraba en el 19,67%, según las últimas estadísticas difundidas por el Banco de España. Aunque es el registro más bajo de los últimos meses, su evolución se ha mantenido prácticamente inalterable en los últimos ejercicios en el entorno del 20%. El interés medio de estos productos ha pasado del 21,1% de 2014 hasta solo el 19,9% de 2018 y solo en los últimos meses el descenso ha permitido relajar tímidamente ese coste hasta el 19,6% actual.

La cuestión no es baladí porque estas cifras contrastan con los descensos que sí han experimentado otras modalidades de crédito como los de consumo, cuyo interés medio actual se encuentra en el 7,3%, desde cerca del 8% que aplicaban hace cinco años;y, sobre todo, en las hipotecas, con un tipo medio ponderado del 1,8% en septiembre frente a más del 2,4% de 2018.

Vorágine de compras

El riesgo que suponen las tarjetas de crédito con pago aplazado es que pueden fomentar un uso indiscriminado de esos plásticos a la hora de realizar compras sin que el titular se percate de cuál es el nivel de deuda que está asumiendo, y durante cuánto tiempo lo va a hacer, al tener solo como referencia una cuota periódica estable. Además, en épocas como la actual, a pocas semanas de Navidad, su uso suele incrementarse por varias vías. Quienes ya tenían contratada esta modalidad siguen utilizándolas como hasta ahora incrementando su deuda;y quienes tienen una tarjeta de crédito, pueden activar ese pago aplazado, si se ven agobiados por las compras que tienen que realizar, con lo que se adentran en la espiral de más deuda y cuotas fijas con intereses cercanos al 20% que elevan finalmente las facturas con los bancos.

La comercialización de este tipo de tarjetas también puede acabar en los tribunales, como ha ocurrido con otros productos bancarios complejos, como las hipotecas con cláusulas suelo. De hecho, la posible usura (el cobro de un interés ilícito o excesivo, como recoge en su acepción la RAE) ya planea sobre algunos bancos que venden estas tarjetas. El Tribunal Supremo va a examinar si esos intereses de las 'revolving' superan determinados umbrales que puedan constituir un delito contra los clientes bancarios. El caso ha llegado al Alto tribunal de la mano de Wizink, una de las entidades más demandadas por sus clientes en torno a este tipo de tarjetas. La corporación es la primera que ha presentado un recurso de casación para determinar si había usura, como sostienen algunos fallos en instancias judiciales inferiores, o no, como considera el banco.

Este tipo de tarjetas está generando una importante litigiosidad judicial entre bancos, entidades y compañías financieras presentes en los puntos de venta, sobre todo cuando los titulares de esos productos se percatan de la deuda acumulada a base de realizar compras y del incremento de ese capital como consecuencia de los intereses aplicados por las empresas.

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