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Tamara Falcó. EFE
Tamara Falcó: «En casa no me dejaban cocinar»

Tamara Falcó: «En casa no me dejaban cocinar»

Consagrada como la ganadora de la cuarta edición de 'MasterChef Celebrity', reconoce ahora sobre el programa que «pensaba que iba a estar más trucado»

Julián Alía

Madrid

Viernes, 29 de noviembre 2019, 00:11

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Tamara Falcó (Madrid, 38 años) asegura que entiende perfectamente a quienes no confiaban en ella como posible ganadora de la cuarta edición de 'MasterChef Celebrity'. Sin embargo, la diseñadora de moda acabó el miércoles con los prejuicios que la rodeaban ante la atenta mirada de los 2.774.000 espectadores (25,8% de audiencia) de TVE, de su madre, Isabel Preysler, y de la actual pareja de esta, Mario Vargas Llosa.

-¿Hubiese cambiado algo de ese último programa?

- Me hubiera gustado haber rallado la trufa en el último momento, y también tener veinte segundos extra para batir más el aire, porque no sabía lo suficiente a cacao.

-¿Se vio como ganadora en algún momento?

-Jamás lo pensé. En eso creo que estábamos casi todos de acuerdo. Es un reto y me lo tomé muy en serio. Miguel Ángel Muñoz fue para mí un ejemplo, porque él también entró sin freír un huevo.

-¿Su relación con la cocina se reducía a ir a por un vaso de agua?

-Era bastante parecida a eso. La cocina siempre me había gustado, pero no me dejaban practicar. Mi madre aborrece la cocina, y tenía miedo a todo el tema de cuchillos, quemaduras. Meterme a cocinar ha sido a raíz de esto. Mi padre y mi madre se fueron a una isla desierta y mi padre, después de tomar yogures y sándwiches durante varios días, le dijo: 'Mira, Isabel, voy a pescar, y lo vas a cocinar'. Y a partir de ahí el matrimonio no fue bien (risas).

-¿Cómo se preparó?

-Yo firmé contrato dos semanas antes de entrar. Paco Roncero y Nerea Ruano me acogieron. No fue suficiente para aprender todo, porque necesitas tener una base fuerte de cocina, y como se pudo ver en el primer programa, ya ni me acordaba de cómo tenía que pelar el espárrago.

-Y más tarde, visitó a Oriol Castro.

-Eso fue muy 'heavy'. No conseguía plasmar en el menú lo que quería. Me acerqué a Oriol en un descanso para preguntarle si podía ir a su restaurante ese fin de semana. 'Mira, Tamara, tenemos mucho lío.', y yo: 'Ya tengo el billete'. Le hizo gracia y me trataron como en mi vida. Además, se me daba muy mal presentar los platos, y Oriol le encargó a Juan Avellaneda que me aprendiera bien el discurso. La noche anterior lo estuvimos repitiendo y repitiendo. Yo le decía: 'Juan, tengo que dormir, que mañana tengo la final', y él me decía: 'No me has emocionado. Vuelve a empezar'.

«La hostelería es muy dura»

-¿Qué le ha sorprendido más del programa?

-Realmente pensaba que estaba más trucado. Creía que iba a ser más fácil, y ya en el primer cocinado vi el nivel de mis compañeros. Vi el plato que hizo Ana Milán y me quedé alucinada, pero gracias a Dios también tenía a Los Chunguitos en mi edición. Entonces me dije que tenía que tomármelo muy en serio. Los jueces y la televisión intimidan, y me apliqué muchísimo. La hostelería es muy dura. Hay que cuidar todo con mucho mimo y ser un perfeccionista. Y al estar en un concurso, en el que te llevan al límite, era complicado mantener el equilibrio. No solo es cocinar bien, también es una competición. Tienes que mantenerte, intentar que no te afecte mucho. Es difícil gestionar las emociones.

-¿Estaba tan asustada como para pensar en abandonar?

-Asustada, todo el tiempo, pero éramos un equipo gigantesco, y creo que por respeto a ellos no puedes hacer eso. Recuerdo un día que llegó Pepe (Rodríguez) con una conjuntivitis. que tuvieron que venir a tratársela, y no se perdió ningún día de grabación. No es algo que te puedas tomar a la ligera, porque hay mucha gente trabajando.

-¿Cómo ha sido esa relación especial con Jordi Cruz?

-¡Qué pregunta más complicada! Me quedo con ese momento de jauja de la final. Le admiro muchísimo, y mis compañeros se metían muchísimo con él, le hacían bromas y. me vine arriba.

-¿Qué significaron esas palabras suyas del último programa?

-Es de lo más bonito que me han dicho en mi vida. O lo que más. Viniendo de un chef como Jordi, que lleva en las cocinas desde los doce años, que haya visto lo que me he esforzado y admita delante de toda España que tenía sus prejuicios. Fue precioso.

-¿Y qué diría a quienes tenían esos prejuicios?

-Que los entiendo. Eso es lo bonito de la vida, que te va sorprendiendo.

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