El anuncio de festejos populares para abrir la plaza de Valencia este mes de noviembre, y que la Comunidad de Madrid, al mismo tiempo, también ... los programe, nos vienen a decir que el toro que se corre en las calles se está convirtiendo en el gran aliado de la tauromaquia en plaza. Y yendo más lejos, la modalidad nacida en los pueblos afectos al 'bou al carrer', la de los recortadores, además de aliada, sostén. Se está comprobando por momentos que los quiebros casi imposibles a cuerpo limpio que protagonizan los chavales, y las chavalas, que de todo hay para mayor gloria del toro bravo, están llenando palenques por aquí y por allá.
Llegados a este punto, habría que hacerse dos preguntas: por qué de su auge y por qué puede ser también sostén para la tauromaquia reglada. La primera, sin estar apoyada nada más que en la percepción de quien firma esta modesta columna, porque nace del pueblo, de sus gentes, y porque los protagonistas son ellos mismos. Y a más, por el orgullo de sentirse admirados por su entorno. La segunda, aquí hay que basarse en el precedente injustamente marginado, de los espectáculos cómico/taurinos, porque estos fueron durante muchísimo tiempo, apoyo económico para cuadrar los presupuestos de las grandes ferias.
Es por ello que se pueda contemplar como una posibilidad muy real, que los Recortadores, con mayúscula, puedan ser, de una parte, ayuda económica, pero también, y no menos importante, vivero de aficionados a la tauromaquia que se rige por la liturgia heredada. Claro que, así como quienes nos hicimos aficionados acudiendo a los festejos cómico/taurinos, cuando llegamos a presenciar corridas, las emociones percibidas eran superlativas, ahora, quienes después de ver los alardes de amigos y conocidos frente al toro en puntas, querer que se emocionen con los quiebros y requiebros al uso, y abuso, no será fácil.
Pero siempre estarán ahí los espadas que sienten el toreo como arte brujo para engancharlos.
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