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Sebastián Yatra convierte el Roig Arena en su patio de juegos
El cantante colombiano fusiona emoción y fiesta en un concierto único de muchos estilos musicales
Rosana Ferrando
Valencia
Domingo, 21 de septiembre 2025
El Roig Arena latía antes de que apareciera Sebastián Yatra. Miles de voces se arremolinaban entre expectación y alegría, como si la ciudad entera ... hubiera decidido cantar al unísono. El público, emocionado y entusiasmado, convirtió la espera en una celebración anticipada de lo que estaba por venir.
Para Yatra, el escenario es un patio de juegos donde todo cabe: el guiño cómplice, la improvisación, la confesión y la fiesta. Con su polivalencia, supo conducir a los asistentes por un viaje de emociones opuestas: desde la electricidad de 'Traicionera', ese icono del reguetón que resuena cada noche en las discotecas del mundo, hasta la ternura de 'Dos Oruguitas', una de las canciones más delicadas que ha regalado Disney en los últimos años.
El concierto arrancó con 'Milagro', seguido de 'Lienzo' junto a Robi, y el inevitable estallido de 'Tacones Rojos', que levantó al Roig Arena entero como si de un himno se tratara. Temas como 'Pareja del Año' o 'Un Año' mantuvieron el pulso de una primera mitad marcada por la complicidad entre artista y público. Luego llegaron la fuerza de 'La Pelirroja', un gran hit que vive en el 'para ti' de TikTok, la frescura de 'Energía Bacana' y el coro masivo de 'Chica Ideal', hasta desembocar en el cierre con 'Robarte un beso' y 'Vagabundo', entre fuego, pirotecnia y euforia compartida.
El colombiano de moda no solo ofreció un repertorio, sino una experiencia compartida. Entre risas, confesiones y coreografías improvisadas, convirtió el Roig Arena en un portal a su país. Sus compatriotas disfrutaron de un cacho de viaje que les llevó a sus orígenes sin tener que cruzar el océano. El Roig Arena fue un lugar donde la frontera entre artista y público se desdibujó por completo. Su entrada al centro de la pista, con las manos que intentaban atraparlo, aunque solo consiguieran tocar el espacio por donde él había pasado, demostró que su figura es mucho más que la de un cantante, es un icono de la originalidad y la actitud. La noche hizo ver que la música no solo se escucha: se vive, se canta y se siente juntos.
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Cada gesto improvisado, cada palabra lanzada al aire, tejió un relato único e irrepetible, porque en esta gira nada se repite: Yatra se funde con su gente y deja que el concierto se escriba entre todos. Y es que, aunque alguien crea no conocerlo, basta con que suene una melodía para descubrir que todo el mundo se sabe al menos una canción de Sebastián Yatra, incluso sin saber que es suya.
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