Muere Martin Parr, el gran fotógrafo de la ironía y la denuncia
Miembro de la agencia Magnum, artista, crítico y maestro, deja un legado en la mirada documental a color y una legión de discípulos
Doménico Chiappe
Domingo, 7 de diciembre 2025, 14:16
Hacer ‘hablar’ a una fotografía, que al verla el espectador se sumerja en un entrelineado que burle la sola imagen, es una misión difícil, aunque ya en los albores de esta técnica John Szarkowski demostrara que no había objetividad alguna en una foto. Que el fotógrafo influía desde el mismo momento de elegir el objetivo y cuánto ampliar el cuadro. Los que luego serían los grandes maestros de la disciplina, como Lewis Hine, Helen Levitt, Walker Evans, Cindy Sherman o Robert Doisneau ejercieron el oficio como escritores. Contaban historias, dramáticas las más conocidas, pero también surgió el humor, como en las de Samuel Fosso.
Pero la ironía no llegó a la imagen hasta que Martin Parr (Reino Unido, 1952) comenzó sus series sobre la ostentación y el ocio de las gentes británicas. El artista ha muerto en su casa de Bristol a la edad de 73 años el viernes, según anunció su familia en redes sociales este domingo. «Con gran pesar anunciamos que Martin Parr falleció ayer en su hogar en Bristol». Tenía cáncer, diagnosticado hace unos años. En su legado están miles de fotografías, una centena de libros -editados en países de todo el mundo- y una fundación que lleva su nombre.
No obstante su aparente mirada despreocupada, en el fondo de su trabajo había una incisiva crítica social, que se amplió y dio un nuevo norte a la fotografía documental. No en balde su lugar en la historia artística está al lado de Robert Capa, por ejemplo, al ser miembro desde los ochenta de la agencia Magnum, que fundó el reportero de guerra húngaro en época de grandes cambios, junto a otros como Henri Cartier-Bresson.
Los preceptos de esta organización con espíritu de cooperativa -en lo esencial dos objetivos: darle al fotógrafo el control sobre su trabajo y llevar al gran formato la foto documental hasta entrar a galerías y museos-, eran asumidos por Parr, que se convirtió en uno de los grandes valedores de los nuevos talentos que querían entrar en el selecto grupo o extender la influencia de sus trabajos.
La diferencia con aquellos fundadores no estaba en la profundidad de la visión sino en la forma de enseñar. Parr eligió el color, los tonos saturados y vivos, en vez del blanco y negro. También restó solemnidad y sobriedad al enfoque, para lograr mayor impacto. Sus series más conocidas son ‘Small World’, sobre el turismo de masa, y ‘The Last Resort’, sobre el ocio de la clase obrera, publicadas en los ochenta y noventa.
Camaleón del paisaje
En ellas era capaz de mimetizarse hasta el punto de hacer ‘cameos’ al estilo Hitchcook, en algunas de sus obras. Incluso, como anécdota, cuando en España se preparaba una edición que recopilaba algunos de sus ensayos, ilustrados con sus fotos, se necesitaba una imagen suya para la solapa. Él respondió dando instrucciones de que en una de esas imágenes interiores con su obra estaba él. Había que recortarla en su cara y usarla.
Con sol o con luces artificiales sabía cómo lograr que el color fuera cómplice de sus historias. En una entrevista contó cómo podía pasar la mañana entre la arena con los turistas, para quizás, con suerte, regresar con una buena fotografía. Era un camaleón del paisaje. Pero también un testigo. «Tengo la responsabilidad de intentar documentar las cosas a medida que cambian, las que pueden desaparecer o las que permanecen como están ahora», dijo en otra entrevista.
Merecedor de los premios Erich Salomon (2006), PhotoEspaña (2008) o World Photography Organisation (2017), prosiguió su investigación visual con trabajos como ‘Common Sense’, hasta finales de los noventa, y como historiador y juez del canon fue editor y seleccionador de ‘The Photobook: A History’, una edición ambiciosa en la que reunía lo que consideraba lo mejor de una salida a la fotografía de los nuevos tiempos: el fotolibro, autoeditado la mayoría de las veces gracias al abaratamiento de costes por las tecnologías.
Su obra la exponía tanto en galerías como en redes sociales. Esa exposición era parte de su firma. En uno de sus últimos mensajes en X, hace casi una década, daba cuenta de la subasta de una de sus obras, un mensaje parco que sin embargo, por lo desacostumbrado que resulta que el propio artista hable de precios, podía encajar bien con su ánimo y forma de denuncia: (la fotografía) ‘The Cost of Living’, (realizada en) 1987, vendida por 5,835 (dólares, unos 5.400 euros).
Sus imágenes de cuerpos sobreexpuestos al sol, de la opulencia kirtsch reflejada en joyas y fiestas, de la cotidianidad británica en interiores o exteriores son parte del imaginario colectivo. Alguna de sus obras están incluso en la portada de discos de grupos como Blur. Martin Parr deja una extensa obra artística, una hija llamada Ellen y varias generaciones de fotógrafos influidos por su lenguaje visual.