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Malvarrosa-Campanar. Es el recorrido de la línea 92, de la EMT. Irene Marsilla

El 92 y la buena vida

En la EMT. Antes de internarse en la Valencia colonizada por las franquicias, cruza la fachada marítima en su doble militancia: la febril y la anémica

Sábado, 12 de julio 2025, 00:48

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Hoy cojo el bus para ir al trabajo. No es una penitencia, más bien un respiro. Dejo la vespa en el taller y barajo trayectos ... alternativos. El primero en llegar es el 92. Subo en la parada de la calle Gran Canaria, en el barrio de la Malvarrosa, a los pies de la parroquia de María Inmaculada de Vera. A primera hora, el blanco de la iglesia me recuerda a Macondo, como si yo conociera el Pantone con el que García Márquez inventó su lugar en el mundo. El 92 explica la ciudad mejor que cualquier otro autobús. Da rienda suelta a la fabricación del mito, esa inflación narrativa. Antes de internarse en la Valencia colonizada por las franquicias, el 92 cruza la fachada marítima en su doble militancia: la febril y la anémica. La playa es un Guadiana que serpentea entre palmeras y casas bajas que pronto serán ocupadas por los hijos del demonio. El trayecto es un trajín meridional surcado por arrugas de cemento y hormigón. La mañana alimenta la idea de ciudad portuaria y marinera sujeta a la fabulación de las sirenas que gestionan los sueños de las adolescentes en shorts y sus novios los surferos.

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