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El regalo de Miquel Navarro en homenaje a la Albufera

El prestigioso artista se suman a la campaña de LAS PROVINCIAS con una creación inspirada en el parque natural: «Es un tesoro que debemos cuidar»

Jorge Alacid

Valencia

Miércoles, 18 de junio 2025, 00:26

Miquel Navarro cumple 80 años en septiembre aunque nada en su discurso ni en su infatigable creatividad anticipa su inminente condición de octogenario. La llamada de LAS PROVINCIAS le sorprende en pleno furor artístico, a vueltas con los encargos que tiene delante y con aquellos que forman la obra de más largo aliento que pretende legar a Mislata. Un espacio al que se resiste a llamar museo, donde exhibirá el fruto de largas décadas de pasión creativa, dotada por ese sello tan especial que permite concluir cuando vemos alguna de esas piezas que su mano se encuentra detrás de ella.

No, Navarro no puede acudir a la cita convocada por este diario a orillas de la laguna para que sume su voz a una treintena de personalidades de la sociedad valenciana en defensa del parque. «Tengo una visita concertada en mi taller de gente que viene a ver mi obra», se excusa. Un segundo después, como contrariado por tener que ausentarse, lanza un ofrecimiento: «Os puedo escribir unas líneas de lo que significa la Albufera para mí». ¿Y un dibujo? ¿Una imagen con su firma que acompañe ese mensaje? ¿Una creación inspirada en el hermoso humedal, que tan bien conoce y ama con tanto entusiasmo? Navarro no duda ni un segundo: «En un par de días os lo mando». Pero no. No tardó ni siquiera ese breve plazo. Según colgó el teléfono, el prestigioso artista se puso a cavilar sobre cómo su sensibilidad creativa bebe de ese espacio mágico donde confluye una veta estrictamente ambiental con otra de índole espiritual, de honda sentimentalidad. El resultado de sus pesquisas, la consecuencia de que dejase aflorar su fecunda imaginación, lo tiene usted entre sus manos. Un hermoso dibujo donde unas manchas de color azul viajan por el espacio en formación de caótica flecha: es una bandada de pájaros que se aproxima hacia el texto que ocupa el margen derecho de la imagen.

«Lo que no quería es sobrecargar la obra con mucha documentación, con demasiada información», aclara. Es la hora del crepúsculo. Miquel Navarro acaba de regresar a casa de la presentación de un poemario en Mislata y se le nota relajado, con ganas de hablar, de explicar cómo nació su creación para LAS PROVINCIAS. «La Albufera tiene muchas posibilidades artísticas», señala. «Los arrozales, las puestas de sol… Pero yo no quería hacer algo figurativo. Aunque el dibujo sí que lo sea un poco, lo que he procurado es describir un cosmos dominado por las aves, como si fuera una bandada: eso es la Albufera, la expresión de la naturaleza».

Navarro ha cogido carrerilla. Divertido, ocurrente, muy ingenioso, apunta con reiteración hacia el tono «naif» de las palabras que acompañan su dibujo. «Es mi letra, ¿eh?», subraya. «Quiero decir», añade, «que ese mensaje lo he escrito yo mismo, de mi propia mano». Unas palabras donde imprime esa mirada semijuvenil que aún le distingue a punto de llegar a los 80 años, como explica entre risas. «Soy un abuelito», suspira. Un abuelito en cuya creatividad convive todavía el espíritu un poco infantil que plasma en el mensaje: «Albufera, reserva de la naturaleza. Tenemos que conservarte y cuidarte siempre». «Un poco ingenuo, ¿no?», observa. Tal vez. Tal vez ese sello que palpita en sus palabras remite al artista adolescente que en cierto sentido aún es Navarro, dueño de la mentalidad propia de quien no ha renunciado al atributo fundamental en su oficio: la curiosidad. Un elemento que vertebra su apabullante creatividad, en el orden general y en este caso concreto. «Estoy trabajando más que nunca», reitera». «Pintura, escultura… De todo», exclama. Un frenesí que no le impidió hacer este paréntesis en honor a la Albufera, para formular la clase de compromiso sentimental que caracteriza su relación con el parque. «La conozco muy bien, tengo amigos barqueros que hacen vela latina y navego con ellos», recuerda. «Cuando traigo amigos extranjeros a Valencia, siempre les llevo a la Albufera y claro: alucinan. Se quedan impresionados».

La idea

«No quería hacer algo figurativo ni sobrecargar la obra»

La hermosura de ese enclave explica el vínculo emocional que desprende su dibujo para LAS PROVINCIAS y el texto que se cruza con las imágenes. «Quería hacer más un poema que un eslogan», señala. Y prosigue: «Mi intención es como decirle a la Albufera que no se preocupe, que la vamos a querer y cuidar mucho. Como si fuera una niña. Como si fuera una Albuferita». E insiste: «Es un toque ingenuo y también poético». Una doble etiqueta que sirve para describir el conjunto de su creación y los dos colores dominantes. El azul de la misteriosa bandada de aves que avanza sobre un fondo de tono entre dorado y anaranjado, donde palpita uno de los rasgos diferenciales de la Albufera: la influencia del sol.

Porque, como dice Navarro, el privilegio del parque reside, entre otros elementos, en deparar imágenes de abrumadora belleza «tanto desde que sale el sol por el mar hasta que se pone allá por Catarroja o Sedaví, entre los montes». Unas estampas de ensueño que viajan en su privilegiado corazón y activan el proceso creador gracias al conjunto de experiencias que acumula en su condición de gran conocedor del parque y su entorno. Menciona entonces sus paseos en barco entre los cañaverales, mientras contempla saltar a los peces a su paso, viajando hacia ese horizonte de postal que tanto le sigue conmoviendo… Y de nuevo con esa sonrisa pícara que desmiente su edad recuerda el tiempo en que acompañaba esas experiencias de un leve toque de whisky: un traguito que ayudaba a mejorar un espectáculo de por sí perturbador, que Navarro vivía metido dentro del silencio que se apodera del centro de la laguna, mientras atardece… «Pero ojo, siempre con moderación», apunta.

La conversación languidece. El fotógrafo capturará la imagen en que Navarro da los últimos toques a su obra para LAS PROVINCIAS, el escultor explicará los mil proyectos que ahora le envuelven, se marchará raudo desde Mislata a Valencia para unas gestiones y como despedida dejará una reflexión más de fondo. Se confiesa optimista respecto al futuro de la Albufera, pero también llama a evitar los atropellos que sufre el humedal. Habla de mejorar las técnicas de depuración del agua, invita a dragar la laguna, se lamenta de los problemas de vertidos que a menudo dañan al parque... Pero prevalece esa idea de un esperanzador mañana para su 'Albuferita': «Yo he vivido en Venecia, que es también una laguna, y sé que se puede convivir con todos estos problemas. Y también te digo que hay muchos espacios de marismas en el mundo, pero que cuando dices Albufera sólo hay una: la de Valencia».

Y Navarro dice adiós entonces señalando hacia unos curiosos ramilletes que adornan su casa, que él mismo elabora con restos de cultivos de arroz: «Soy un enamorado de los arrozales y por eso hago estos ramos: como si fueran fetiches». Un particular muérdago valenciano que garantice la buena suerte. La fortuna que desea (y vuelve a recurrir al diminutivo) para su «Albuferita». «Es un tesoro que tenemos que cuidar», concluye.

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