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Toda la energía positiva que tenía cuando salí el sábado del estadio de Mestalla después de ganar al Alavés se transformó en rabia cuando empecé a ver en las redes sociales el gesto del presidente de mi club haciendo callar a la afición. No daba crédito a lo que estaba viendo. Sentí pena y vergüenza. Nunca un gesto ha significado tanto. Somos un club centenario y una afición que vibra con su equipo cuando gana y sufre cuando las cosas no van bien y así lo expresamos. Nos merecemos el respeto, o 'respect' como le llaman ellos, de nuestros máximos representantes, por muy dueños que sean. Con ese gesto lo que hizo es caldear más el ambiente y demostrar que en todo este tiempo poco ha aprendido de lo que somos y de cómo sentimos. Esos cánticos que escuchó en Mestalla son el sentir, ya casi unánime, de una afición que se siente defraudada y cansada. Escucharlos y aguantar el tipo va con el cargo. Por aquí han pasado muchos presidentes y también han escuchado muchas cosas que no les gustaban. Algunos, por mucho menos, se fueron porque la afición lo pedía, demostrando así su amor a este club y su responsabilidad. Uno de los cánticos que se escuchó en Mestalla no fue dirigido al presidente, fue para Santiago Cañizares y volvimos a dejar claro, una vez más, que somos una afición con sentimientos y agradecida. Que se le haya negado hacer en Mestalla, su casa, un acto por una causa benéfica en la lucha contra el cáncer infantil demuestra la falta de humanidad de quien rige los destinos de este Valencia. A pesar del esfuerzo del club enviando comunicados negándolo todo, ya casi nadie les cree. Mejor sería que se ahorrasen las palabras y lo demostrasen con hechos. No me gusta para nada esta situación. Quiero lo mejor para mi equipo y es los que debería querer también quien manda. Al fin y al cabo la buena marcha del equipo y el buen ambiente les aportará beneficios, que es a lo que han venido. La falta de empatía entre los dirigentes y la afición es más que palpable y a ello también contribuye el mal asesoramiento y la mala comunicación que se ha instaurado en el club. Los pocos que podían poner cordura a este despropósito ya no están o dejarán de estar en breve. Y es incomprensible que no haya nadie en el club capaz de hacerles entender cómo somos y que además ponga un poco de sentido común, sólo eso, ante tanto caos. Ahí están Mateo Alemany, Fernando Giner o el mismísimo Juan Cruz Sol, que bien podrían desempeñar ese papel. Pedimos que se nos respete y, que se respete, por encima de todo, nuestro escudo y nuestros 100 años de historia. Se pueden cambiar las cosas y encauzar la situación, aún están a tiempo, pero no se pueden cambiar nuestros sentimientos. Son de toda la vida y eso no se toca.

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