Esta temporada que comenzó atípica, está teniendo un final apasionante, diría que explosivo en el que se está viviendo un ambiente extraordinario a favor del ... toreo. Está siendo así porque de repente se ha hecho presente entre el público aficionado una nueva corriente cuyo principal lema ya no es la exigencia inmediata, sino la paciencia, confiar en el artista; estimularlo para que se exprese sin urgencia, con naturalidad. Conducta que, a nuestro entender, debe interpretarse como un signo de madurez y no de entreguismo. No es casualidad que toreros de la calidad, pero también de ánimo feble tantas veces censurado, como Morante, se le esté viendo con la moral por las nubes, también con un valor mucho mas sólido y una regularidad que entusiasma. Ese ánimo, ese sentirse querido y comprendido, le esta haciendo cuajar grandes momentos. Buena parte de esas motivaciones entendemos que se deben al calor con que los públicos lo están recibiendo desde que echa el paseíllo.
Y no es el único que está disfrutando de ese respaldo. Los sevillanos Pablo Aguado y Juan Ortega, toreros que interpretan un toreo que precisa un tipo de toro que les permita el acople adecuado para expresarse, igualmente están teniendo el apoyo de este público que entiende lo importante que es que el artista madure su obra. Ortega, que ha sido el último en hacer ruido de figura por el palo clásico, es hallazgo que suma ilusiones.
En la otra orilla, la del poder y resolver, la nómina es más amplía, de la q0ue Roca Rey es el último consentido, si bien acaba de incorporarse a tan importante club, Emilio de Justo. Y esta nueva corriente, Emilio lo debió percibir en Sevilla ante los victorinos, se lo premió como se lo merece un torero que persigue con orgullo y pasión ser respetado como figura. Los toreros, como artistas plásticos que son, no se debe dudar de ello, cada uno precisa de un tipo de materia para expresar sus sentimientos. Y es bueno que el público así lo entienda.
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