Prevenir el suicidio juvenil
MARINERO EN TIERRA ·
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
Viernes, 24 de febrero 2023, 23:54
Hace tres días, los directivos de un instituto de Valencia dimitieron porque las autoridades educativas no respondieron a la petición de recursos en «salud mental» para afrontar los 15 casos de alumnos que presentaban conductas suicidas, autolesivas y violentas. Cuando la dimisión se convirtió en noticia, las autoridades reaccionaron a la carta que el 20 de enero se les envió, y que llevaba el ingenioso título 'Toc-toc, ¿hay alguien en la consellería?'. Si este hecho lo unimos al suicidio de Kira (2021), y al lamentable suceso acaecido esta semana en la localidad barcelonesa de Sallent, en el que dos hermanas gemelas de 12 años saltaron del balcón de su casa, donde una perdió la vida y otra se encuentra en estado crítico, podemos preguntarnos si hacemos todo lo posible para prevenir conductas de riesgo suicida entre jóvenes y adolescentes. El tema no forma parte de las prioridades de la agenda pública. Según el 'Estudio sobre conducta suicida y salud mental en infancia y adolescencia en España (2012-2022)', elaborado por la Fundación ANAR, el riesgo suicida aumentó en cifras preocupantes. Las consultas a esta fundación se incrementaron un 63,8% a raíz de la pandemia, pero el hecho de que en este período 9.637 menores hayan solicitado ayuda por ideación o intento de suicidio es un dato culturalmente alarmante. Aunque sea un dato social preocupante, tiene una dimensión cultural que ninguna investigación seria discute. Recordemos que se trata de un fenómeno multidimensional como nos recordaron las pioneras investigaciones del 'Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia' y el 'Observatorio para la convivencia escolar', dos instituciones que situaron a la comunidad valenciana en el liderazgo internacional de la prevención de este tipo de conductas, cerradas a cal y canto desde 2011 porque, según las autoridades administrativas, duplicaban competencias con otras administraciones.
Además de recibir apoyo técnico de especialistas, que era lo que reclamaban para el Instituto, los educadores debemos ser conscientes de que la prevención tiene una dimensión moral que debe afrontarse. El gobierno Frankenstein ha mitificado la infantolatría y adolescentización en la cultura del bienestar caprichoso, se ha hecho plausible un horizonte desnaturalizado donde los deseos se convierten en derechos. La vulnerabilidad, la frustración y el dolor se ocultan o maquillan. Los escolares están digitalmente anestesiados porque creen que 'estar bien' es 'no estar nunca mal'. Necesitamos redes familiares y espacios comunitarios de apoyo que orienten la vida emocional en clave de sentido, responsabilidad y realidad, antes de que los bárbaros con sus leyes las destrocen.